Revista Electrónica
de Investigación Educativa
Vol. 17, Núm. 1, 2015
Procesos
de formación para una ciudadanía activa
Amelia Molina García
meluxmolina@hotmail.com
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
(Recibido: 17 de septiembre
de 2014;
Aceptado para su publicación: 18 noviembre de 201)
Obra reseñada
Yurén, T. (2013). Ciudadanía y Educación. Ideales,
dilemas y posibilidades de la formación ético-política.
México:
Juan Pablos Editor-Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 202 pp.
La obra que reseñamos parte de dos cuestionamientos esenciales que orientan
su construcción: ¿cuáles son las características
de los ciudadanos capaces de ampliar la democracia, de resistir y transformar
las estructuras sociales que generan y reproducen la justicia?, ¿cuáles
de esas características deberían convertirse en objetivos de la
formación para la ciudadanía y qué lineamientos habría
que aplicar?
Bajo estas interrogantes, Teresa Yurén hace una serie de planteamientos
encaminados a promover la participación para formar ciudadanos activos,
que generen los cambios que requiere el país. Menciona que existen diversas
razones por las que es necesario ocuparse de esas transformaciones sociales,
sin embargo, reconoce dos esenciales: la que refiere al ambiente de inseguridad
–por demás conocido por las personas que habitamos este país–,
y la atribuida al debilitamiento (o adelgazamiento) de los estados nacionales,
por el fuerte sometimiento a los designios de organismos internacionales y de
poderosas empresas trasnacionales.
El objetivo del libro es sacar a la luz aspectos que deberían tenerse
en cuenta en los procesos de formación para una ciudadanía activa,
que tenga como finalidad la justicia y como principio la democracia. La autora
confía en convencer al lector sobre la necesidad de desarrollar la capacidad
de agencia, es decir, un sentido práxico de la acción, lo que
requiere competencias y motivaciones para el ejercicio de la democracia deliberativa,
la democracia ampliada y el sentido de justicia. Parte de reconocer y exponer
la imposibilidad de fijar o “atar” una noción de “ciudadanía”,
la cual está ligada a instituciones, conflictos y situaciones que la
hacen evolucionar constantemente. Y que en todo caso, hay acciones encaminadas
a su definición formal por parte de hegemonías y eticidades cambiantes.
Para lograr lo propuesto, Yurén desarrolla cuatro capítulos, en
los que realiza una revisión de la historia del pensamiento político
del mundo occidental (capítulo 1); recupera los posicionamientos teóricos
en torno a las dificultades para el ejercicio de una ciudadanía basada
en la justicia y la democracia (Cap. 2 “Dilemas y facetas de la ciudadanía:
temas de la formación”); en el tercer capítulo revisa las
maneras como se ha entendido la formación ciudadana en México,
en especial desde los proyectos educativos; y por último, en el capítulo
4 (“la formación de la ciudadanía práxica), examina
las competencias comprendidas en la capacidad de agencia, requeridas para el
ejercicio de una ciudadanía activa y los rasgos que conlleva considerar
al ciudadano como sujeto práxico, a partir de dos ejes fundamentales:
la política y la ética.
El libro refleja de manera plena la formación y puntos de interés
de la autora, quien desde su habitus filosófico muestra su ethos
pedagógico, ya que refleja su compromiso no sólo académico
sino con la vida y, por ende, con la educación, para hacer de este mundo
un espacio de realización, en donde los seres humanos aprenden a vivir
juntos, en busca de una convivencia armónica.
En este mundo lleno de complejidades, la autora se refleja como la eterna educadora,
al fomentar el compromiso con lo que uno hace como educador, siempre mirando
a ese otro en formación, pero también ese otro que nos enseña,
no sólo a ser mejor persona, sino cómo ser un mejor ciudadano
con posibilidades de transformación social.
Puedo afirmar que se trata de una obra abordada de manera innovadora; que aporta
elementos de reflexión amplios y con un soporte teórico consistente.
El desarrollo temático muestra un orden lógico y sistemático;
va derivando niveles de complejidad que llevan de la mano al lector para una
comprensión reflexiva de los temas tratados. Introduce en el proceso
mismo de construcción de la noción de ciudadanía, de manera
que no da espacio para la recepción acrítica; por el contrario,
desde una dimensión ético-política mantiene al lector en
reflexión-activa. Si bien hace recuperaciones esenciales de autores clásicos-clave,
no abandona al lector en revisiones aparentes, puesto que reconoce aportes,
semejanzas, distinciones y tensiones entre los autores revisados.
Es un libro contundente y consistente, que mueve en las entrañas más
sensibles, no sólo académicas sino de la vida en lo particular,
porque formar ciudadanía nos compete a todos, en cada momento en el sin
saber qué hacer y hacia dónde caminar en busca de la transformación
de entorno inmediato que se torna en riesgo, como afirma Beck (2006).
