Revista Electrónica de Investigación Educativa
Vol. 5, Núm. 2, 2003
¿Qué sabemos en realidad de lo que supone
ser niño en un nuevo país?
Obra reseñada:
La infancia de la inmigración ofrece un extraordinario estudio de la inmigración a Estados Unidos. Literalmente representantes del mundo entero migrando hacia Estados Unidos: latinos, africanos, caribeños y asiáticos constituyen su objeto de estudio. Analiza diferencias entre grupos étnicos, nacionales y generacionales y centra sus reflexiones en un imaginario común, aquél anclado en la exclamación: “¡Con educación se puede hacer cualquier cosa!” (p.181). Centra la atención en los escenarios escolares, pues la escuela es el primer contacto sistemático de los niños con los nuevos modelos culturales. El extenso estudio de Carola y Marcelo Suárez Orozco se centra en la infancia de la primera generación, es decir, en aquellos nacidos en el extranjero que migran a los Estados Unidos. El estudio no abarca un grupo étnico o nacionalidad específico; sin embargo, si podemos vislumbrar un escenario privilegiado, la escuela y una generación, la infancia de la primera generación. El libro demuestra sobradamente que en México y el resto del mundo, para quien emigra a los Estados Unidos, la expectativa de “vivir mejor” se traduce en la posibilidad de que los niños vayan a la escuela. ¿De qué forma se resignifica o permanece representada la escuela al hacerla continente y contenido de sueños, proyectos y futuros de mexicanos, caribeños, centroamericanos, chinos, rusos, peruanos, vietnamitas, coreanos que huyen, se fugan, viajan, se desplazan por muy diferentes razones, mas un solo ideal: una “vida mejor?” El estudio es amplio y reta nuestra capacidad de asimilación. Las ventajas de su lectura son evidentes. Tenemos a la vista una vasta gama de modelos de asimilación, resistencia, aculturación e identificación de las identidades de los migrantes, en un país con el capital económico y cultural que presenta Estados Unidos.1 Los estudios sobre la migración con derivaciones al campo educativo empiezan a ser considerados de importancia fundamental por la academia en México. Nos hemos especializado como exportadores de cuerpos hacia los Estados Unidos, mas no como estudiosos de su futuro educativo, problemas, particularidades y retos de la migración que cruza la frontera norte. En el texto se plantean muy diversas preguntas. Resaltan: ¿Qué sabemos de los hijos de los inmigrantes a Estados Unidos? ¿Cómo afecta la inmigración al sistema familiar? ¿Cómo se adaptan los niños a las escuelas y cómo realizan la transición al lugar de trabajo? Parece ser que, hasta hace poco tiempo, el hecho de abandonar el país de origen se consideraba “traicionarlo”. Esto, entre otros imaginarios relacionados con la invisibilidad de la migración que exporta vs. la que importa, restaba el impulso geométrico del estudio y análisis educativo que demanda un fenómeno como éste. No cabe la menor duda que el estudio de la migración y sus vínculos con el campo educativo debieran acompañar nuestras mexicanas y mojadas espaldas sumidas en estadísticas crecientes, visibles principalmente a partir de excesos y faltas a los que son expuestos al cruzar fronteras y buscar vivir mejor (muertos por exceso, ahogados, y por falta, deshidratados). Contamos con estadísticas que nos acompañana día a día, impactan, conmueven pero no representan con la suficiente fuerza y diversidad la variedad de experiencias, éxitos y fracasos relativos a la migración y sus causas. Al exportar el “producto”, deja de ser visible y pasa a considerarse un “problema” que debe resolver el “otro lado”. Es sólo recientemente que la migración masiva a los Estados Unidos nos ha explotado en las conciencias, y estamos como nación, gobierno, sistema educativo y academia reaccionando ante los muchos problemas y circunstancias que despierta este fenómeno. Actualmente contamos con centros, programas gubernamentales, institutos dedicados al estudio y protección de los migrantes y sus espaldas. Los académicos ¿estamos listos para “sacar la lengua” y cubrir con ella las espaldas mojadas de nuestros migrantes? Carola y Marcelo Suárez-Orozco la sacan. Nos despliegan razones, estadísticas, etnografías, testimonios, teorías sobre la migración de mexicanos, caribeños, centroamericanos, chinos, rusos, peruanos, vietnamitas y coreanos a Estados Unidos. Sus reflexiones están encaminadas a replantear y resignificar la “misión” tan cuestionada de la escuela como la salvación y el medio para la superación personal y comunitaria. La infancia de la inmigración construye contenido y campos de estudio que se vinculan preferentemente con los temas de la diversidad cultural y la interculturalidad, territorios que empiezan a vislumbrarse en las fronteras de nuestro campo educativo. Digo en las fronteras porque una propuesta de conocimiento como la ofrecida a partir de este texto, se ubica en los límites del campo pedagógico y del conocimiento cultural. El texto nos apresura a considerar que la nación mexicana “termina” sólo formal y geográficamente en el río Bravo. Existencial y realmente llega hasta Chicago, California, Carolina del Nore y del Sur, Texas, Arizona, Florida, Nueva York, donde millones de mexicanos y de mexicano-americanos sueñan con tener una vida mejor e imaginan a la escuela como el medio privilegiado para lograrlo. Con el fin de ofrecer un estudio vasto sobre la expectativa de la escuela en las diferentes redes migratorias, se centra en las diferencias de raza (color), nivel socioeconómico, edad, nacionalidad y mucho menos en las de género. Aún considerando el esfuerzo bastante exitoso del estudio por abarcar las marcas de la clase social, nacionalidad, raza, edad y el género y sus variantes, comprobamos cómo las divisiones y particularidades