Revista Electrónica de Investigación Educativa
Vol. 6, Núm. 1, 2004
Las profesiones y el orden social
en una sociedad global
1
Robert W. J. Dingwall
robert.dingwall@nottingham.ac.uk
The School of Sociology & Social Policy
University of Nottingham
Room B11, IGBiS
Law and Social Sciences Building
University Park, Nottingham
NG7 2RD, United Kingdom
Traductores:
Jorge A. Fernández Pérez
Guadalupe Barajas Arroyo
Laura Barroso Yánez
En este trabajo se analiza el concepto de las profesiones partiendo de la obra La riqueza de las naciones de Adam Smith. Se discuten los factores que afectan en el reconocimiento hacia los diferentes tipos de ocupaciones, así como las razones del surgimiento inevitable de las profesiones en las sociedades modernas. Se revisan situaciones del siglo XIX en Inglaterra y Estados Unidos como contexto para el debate en torno a las profesiones, entre analistas contemporáneos. Finalmente, se vislumbran los retos que la actual globalización impone a las profesiones, ante prácticas restrictivas que obstaculizan la flexibilidad, esencial en las economías europeas, norteamericanas y asiáticas. Palabras clave:
Hace como diez años me encontré con este pasaje en La riqueza de las naciones, contribución fundamental de Adam Smith a la ciencia de la sociedad moderna. Se origina de la discusión sobre los factores que afectan en el reconocimiento hacia los diferentes tipos de ocupaciones. La mayoría de estos factores coinciden, más o menos, con en el modelo neoclásico de oferta de trabajo, donde los salarios están relacionados con las condiciones de trabajo, la cantidad de inversión necesaria para aprender algunas habilidades, la continuidad del empleo y la probabilidad de éxito. Sin embargo, como Paul Fenn y yo hemos señalado, la idea de que la gente debe ser mejor pagada para asegurar la confianza, ha confundido a muchos economistas (Dingwall y Fenn, 1987). Algo de esto ha disminuido en los últimos años, ya que los economistas se han interesado más sobre la cuestión de la confianza y el grado en el que los mercados dependen de los valores que están fuera del mercado y de las instituciones para su funcionamiento efectivo. Estos argumentos han sido muy discutidos en el reciente trabajo de Francis Fukuyama (1995), en donde marca las desventajas competitivas de las sociedades con baja confianza, cuya regulación tienen que sustituirse por un comportamiento económico honorable. Este trabajo da continuidad a mis reflexiones sobre este texto [de Adam Smith], puesto que considero que contiene pistas muy importantes para dar una idea del por qué las profesiones emergen, para qué existen y por qué son inevitables en las sociedades modernas.
Adam Smith, la confianza y las profesiones liberales
Es importante reconocer que Smith a veces utiliza la palabra profesión en donde nosotros ahora preferimos utilizar la palabra ocupación; sin embargo, los diferentes pasajes en el tomo I de La riqueza de las naciones, dejan clara la distinción entre un trabajo que requiere ciertas habilidades o destrezas manuales, un trabajo común y las profesiones liberales (Smith, 1776/1976a, pp. 112-50). Éstas últimas incluyen al derecho, la medicina,2 el clero y a un grupo menos definido de maestros, estudiantes, intelectuales y artistas. Todos ellos están, de diferente manera, en el negocio de la confianza, aunque sobre el último grupo esto ha sido mejor explicado en otra de las grandes obras de Smith: La teoría de los sentimientos morales (Larkin, 1983; Muller, 1993; Smith, 1776/1976a). Regresaré después a explicar las implicaciones de esto. En primer término, voy a completar la discusión sobre el nicho de mercado ocupado por este grupo. Smith justifica su salario elevado refiriéndose a la tediosa y costosa naturaleza de su educación y la improbabilidad de éxito: “En una profesión donde veinte estudiantes fracasan, por uno que lo logra concluir, este último merece obtener todo lo que deberían de haber ganado los otros veinte que fracasaron” (Smith 1776/1976a, pp. 118-119). Sin embargo, él cuestiona si éste es el caso. La gente no se desanima cuando busca ingresar [a estas carreras] mediante un sistema de lotería, porque siente que tiene posibilidades de ganar. No obstante, el premio no es solamente dinero, sino también reputación: “La admiración pública... es una parte considerable de esa recompensa en la profesión de un médico, una parte mucho más grande que en la de derecho; en poesía y filosofía la admiración pública es casi todo” (Smith, 1776/1976a, p. 119). La reputación juega un papel muy importante en la teoría de la motivación de Smith, lo que ha sido descrito como su humanismo comercial (Muller, 1993). La gente, en el mundo de Smith, no sólo busca bienes materiales, sino también la recompensa simbólica del reconocimiento de los demás. La dimensión moral de las profesiones como un tipo de ocupación se enfatiza en el debate posterior de Smith sobre la política de competitividad, en donde él se pregunta si es “indecente” comparar el salario de un sacerdote con el de un “jornalero de cualquier trabajo”, a pesar de que estas personas son similares. Éste debate tiene otros puntos importantes. Es parte de un capítulo que se ocupa de las distorsiones en el mercado de trabajo. La primera sección examina los efectos de los gremios y las corporaciones en restringir la competencia, y contiene muchas de las