La reconstrucción histórica –no historiográfica–
que hace Yurén permite, por un lado, entender el papel fundamental de
la filosofía en esos procesos formativos, que en recientes discusiones
de política educativa se quiere “borrar” de los currícula
en la educación media superior; cuando son justo tales aportes de esta
ciencia, los que nos permiten mantener viva la perspectiva reflexiva en nuestro
hacer en el campo de la ciudadanía activa. Y por otro lado, invita a
reconocer que es necesaria una revisión puntual de lo que implica asumir
determinada postura en la orientación educativa hacia la formación
para la ciudadanía. Justamente, necesitamos estar conscientes de los
principios que podrían conducir a la transformación de una educación
democrática, práxica y con un sentido de justicia.
La autora no intenta mostrar una visión unívoca de la noción
de ciudadanía, sino que invita a profundizar sobre la diversidad de perspectivas,
las implicaciones que éstas conllevan y cómo éstas conforman
culturas sobre teoría política, pues si bien los ejes y construcciones
de las connotaciones analíticas varían entre los diversos autores,
es allí donde ella señala la agudeza analítica que debemos
desarrollar como analistas del campo educativo y, en especial, como productores
de conocimiento en el campo de la ciudadanía y la educación. Además
de que tal ejercicio analítico tiene estrecha relación y constituye
la razón esencial en la formación para ciudadanía
A pesar de ser un libro con una amplia revisión teórica, es un
texto amigable, ya que por su lenguaje y estructura se lee de manera sencilla.
Conduce por el “plano de las oportunidades” en lugar de colocarnos
en lamentaciones, como lo hacen muchos otros, al decir que somos producto de
una herencia histórica y que estamos en un callejón sin salida,
al identificar que nuestras prácticas sociopolíticas (ancestrales)
están colmadas de vicios y corruptelas.
En cada capítulo, Yurén plantea reflexiones que, a su vez, invitan
a reflexionar sobre nuestro quehacer como educadores, y sobre cómo nos
vamos posicionando ante esas situaciones que reproducimos de manera inconsciente
trocándonos en siervos en lugar de transformadores de esas realidades
con un sentido práxico y emancipatorio. Invita a despertar consciencias
sobre cómo estamos conformando o ejerciendo esa “ciudadanía”
que creemos democrática. Aspectos reiterativos que se van identificando
a lo largo de la obra, y que es necesario revisar; como es el caso del proceso
de autorregulación (elemento formativo del sujeto, y base en la conformación
de la ciudadanía), incluido en los programas de secundaria como autocontrol,
restándole posibilidades formativas.
De la misma manera, reconoce que si bien los programas de Formación Cívica
y Ética (Secretaría de Educación Pública, 2011)
se han modificado, aún es necesario trabajar algunos aspectos, como menciona:
La clave del cambio en el significado que se le dio a la formación ciudadana radica en que la autonomía se entiende “como capacidad para elegir libremente entre diversas opciones de valor, con referencia a principios éticos identificados con los derechos humanos y la democracia.
Es decir, se le llama autonomía a lo que en realidad son las pautas
de valor del sistema de eticidad vigente, incorporadas en las leyes. Esto tiene
un inconveniente: aunque esas pautas fuesen reconocidas universalmente como
valiosas, son pautas ya existentes; por tanto, adherirse a ellas porque se presentan
como algo apreciado por muchos no significa construir principios morales de
manera autónoma: “(…) significa que en lugar de fomentar
la autonomía se socializa a los educandos en los valores ya existentes
y se elude al proceso de ayudarle a construir sus propios principios”
(p.133).
Con señalamientos de este tipo, la autora va iluminando el campo, no
para saber por dónde andar, sino para ir construyendo ese camino desde
lo andado y desde lo que nos resta por andar, asumir abriendo brecha. Es decir,
al compartir tanto sus hallazgos como los de otros autores, marca la necesidad
de entender diferencias esenciales en la formación para la ciudadanía
y el ejercicio de la misma.
Resulta así, de suma importancia, revisar las implicaciones que trastocan
la construcción de la noción de educación para la ciudadanía,
puesto que depende de la postura teórico-filosófica en la que
se ubique o de las ideas que la orienten, preguntarse sobre qué tipo
de sujeto-ciudadano estamos formando; qué implica pedagógicamente
tal formación, sobre todo al pretender una ciudadanía activa,
con sentido praxiológico.
Finalmente, con este breve recorte, quiero sembrar la inquietud para que el
libro se lea con detenimiento nos preguntemos: ¿qué hacer desde
donde estamos?, ¿cómo asumir el reto en la construcción
de una nueva ciudadanía, con capacidad de agencia?, y ¿cómo
promover una participación activa en los asuntos de la res publica?
Para citar esta reseña, le recomendamos el siguiente formato:
Molina, A. (2015). Proceso de formación para una ciudadanía activa.
Revista Electrónica de Investigación Educativa, 17(1),
1-4. Recuperado de
http://redie.uabc.mx/vol17no1/contenido-molinag.html