debidas al género son de frágil consideración, aun en este estudio. La vastedad de identidades a considerar, así como de nacionalidades lleva a que algunas marcas, como el género, se pierdan en muchas ocasiones. El libro proyecta una infinidad de ventanas que nos acercan a la comprensión y al análisis de cómo se construyen las identidades biculturales, migrantes, fronterizas, híbridas, y el papel, no sólo de la escuela, sino del imaginario que ésta produce en los migrantes. Aporta ejemplos, testimonios, modelos teóricos, debates interdisciplinarios y estadísticas sobre las diferentes reacciones de los migrantes a su llegada a los Estados Unidos, con la variante del enfoque. No existen muchos estudios que se centren en las formas como se vive la migración desde la infancia y la escuela. Los autores nos ofrecen un viaje por la infancia desterritorializada geográficamente, aunque de diferentes maneras finca su territorialidad a partir de la configuración de sus identidades. El trabajo considera la relación de los migrantes con la dignidad del origen, la asimilación o el rechazo de la lengua, la memoria y la experiencia de los padres en Estados Unidos. En una palabra, presenta la diversidad de la experiencia psicosocial de la inmigración. Nos ofrece una amplia revisión y reflexión sobre las ambivalencias frente a la incorporación a la cultura dominante o su resistencia, polaridades que la escuela posibilita paradójicamente. También se enfoca en las reformas educativas bilingües y su efecto en las generaciones de inmigrantes recientes. Se abordan los diferentes actos jurídicos que han definido a la escuela como un medio para la educación bilingüe o monolingüe, desde el Bilingual Educational Act, de 1968, hasta las últimas reformas que han debilitado fuertemente a la eduación bilingüe. Si estamos abocados al problema de la construcción de identidades, el capítulo “Las identidades y los estilos de adaptación” (p. 178) resulta particularmente interesante. Los autores refieren tres modelos, tres maneras de pertenecer, desvincularse o negociar con los escenarios educativos y las formas culturales encontradas al migrar: “La huída étnica”, las “identidades de oposición activa” y las “identidades transculturales”. Estos modelos visualizan la escuela como dispositivo asimilador, “blanqueador” o de resistencia en las vidas de los niños migrantes. La primera modalidad habla de cómo los jóvenes adoptan y recrean conductas locales que los llevan a abandonar los referentes culturales de su país de origen. Este modelo coincide con una educación prevista por los padres para que los hijos asimilen la nueva cultura, lo cual supone un costo emocional y social importante. La escuela contribuye fuertemente a la pérdida de la lengua materna y el niño o niña pierden así el soporte que sostiene la cultura mexicana. El segundo modelo remarca la actitud contraria, la oposición a la nueva cultura y un regreso esencialista a las formas que configuran la identidad nacional de los inmigrantes. A partir de trabajos tan reconcidos como el de Alejandro Portes, se explican las actitudes patológicas de algunos migrantes jóvenes: La aceptación de alguna marca de la cultura dominante, se entiende como traición a la propia. Al respecto, es interesante el estudio de la literatura escrita por migrantes y de las formas cómo este espacio literario ejemplifica y explica las diferentes experiencias migratorias. Los autores básicamente se remiten a escritores masculinos para ejemplificar los abismos, fracturas y esperanzas de la migración, aun cuando también existen múltiples escritoras, de primera generación. Respecto al tercer modelo, las identidades “transculturales”, éstas se consideran identidades “puente”. A partir del testimonio de Silvia, una mujer centroamericana llegada a los Estados Unidos en la década de los ochenta, se presentan a este país como ”un lugar en el que puedes ascender o descender” (p. 196). Reconoce que un profesor norteamericano de psicología del instituto le proporcionó valiosos consejos culturales. Silvia descubre que, a diferencia de El Salvador, en los Estados Unidos no ayuda una actitud de sumisión a la autoridad. Los autores señalan estas identidades como las más exitosas. Son inmigrantes que han resultado favorecidos por algún maestro que los ayudó y animó, por un programa que los impusó y por la convicción en las oportunidades que da la escuela. Dichas identidades corresponden a aquéllas que más se han adaptado a los procesos de la globalización. El libro ofrece todas las razones para considerar al pluriculturalismo y multiculturalismo como propuestas educativas inmejorables para la formación bicultural y bilingüe de los inmigrantes. Al ser un estudio llevado a cabo en los Estados Unidos, se privilegia el término de pluri y multiculturalismo sobre el concepto de interculturalismo, de mayor connotación latinoamericana. El estudio convence de que las identidades transculturales, las identidades biculturales o “puente” son el reto educativo de la globalización. En voz de los autores:
1 Este estudio fue publicado originalmente en inglés en vinculación con el Harvard Immigration Project y con financiamiento de la W.T Grant Foundation, la Spencer Foundation y la National Science Foundation. Carola y Marcelo Suárez-Orozco son coodirectores de uno de los mayores estudios longitudinales sobre niñas y niños inmigrantes y sus familias. Ambos son profesores en Harvard, en el Departamento de Educación. Para citar este artículo, le recomendamos el siguiente formato:
Belausteguigoitia, M. (2003). ¿Qué sabemos en realidad de lo que supone ser niño en un nuevo país? [Reseña del libro: La infancia de la inmigración]. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 5 (2). Consultada el día de mes de año en: |