críticas más celebres de Smith hacia estas organizaciones, como conspiradoras en contra del público o como artimañas para obtener ganancias en exceso. Los controles reales de calidad son las disciplinas del mercado, sustituidas –cuando es necesario– por sellos o marcas de legitimidad en los productos, en lugar de la duración del aprendizaje. La mayoría de los oficios pueden ser fácilmente aprendidos en pocas semanas; sin embargo, el debate de Smith sobre las profesiones liberales empieza contrastando el conocimiento y la experiencia requeridos para su práctica y la de otros oficios. Remarca que se enfrentan en mucho mayor grado al reto que enfrentan los agricultores al trabajar constantemente con materiales diversos y con instrumentos que “requieren ser manejados con mucho juicio y discreción” (Smith, 1776/1976a, p. 142). El conocimiento de los agricultores, los artistas y el de las profesiones liberales, no puede estandarizarse en la misma manera que un oficio manual. Curiosamente, Smith nunca cuestionó el valor de una educación profesional: es larga, tediosa y cara, pero no irrelevante ni inapropiada como comentan la mayoría de los educandos. Para Smith las profesiones ilustran los efectos de las distorsiones en los mercados que crean competitividad excesiva. El derecho y la medicina tienen una oferta y demanda que, da buenas recompensas a quienes las ejercen con éxito. Sin embargo, los clérigos y los académicos se enfrentan a un mercado que está poblado por una filantropía mal entendida; la cual ha creado un gran número de becas, subvenciones, ayudas y pensiones, que hacen bajo el precio de ingreso, produciendo una oferta excesiva de personas calificadas, cuyas ganancias se ven reducidas despiadadamente. El resultado de una sobreproducción en otras áreas, sería “la total degradación de las profesiones respetables, como el derecho y la medicina” (Smith, 1776/1976a, p. 147). Debo reconocer que Smith no argumenta sobre las corporaciones profesionales como método para manejar la oferta; parece estar más inclinado a dejar que a la solución del mercado de asegurar que los alumnos de nuevo ingreso vean el costo total de su educación. Sin embargo, él identifica claramente a un grupo especial de ocupaciones. Éstas tienen un carácter moral distintivo y un gran nivel de reputación pública. Su práctica requiere de un tipo de habilidad y de juicio especiales, necesariamente basados en un largo entrenamiento. Todo esto se combina, en teoría, para restringir la oferta y justificar ingresos altos, aunque las distorsiones del mercado puedan aminorar esto. El enfoque de Smith sobre las profesiones liberales es particularmente notable, dado que la mirada convencional de los precursores de las profesiones modernas en el siglo XVIII tiende a dibujar una imagen de caos, corrupción e incompetencia. Sospecho, a pesar de que no puedo comprobarlo totalmente, que esa imagen refleja hasta qué punto los historiadores se han concentrado en Inglaterra, particularmente en Londres, en vez de tomar en cuenta la distintiva sociedad de Escocia. En el grupo de profesiones liberales de Smith, se puede observar que él explícitamente marca las diferencias entre el clero y los académicos de Escocia e Inglaterra, y es particularmente crítico ante la ociosidad de los profesores de Oxford (Smith, 1776/1976a, 284-285). Tomando en cuenta otras fuentes, podemos notar que la medicina de Edimburgo estaba muy relacionada con la de Holanda, que después se convertiría en la mejor escuela de Europa; además, podemos observar que la naturaleza romano-holandesa de las leyes de los escoceses requería un tipo de entrenamiento sistemático que la ley común de Inglaterra no demandaba. Está claro que Smith basó gran parte de su trabajo en una observación cuidadosa de los comienzos de la Revolución Industrial, conforme se acercaba a su alrededor en Escocia, y no hay ninguna razón para pensar que fue diferente al elaborar su teoría de las profesiones en la sociedad moderna. Por lo tanto, debemos ser cuidadosos de no hacer que Smith suene como un teórico muy perceptivo que se adelantó este evento [de la Revolución Industrial]. Quizá puede haber descrito ciertas características compartidas por un grupo de ocupaciones, pero éstas giran alrededor de dos cosas que, desde su punto de vista, son discriminadores reales entre las profesiones y los gremios de ocupaciones manuales. Todas las corporaciones demandaban la honradez de sus miembros y el conocimiento esotérico en sus miembros. Smith negó estas afirmaciones en todos los casos que no se refirieran a las profesiones. En otras palabras, él pensó que el nicho de mercado [de profesiones y ocupaciones manuales] se fundaba sobre una diferencia objetiva. La confianza era importante para los servicios profesionales, y tenían un conocimiento esotérico relevante, necesario para combatir la variabilidad e incertidumbre de su trabajo. Regresaré al asunto de la incertidumbre más adelante. Por el momento sólo quiero agregar algunas otras ideas acerca de la confianza. Una de las contribuciones particulares de la Iluminación escocesa hacia el pensamiento social, fue su propuesta de una alternativa a la idea de que el orden social descansaba en algún tipo de contrato o convenio compacto y ficticio, como los propuestos por Hobbes, Locke, Rosseau y otros. Los escoceses regresaron a revisar los escritos estoicos de la antigua Grecia para naturalizar el orden. En efecto, Smith y sus contemporáneos aportaron mucho de lo que ahora llamamos interaccionismo simbólico (Muller, 1993, pp. 101-112). El orden en la sociedad no surgió de un acuerdo para crear una autoridad o un cuerpo explícito de reglas que todos obedecieran. Emergió de manera mucho más espontánea. Nuestro deseo natural de relacionarnos con otras personas y contar con su aprobación, nos llevó a tratar sus reacciones como un espejo para observar nuestra propia conducta y observar qué acciones tienen qué efectos, para aprender qué es un comportamiento apropiado. Sin embargo, hacer esto no es suficiente, también aspiramos a sentir que lo merecemos por nuestra sinceridad, que nos hemos comportado con propiedad porque es lo correcto, y no tanto porque esperemos obtener alguna ventaja. De la misma manera, tenemos que ser capaces de confiar en la reflexión de que la respuesta de los demás también es sincera. En ocasiones, el proceso de reflexión puede ser mediado por símbolos. Cuando tú me das un pedazo de papel a cambio de un bien o un servicio, es la confianza entre nosotros lo que hace de esto una unidad de circulación monetaria. El intercambio depende de tu confianza en mí garantía del bien o del servicio, y mi confianza de que puedo cambiar el papel con alguien más que también confiará en su valor. La transacción codifica una larga cadena de relaciones basadas en la confianza (Hayek, 1945). Sin embargo, como Smith señala, hay una diferencia entre garantizar la de calidad en un producto material –él da como ejemplos sellar artículos de oro o plata y estampar ropa de lino y algodón– y dar la misma garantía para sanar a enfermos, tratar trámites legales, enseñar filosofía o preservar un alma inmortal. ¿Cómo sé que puedo confiar en tu promesa? La acción que vas a realizar depende del futuro, es demasiado incierta y no puedo juzgar fácilmente cuál será tu papel en el resultado. Tú dices que vas a sanarme, pero algún día, todos tenemos que morir. ¿Ha llegado mi día? Tú dices que vas a ganar mi caso, pero el otro abogado le ha prometido lo mismo a su cliente. Tú dices que iré al cielo, pero lo comprobaré en el otro mundo, no en este. Una parte importante de esta confianza reposa en la conducta de nuestras relaciones interpersonales; puede esperarse, razonablemente, que el profesionista se comporte como tal (Smith, 1759/1976b, pp. 201-204, 209). Esta es una observación importante para reformadores de la interacción entre profesionista y cliente. Sin embargo, esto no resuelve el principal problema de la sinceridad. Si una persona se comporta como médico o abogado, ¿cómo sé si en realidad lo es? En la pequeña sociedad de Escocia del siglo XVIII, esto no era un gran problema. En el mundo contemporáneo es mucho más serio. Entre más crecen las sociedades, más complejas se vuelven y mucho más difícil es comprobar que el otro tiene en realidad las habilidades que presume tener.
La confianza, la incertidumbre y el estado liberal
He dado cierto énfasis al punto en que el pensamiento de Smith refleja su propia experiencia en la Escocia del siglo XVIII. De igual manera, quiero comentar algunas cosas de la Inglaterra y los Estados Unidos del siglo XIX, como contexto de una discusión sobre los analistas contemporáneos. Perkin (1989) describe este periodo, desde 1880, como el surgimiento de una sociedad profesionista. Sin embargo, yo estoy más interesado en la primera mitad del siglo XIX y los movimientos sociales que llevaron al nacimiento de las principales profesiones en la década de 1880. Esto puede ser descrito como el periodo del cierre de mercados, cuando se fundaron y establecieron los monopolios modernos. Sin embargo, creo que podría analizarse mejor como un proceso de construcción de instituciones, cuando los problemas del libre mercado se volvieron aparentes y las sociedades buscaron una solución para el problema de la confianza. ¿Cómo pudieran definirse los prestadores de estos servicios de manera que aseguren su calidad? Herbert Spencer, quizá el mejor analista contemporáneo de la sociedad del siglo XIX, normalmente veía el desarrollo de las sociedades humanas como un movimiento que él describía como un salto de homogeneidad indefinida a una heterogeneidad definida. Después Durkheim plagaría sustancialmente esto en su discusión de solidaridad mecánica y orgánica. A pesar de que hay una variación considerable en la aplicación de ambas versiones, las dos caracterizan muy bien el nacimiento de las corporaciones profesionales modernas. Por ejemplo, a finales del siglo XVIII, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, en el mercado de salud vemos que hay una amplia variedad de proveedores, desde hierberos, hueseros y curanderos, hasta farmacéuticos, boticarios, cirujanos y médicos. Aunque se ofrece una gran variedad de sistemas y prácticas de curación, éstos no orientan claramente sobre algún tipo particular de proveedor y muchos parecen haber sido completamente eclécticos. Para finales de siglo, en ambos países, este mercado ha sido más o menos bien relacionado con roles asignados por ley a ciertos grupos y teorías particulares, legitimándolo como el conocimiento oficialmente reconocido en medicina. Otros grupos y teorías han sido excluidos y deslegitimizados. En el derecho el panorama fue muy similar, a pesar de que las profesiones intelectuales y clericales estaban menos organizadas, por razones que discutiré después. Otras profesiones ahora pueden ser identificadas en la forma de contadores, ingenieros y como gremios o modelos corporativos que han sido establecidos como la forma básica de las profesiones. ¿Qué ocurrió aquí? Para la mejor parte de una generación, hemos asumido que el proceso fue esencialmente de control, que profesiones estaban mejor organizadas como ocupaciones que los gremios atacados por Smith y que, como resultado, fueron capaces de controlar y cerrar los mercados para crear condiciones reguladoras favorables o protectoras del mercado, en palabras de Eliot Freidson. Quizás el argumento más influyente ha sido la discusión de Larson (1977) sobre el aumento del profesionalismo como un proyecto de movilidad colectiva. Creo que es debatible que el poder de la retórica de Larson ha hecho que muchos de sus seguidores nieguen dos argumentos importantes: El primero, es el reconocimiento de que el mercado no es pasivo: La autora ilustra con algún detalle mientras analiza el poder limitado de instituciones profesionales en ingenierías, en relación con la medicina, por ejemplo; en términos del balance distinto entre una profesión que sirve a clientes corporativos poderosos, en contraposición con una profesión que sirve a los individuos. Ella también acepta el papel del Estado: “...para observar la modernización profesional como un proyecto de control del mercado, subraya el papel central del Estado en el desarrollo de dicho proyecto...” (Larson, 1977, p. 18). Sin embargo, esta concesión ofrece poco análisis sobre el Estado y tiende a ver que éste es sólo un mero vehículo para los intereses del capital. La posición de Larson es típica en una línea de trabajo que se ha enfocado en el “imperialismo ocupacional”, utilizando la frase de Larkin (Parry and Parry, 1976; Parkin, 1979; Larkin, 1983). Sin embargo, a pesar de que continúa siendo popular, como en el reciente trabajo de Witz (1992), ha habido un incremento en la inquietud sobre la base teórica y la empírica de este argumento. Johnson, por ejemplo, cuyo análisis neo-marxista figuraba anteriormente en el trabajo de Larson, se ha movido gradualmente de una posición orientada hacia la ocupación, a una ocupación que incrementa su énfasis en la interdependencia de las profesiones y el Estado (Johnson, 1995; Johnson, 1982; Johnson, 1977; Johnson, 1972). Fenn y yo señalamos la debilidad general del análisis de la orientación ocupacional al explicar por qué el Estado eligió crear protectores del mercado, a través de regulaciones favorables, en cualquier momento histórico cuando más ocupaciones buscaban esta protección que jamás habían podido costear (Dingwall y Fenn, 1987). Nosotros sugerimos que la profesionalización puede ser una respuesta a las fallas del mercado, en vez de una forma de falla del mercado, como lo propuso el enfoque tradicional. Este giro de lo que yo he llamado teorías de demanda de la profesionalización a las teorías de la oferta (Dingwall, 1995) es, en otras palabras, el cambio de enfatizar la búsqueda organizada del interés de una ocupación, a buscar las condiciones ambientales bajo las que se crea; también parece ser más consistente con los estudios empíricos que se efectúan en el presente. Puntualicé en el contexto de un nuevo análisis del estudio de Holloway (1991) sobre la formación de la Real Sociedad Farmacéutica en Gran Bretaña, argumentando que las decisiones para dar licencias se debían menos a la organización de los farmacéuticos que a las respuestas del Estado hacia el pánico moral por los crecientes compuestos orgánicos que se estaban presentando al alcance de la sociedad, y a un proyecto de Estado para ordenar el mercado preventivo de la salud en apoyo a sus propios intereses en salud pública. El estudio de Halliday (1987) del Chicago Bar, por ejemplo, ya había señalado la incoherencia de la idea de un proyecto profesional en un grupo grande y dividido, y la necesidad de tomar en serio más análisis estructurales del mercado y del Estado en la creación del espacio en cual operaban las profesiones. A pesar de que Abbott (1988) señaló con anterioridad la influencia que el Estado ejerce sobre los mercados, su análisis sobre la división del trabajo como un campo de batalla, y su énfasis en la necesidad de un entendimiento sistemático de las profesiones en relación con su entorno y los mercados, también aleja de nuestra atención del tipo de estudio de caso único que frecuentemente ha llevado a la sobregeneralización. Recientemente, la discusión de Light (1995) sobre las profesiones en el contexto de las nociones de las ciencias políticas acerca de los poderes compensatorios ha empezado a alcanzarnos académicamente, con lo que cualquier observador con sentido común en Inglaterra hubiera señalado en los últimos años, lo que las profesiones han ganado, pueden perderlo o les puede ser quitado. Su argumento probablemente puede ser más familiar en términos económicos: que la explotación del desequilibrio de un mercado de largo alcance llevará al surgimiento de fuerzas opuestas o a la reorganización de la producción o la oferta para eliminar esta renta. Su blanco particular es la profesión médica en Estados Unidos, donde la percepción de las grandes corporaciones industriales acerca de que los altos costos de seguros están imponiendo una desventaja internacional muy competitiva, ha creado intereses de gran peso en el proceso político. Quizás General Motors y Ford pueden revisar el incremento de los ingresos médicos, mientras que los agentes influenciadores [lobbies] de los consumidores no pueden hacerlo. Estamos presenciando una lucha similar en Reino Unido, donde los procedimientos para una reforma en justicia civil, por segunda vez en una década, están destinados a tener un efecto directo en la rentabilidad del trabajo jurídico. Quizás entonces ha llegado el momento de releer los estudios de caso históricos en los cuales se ha basado la teoría de la demanda, y de poner atención en las relaciones entre las ocupaciones y entre las ocupaciones, los mercados y el Estado; la cual ve el nacimiento de las profesiones modernas como una historia más compleja de la unión de intereses e ideologías que nosotros llamamos modernización. Haciendo esto, probablemente necesitemos revalorar algunas de las primeras y rechazadas contribuciones. Una de éstas sería, obviamente, la de Talcott Parsons (1954). Todo lo demás que se pueda decir acerca de su trabajo además de su percepción de la magnitud en la que las profesiones fueron una creación del mundo moderno, es absolutamente fundamental. Sin embargo, esta vez quiero enfocarme por unos minutos en la contribución de Herbert Spencer al análisis de las profesiones, que Michael King y yo hemos revisado constantemente (Dingwall y King, 1995). Herbert Spencer fue el sociólogo del mundo angloparlante más influyente del siglo XIX, cuyas contribuciones han sido muy olvidadas ahora. Sin embargo, nuestro interés no es puramente arqueológico. Spencer observó el periodo de auge del capitalismo industrial y fue más responsable que cualquier otro de la introducción del pensamiento de sistemas en la sociología, por su conocimiento previo en ingeniería y biología. En su análisis de la dinámica del cambio social a través de la competencia ecológica formula un argumento que después sería utilizado por la sociología de Chicago, primero, examinando la ciudad y después, estudiando el trabajo y las ocupaciones. A pesar de que Abbott jamás lo reconoce, su debate sobre la competencia jurisdiccional se ubica en una línea directa descendente; donde la escuela de Chicago tendía a enfatizar en conflictos locales, sin embargo, Spencer veía que la competencia era una presión de selección en todos los niveles de organización social. La formación del Estado, por ejemplo, fue promovida por la competencia entre grupos: la guerra fue parte de la dinámica del progreso en un cierto periodo de la historia humana. Spencer ve el nacimiento de las profesiones íntimamente ligado con el desarrollo de los estados modernos industrializados. En las fases primeras de desarrollo nacional, las sociedades tendían a adoptar lo que él llamaba una forma militante con una economía de orden fuertemente controlada y con una planeación central. Sin embargo, esta es una forma de sociedad que cuesta mucho mantener, por los recursos que se consumen en mantener el orden y el control. Carece de incentivos para la innovación y la empresa, ya que las recompensas y las metas son distribuidas por los planificadores centrales, en vez de ser distribuidas en proporción a las contribuciones o iniciativas individuales. En tiempos de paz, las sociedades militantes tienden a ser desplazadas por formas industriales que están marcadas por cooperación voluntaria y formas de control diseñadas para promover y apoyar el orden espontáneo, en lugar de imponerlo. Así como Webber, Spencer veía que la religión tenía un papel importante en el proceso. Sus conexiones sobrenaturales le dieron una medida de autonomía, de un estado militante y su preocupación por la motivación y la fe interna hizo que se volviera un aliado de los estados industriales. Sin embargo, en el proceso, su carácter sagrado fue transferido a otros cuerpos seculares. Algunos de estos son las profesiones: En el corazón del esquema de Spencer hay un punto de vista más positivo sobre los profesionistas como personas con habilidades reales y una contribución benéficas a la sociedad. Ellos surgen en un estado en el que las necesidades básicas de supervivencia, orden y producción se han encontrado y han adoptado único de concentrarse en mejorar la calidad de vida. En el proceso, también han hecho posible una sociedad más liberada donde el control se descentraliza, las jerarquías se aplanan y los límites se hacen permeables. Como lo ha señalado Johnson (1995) recientemente desde una orientación teórica distinta, en las sociedades modernas las profesiones no están opuestas a los estados, pero tampoco son parte de ellos, más bien las profesiones y los estados actúan a veces de manera complementaria y otras, con roles competitivos en un sistema de regulación, de control o de orden, que es mejor que ambos. Con la preocupación de Spencer por el carácter sagrado del trabajo profesional, también regresamos al tema de la incertidumbre que identifiqué en el trabajo de Adam Smith. Esta es una noción que también es central en el trabajo de Hughes (1971), cuando escribe acerca del “conocimiento culpable” de los profesionistas. Una manera en la que pudiéramos ver el nacimiento de las profesiones en el siglo XIX es como un reflejo del proceso de modernización que formó el objeto clásico de la sociología. Antiguas certezas han desaparecido, pero la necesidad de la verdad sigue latente. La organización de las vidas depende de la creación de certeza. En algunas ocasiones, para todos los propósitos prácticos necesitamos maneras de decidir el significado de textos o de resolver conflictos sin violencia. Claro que los textos pueden ser reconstruidos indefinidamente y las disputas solucionadas de diferentes maneras, pero una de las cosas que las leyes ofrecen es una certeza práctica y legítima. Si invertimos nuestro capital en un gran proyecto de ingeniería como una presa, un ferrocarril o un puente, entonces necesitaremos una seguridad de que cumplirá la función para la que fue destinado. Claro que ningún ingeniero puede garantizar que un puente colgante va a soportar una catástrofe climática, a menos que sea construido a un costo poco económico; sin embargo, su juicio profesional es la certeza práctica que hace posible nuestra inversión. Es el fundamento de nuestra confianza, que el mundo sea un lugar mucho menos incierto de lo que parece, donde constantemente nos reflejamos. El siglo XIX es también el periodo de unificación de sociedades. En tanto las comunidades más pequeñas fueron “arrastradas” a la economía y la sociedad nacionales, llegaron a necesitar una base consistente para tratar las unas con las otras. Yo sugiero que fue esta lógica, tanto como cualquier imperialismo ocupacional, lo que cerró los mercados. Cuando desarrollas el marco nacional de un proyecto de salud pública y asistencia social, sustentado por el cobro de impuestos nacionales, debes entonces tener los medios consistentes y razonables para interpretarlo y aplicarlo. El curandero de la villa se perdió precisamente porque él era el único curandero de la villa, con habilidades y legitimidad que eran reconocidas solamente dentro de la comunidad. Una sociedad a gran escala demanda instituciones que puedan compararse para mantenerlas y regularlas. No todas ellas se encuentran en el Estado, pero el Estado-nación moderno no hubiera podido desarrollarse sin la coevolución de estas instituciones. Estas observaciones también ayudan a encontrar el sentido en dos fenómenos confusos: Uno es el de las variaciones entre las profesiones. Cada autor, desde Smith, ha notado las distribuciones diferenciales de material y recompensa simbólica entre las distintas profesiones. Sin embargo, las razones de esto han quedado totalmente inexploradas más allá de los comentarios de Smith sobre el nivel de competencia. Pero, ¿por qué los niveles de competencia varían? ¿Por qué algunas profesiones tienen monopolios más efectivos y poder para extraer ingresos, así como estatus? Creo que podemos encontrar una respuesta si tomamos en cuenta la relación entre las profesiones y el Estado en el manejo del orden. Las profesiones menos reconocidas y menos reguladas son esas que son vistas como más marginadas para el mantenimiento de la integración social en un territorio nacional. En muchas sociedades, la dispersión de la preservación de lo sagrado con el rompimiento del complejo político-eclesiástico, dejó al clero con un papel muy rezagado en el cual el Estado ha mostrado un interés relativamente limitado. Sin embargo, en algunas sociedades, los intereses del clero mantuvieron su posición sobre las profesiones que les dieron el estatus central de poder e influencia en la nación. Irlanda puede ser un ejemplo en donde las profesiones del área de la salud permanecieron subordinadas a la jerarquía católica hasta hace pocos años relativamente. También podemos notar que el estatus variable de las profesiones en educación, depende de si el sistema educativo es visto meramente como abastecedor de trabajo técnico o como creador de ciudadanos con formación moral, en la manera en que lo ha visto algunos estados de la Europa continental. El otro punto que resaltaré, es la manera en que el contexto eclesiástico proporcionó los modelos de organización ocupacional, que después fue adoptado por las profesiones. A veces pienso que uno de los temas negados por la sociología histórica es la influencia de las iglesias en las posteriores formas de organización secular. Muchas de las técnicas de disciplina que Foucault asoció con en el siglo XIX, por ejemplo, tienen precursores reconocidos en las reglas monásticas de los primeros periodos. De igual manera, si preguntamos de dónde viene el modelo de corporación con autogobierno, la respuesta, seguramente, debe de ser que ciertas órdenes religiosas y sus fundaciones subsidiarias en las universidades medievales que sobrevivieron a la selección de los gremios. El vacío que dejó el argumento de Smith de elegir una forma organizacional por una corporación ocupacional, puede ser llenado con el razonamiento de Spencer sobre el origen sagrado del trabajo profesional. Espero haber logrado dibujado claramente el lugar de las profesiones en el mundo moderno, el cual requiere de más colores en su paleta, que en el cuadro monocromático del imperialismo ocupacional que ha predominado durante tanto tiempo. Al hacerlo, también espero haber expuesto las bases para pensar sobre las profesiones en el mundo contemporáneo. Uso este término prudentemente por mi profunda desconfianza en la retórica del posmodernismo. No obstante, creo que debemos reconocer la fuerza de ciertos cambios en el segundo milenio de la era Cristiana.
Las profesiones en una sociedad global
Superficialmente los tiempos no se ven propicios para las profesiones. Constantemente se nos dice que la falta de regulación en los mercados de trabajo es una condición crucial para el éxito del mercado global. Los monopolios, carteles, sindicatos y las prácticas restrictivas son vistos como obstáculos para el tipo de flexibilidad necesaria para que las economías cansadas de Europa y Norteamérica compitan con los “Tigres del Pacífico” (curiosamente, los monopolios, los carteles, etc., entre los productores son descritos como vitales en las economías de escala). Las profesiones parecen ser casos clásicos de ataque en tales condiciones. Ciertamente en el Reino Unido, hemos visto un ataque permanente por parte del gobierno hacia muchas profesiones nacionales en los últimos quince años. Sin entrar en detalles, ha habido una gama de medidas desregulatorias que afectan particularmente a las profesiones de la salud, los abogados y los arquitectos. Sin embargo, me pregunto cuán significativos serán estos cambios y si el mercado global no descubrirá que sí necesita inventar profesiones globales. Por supuesto, la esencia de los modelos que se han usado en esta presentación, es que no debemos considerar que las profesiones son estáticas. Las sociedades cambian constantemente. Los posmodernistas no descubrieron ningún cambio: fue parte del impulso para la creación de la sociología. Si hemos perdido la visión de ello es porque 20 o 30 años después de la Segunda Guerra Mundial muchos de nosotros pensábamos que vivíamos en un mundo estable, donde los mayores problemas de bienestar y de ideología ya estaban resueltos. No fue la primera ocasión en la que los poetas veían que los tiempos cambiaban más rápido que los intelectuales. Desde entonces, hemos estado batallando para ponernos al día, para pensar acerca del mundo como lo hicieron Smith o Spencer o, en este caso, como lo hizo originalmente Marx. Ellos eran observadores que sabían por su propia experiencia, qué tan rápido cambiaban las cosas a su alrededor y trataban de capturar eso en el lenguaje de la teoría social. Sabemos que las profesiones que conocemos actualmente tienen muy poca continuidad simbólica con los grupos ocupacionales que usaban las mismas etiquetas en el periodo medieval o moderno. La persistencia de esa continuidad no es poco importante, la invención o reinvención de conexiones con el pasado tienen un significado en su elección de los medios de legitimación profesional. También sabemos que las profesiones pueden, en cierto sentido, desaparecer. El argumento de Starr (1982) sobre el surgimiento de la profesión médica en los Estados Unidos también nos recuerda que durante el periodo de Jackson en la primera mitad del siglo XIX, los estados desmantelaron prácticamente toda protección de acreditación que los médicos inmigrantes habían logrado crear con base en los modelos europeos. Fue en el mismo siglo cuando los estados revaloraron su papel en la sociedad y racionalizaron sus propias operaciones, que las profesiones se renovaron a formas modernas. La experiencia de este periodo quizá sugiere que los estados contemporáneos pudieran tener dificultades para salir adelante sin las profesiones. De hecho, platicando con colegas de otras universidades de habla inglesa, muchas veces me topo con la demanda que hacen las llamadas economías “Tigre”, de una educación profesional tradicional. Supongo que, por ejemplo, muchas de las escuelas de leyes en el Reino Unido podrían sufrir económicamente sin su reclutamiento en Malasia. Por supuesto, hay procesos a largo plazo operando. Si estoy en lo correcto en señalar que las profesiones tienen una relación particular con lo sagrado, entonces no pueden esperar ser inmunes a la transformación continua de esa esfera. Uno de mis primeros tutores adoptó del The New York review of books esta cita: “Mientras el control de los humanos se ensancha y se consolida, el encogimiento de lo desconocido reducirá las prerrogativas divinas. Todos los dioses del tiempo son debilitados por la meteorología” (Horobin, 1983, p. 104). Si estamos viviendo en un “desencantamiento” del mundo como parte de la condición de la modernidad, entonces las ocupaciones asociadas con el encantamiento están tienen probabilidades de desaparecer. Pero sospecho que hay límites para este proceso. Los teóricos de la posmodernidad apuntan hacia el torrente de información que tenemos al alcance. El papel de un navegante en Internet nos ofrecerá un experto en cualquier cosa. Para algunos, incluso, el ciberespacio es el nuevo reino de lo sagrado. Sin embargo, muchos de los grandes teóricos sociales de nuestro siglo han señalado la imposibilidad de saberlo todo; por ejemplo, la solución práctica a este problema es una de las preocupaciones centrales del trabajo de Schutz (Schutz y Luckmann, 1974). Hayek dedicó mucha de su atención a los problemas de la incertidumbre y la información limitada en la vida económica (Hayek, 1945; Gamble, 1996). Esta preocupación quizá es mejor definida por Simmel, un precursor clave para ambos problemas: En teoría, podríamos ser capaces de evaluar cualquier cosa, pero en la práctica la vida es muy corta para hacerlo. La expansión de la información no nos hace más habilidosos para evaluarla. Pero como todos sabemos, lo difícil no es obtener información, sino saber cuál es su significado. Se puede argumentar que el juicio también puede ser computarizado y que se puede conocer el origen de algunas fuentes. Pero, como Smith lo observó, es más difícil realizar ese tipo de acercamiento con productos o servicios menos tangibles. Sospecho que sería muy difícil eliminar intermediaros, cuya habilidad para interpretar la información y aplicarla a nuestro caso dependería de legitimaciones familiares. Haciendo esto, los profesionistas permiten que el resto de nosotros tengamos una vida, y no me parece probable que vayamos a despreciar pronto esta ganancia de la división moral del trabajo. El dios del tiempo o un meteorólogo, el profesionsita es nuestro medio para reducir la incertidumbre acerca de cosas importantes que no podemos verificar fácil o económicamente. Sugiero que éste es sólo un aspecto del mercado de los servicios profesionales, pero otro podría ser el surgimiento de formaciones tipo-estado arriba del nivel de la nación. Aquí, otra vez, pienso que regresamos a las percepciones de Smith y Spencer. Hay una sensación de que la globalización recapitula una experiencia de los siglos XVIII y XIX. Una de las grandes transformaciones que los sociólogos clásicos observaron fue la creación de mercados nacionales efectivos. El comercio no se definió por la velocidad de una carreta o la capacidad de carga de un animal. Canales, caminos y ferrocarriles se abrieron y unificaron naciones. Los avances posteriores en la división del trabajo se hicieron posibles como áreas especializadas en bienes para los que tenían una ventaja comparativa. La movilidad acelerada y democratizada de la gente unió culturas nacionales, así como también creó lenguajes nacionales. Starr (1982, pp. 69-71) ha señalado el impacto del automóvil y el teléfono en la práctica de la medicina. Él opina que estos medios llevaron a ganancias en la productividad del orden de 300%, reduciendo los costos e incrementando también la accesibilidad. No estoy enterado de cifras similares en otras profesiones, pero me sorprendería si fueran muy diferentes. Llegó a ser sorprendentemente accesible para todos vivir entre profesionistas y ser capaces de viajar grandes distancias para mantener la especialización en la práctica. Al mismo tiempo, estos cambios materiales facilitaron el tipo de estandarización cultural que he señalado. Una comunidad rural en la década de 1870, quizá no tuvo opción más que recurrir a una partera para el nacimiento de un niño, para la década 1920 la misma comunidad estaría en las manos de un practicante con licencia oficial y pudiera contar con los medios de transporte suficientes para trasladar a la mujer en labor de parto a un hospital. Decidir el lugar para el nacimiento de un bebé y el médico para atenderlo se convirtió en una elección real. Un tema común en el Occidente actual ha sido la llegada del orden a las fronteras. Ante la ausencia de jueces, abogados y restricciones jurídicas la gente tuvo que solucionar sus disputas a su manera. Ya para la década de 1890 el incremento de los ferrocarriles y la creación de los mercados nacionales hicieron muy difícil seguir manteniendo esa situación. Una cadena de contratos que se extendió desde el suroeste, pasando por el medio oeste hasta la costa oeste, no podía depender del uso de las armas para definir los derechos de propiedad de la tierra o del ganado. Los mercados nacionales requerían unas leyes y una contabilidad nacionales, entre otros. Cuando los proyectos de gran capital en ese periodo fueron emprendidos, una parte importante en la seguridad para los inversionistas fue la certificación de las habilidades de los constructores. Los primeros ferrocarriles probablemente fueron construidos por ingenieros autodidactas; sin embargo, para finales de siglo, se desarrollaron sistemas complejos para formar aprendices y la evaluación formal. Si reconocemos el papel simbiótico de los profesionistas y los mercados, entonces podemos ver la lógica funcional de su globalización. Spencer pensaba que el estado-nación iba a ser una fase pasajera en la sociedad humana. Él era muy crítico sobre su duración a través del colonialismo, donde la vida en las colonias era subordinada a la de la metrópolis. Desde su punto de vista, la gente que no era de Europa debió haber sido llevada a un régimen de libre comercio internacional que les permitiera identificar dónde se encontraban sus ventajas comparativas, para concentrarse en ellas. Sin embargo, el mercado seguiría requiriendo un orden: un contrato tenía que seguir siendo ser un contrato dondequiera que fuera hecho. Creo que esto es, lo que empujará a las profesiones hacia un tipo de organización global que trascienda la del estado-nación. Si vemos los mercados internacionales hoy en día, veremos mucho más del capitalismo sin reglas y anárquico que el vieron nuestros predecesores. Finalmente, ese orden demostró que era insostenible. La lógica de la empresa a gran escala requirió un grado de administración de su ambiente organizacional que controlara al sistema. Cuando tienes que movilizar capital mundialmente para construir el Canal-Túnel o el puente que va desde Suecia hasta Dinamarca, entonces necesitas ingenieros cuyas habilidades sean reconocidas por todos los banqueros internacionales y necesitarás un régimen legal y de contabilidad en el que cualquiera pueda confiar. El orden global necesita grupos que promuevan la confianza, así como alguna vez lo hizo el orden nacional. Esos grupos no necesariamente tienen que estar organizados de la misma manera que las profesiones en la era de los estados-nación. Su descendencia desde las profesiones nacionales puede ser más simbólica que real, tanto como el linaje de las profesiones medievales a las modernas. Las profesiones globales no se situarán al lado de una entidad de tipo estado único, pero forman parte de una red de cuerpos internacionales dedicados a regular, coordinar y dirigir la actividad económica y el riesgo político. Las profesiones nacionales coexistirán con ellos en algunas áreas menos tocadas por el orden global –la salud y el bienestar social son un ejemplo en particular–. Si estoy convencido de algo, es que los obituarios para las profesiones son incuestionablemente prematuros. Sospecho que nuestros sucesores en la víspera del tercer milenio, todavía estarán discutiendo sobre las profesiones con la misma mezcla de sospecha y admiración.
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1Este artículo fue presentado originalmente en la Conferencia ISA, celebrada del 11 al 13 de septiembre de 1996 en Nottingham (Reino Unido) y fue publicado en inglés en International Review of Sociology, volumen 9, número 1, de marzo de 1999.
2Esta discusión incluye tanto a los boticarios como a los médicos, a pesar de la conexión de los primeros con el comercio. Smith señala que la “ganancia de los boticarios” es usada como una metáfora para el exceso y lo extravagante. En realidad, esto representa el valor agregado de las medicinas actuales vendidas por la habilidad y la confianza que refleja la persona que las ofrece (Smith, 1776/1976a, p. 125).
Para citar este artículo, le recomendamos el siguiente formato:
Dingwall, R. (2004). Las profesiones y el orden social en una sociedad global. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 6 (1). Consultado el día de mes de año en: http://redie.uabc.mx/vol6no1/contenido-dingwall.html