Revista
Electrónica de Investigación Educativa
Vol. 16, Núm. 3, 2014
Consumo
cultural del libro y la lectura1
en estudiantes de secundaria en Jalisco
Mayela Eugenia Villalpando Aguilar
eugenia27va@yahoo.com
Centro de Investigaciones Pedagógicas y Sociales
Secretaría de Educación Jalisco
Av. Prolongación Alcalde No. 1351
Edif. "B", Torre de Educación, Col. Miraflores C.P. 44280
Guadalajara, Jalisco, México
(Recibido: 25 de noviembre de 2013; Aceptado para su publicación:
18 de septiembre de 2014)
Resumen
El objetivo de este estudio es analizar el peso de las variables de nivel sociocultural
familiar, tamaño de localidad de residencia y género en el consumo
cultural del libro y la lectura en estudiantes de secundaria en Jalisco (México).
El método es descriptivo, se realizaon encuestas que miden el consumo
cultural de los adolescentes a través del acceso, las preferencias y
valoración de los libros y la lectura. La muestra está conformada
por 2,172 estudiantes de ambos sexos y edades comprendidas entre los 12 y los
17 años. Los resultados evidencian las desigualdades generadas en el
nivel sociocultural familiar en los patrones de acceso a los libros, edad en
que se inicia y personas que animan la lectura; patrones similares en el gusto
y valoración de la lectura entre los grupos de localidades por tamaño
de población y diferencias de género en las preferencias del tipo
de libros. La discusión aborda el consumo de bienes culturales en el
marco de la relación estructural del capital cultural familiar y capital
escolar.
Palabras clave: Consumo cultural del libro y la lectura, Estudiantes
de secundaria, Localidad de residencia, Nivel sociocultural, Género.
I. Introducción
El presente artículo analiza el consumo de bienes simbólicos con
fundamento en la teoría sociocultural de Bourdieu (1979), siendo una
de las premisas fundamentales la relación estructural del consumo y el
capital cultural que se presenta en los mercados de bienes y servicios. Esta
relación es definida por las posiciones y la distribución de grupos,
en el espacio social y geográfico, que posibilitan el acceso a los bienes
y constituye la estructura socioeconómica en las sociedades contemporáneas.
Desde esta perspectiva se concibe al consumo cultural como un conjunto de prácticas
socioculturales en las cuales se construyen significados y el sentido de la
vida a través de la apropiación y los usos de los bienes culturales
que se distribuyen entre la población, los cuales podrán tener
un valor simbólico predominante sobre los valores de uso y de cambio
(García Canclini, 2006). Asimismo, Brunner (2006) aporta elementos desde
la antropología simbólica estructural, concibiendo diversas dimensiones
de análisis del consumo cultural: a) distribución social de las
actividades culturales; b) frecuencia de determinados consumos, y c) manifestación
de preferencias, gustos y valoración de los productos culturales.
Con respecto a la concepción de los jóvenes adolescentes, la perspectiva
sociocultural de Bourdieu (2000) propone enmarcar a la juventud, no como una
categoría objetiva que remite a un grupo social homogéneo delimitado
con un criterio de edad biológica, sino enmarcado en un sistema de relaciones
sociales que define, en cada campo, los espacios estructurados y jerarquizados
de posiciones, con capitales y creencias específicas en los sujetos.
El análisis sociológico de las relaciones de los jóvenes
con el mercado de bienes simbólicos permite reflejar la heterogeneidad
social a través de las diferencias observadas en los sujetos, cuyas definiciones
varían en función de la clase y espacio social, el género
y la ubicación geográfica por tamaño de la localidad, que
los caracteriza.
Conviene recordar que por género se entiende el conjunto de
creencias, prescripciones, atribuciones y aun emociones, construidas cultural
y socialmente sobre la base de la diferencia sexual. En este sentido, es la
sociedad la que determina qué es lo “propio” del hombre y
de la mujer, así como los respectivos espacios en donde se desarrollan
preferentemente sus actividades y ocupaciones, es decir, las instituciones sociales
ofrecen y asignan los roles y pautas de comportamiento que serán interiorizados
durante la socialización de los individuos conformando así su
identidad de género.
1.1 Distribución territorial de los patrones de consumo cultural
El espacio geográfico se puede jerarquizar respecto a los niveles económico,
social y cultural de la población, los cuales se presumen más
elevados en las concentraciones metropolitanas y en las poblaciones urbanas
de las ciudades medianas. Se espera que estos niveles alcancen su valor más
bajo en las localidades rurales que cuentan con menos de 2,500 habitantes.
Esta jerarquización se debe a una desigualdad en la infraestructura comunicativa
que favorece la accesibilidad geográfica, los servicios urbanos a la
producción y la cualificación de los recursos humanos, así
como un sistema urbano de espacios y actividades culturales (es importante señalar
que esta desigualdad es percibida por los individuos y las instituciones).
Tomando como referencia la obra de Bourdieu (1979), se establece el valor simbólico
de la residencia con relación a la oferta cultural ligada a la densidad
del capital cultural que se traduce en oportunidades objetivas ofrecidas a la
población para el acceso a los bienes simbólicos.
1.2 El enfoque sociocultural del libro y la lectura
La lectura es uno de los rubros que tradicionalmente se consideran como parte
del consumo cultural. Si bien constituye por sí misma una actividad considerada
patrimonio escolar, es también un elemento central para la reproducción
del capital cultural de un grupo social.
En el ámbito educativo mexicano hace apenas dos décadas que comienza
a discutirse esta concepción alternativa de la lectura, ya que anteriormente
prevalecía entre los educadores la idea de que ser lector se limita a
ser alfabetizado, esto es, tener la capacidad de decodificar textos escritos.
Las teorías pedagógicas clásicas enfocan al alumno como
el centro de la actividad lectora, mientras que las teorías socioculturales
ubican a la lectura en un contexto social, lo cual implica que se aprende a
leer de otros lectores y de los textos que rodean al lector (Kalman, 2006).
En la perspectiva sociocultural se considera al libro y a la lectura como bienes
simbólicos que forman parte del capital cultural que transmiten las instituciones,
la familia y la escuela, entre otras, y que constituyen los códigos básicos
de acceso a la cultura letrada y socialmente legitimada. Asimismo, el capital
escolar es el producto acumulado de la transmisión cultural asegurada
por la familia y certificada por la escuela “cuya eficacia depende de
la importancia del capital cultural directamente heredado de la familia”
(Bourdieu, 2000, p. 20).
En relación con la lectura, el capital cultural familiar, medido a través
del nivel sociocultural familiar, se refleja en las condiciones que apoyan su
desarrollo, como son, el nivel de escolaridad alcanzado por el jefe de familia
y los bienes o equipamiento cultural disponible en el hogar.
En la Encuesta Nacional de prácticas y consumos culturales (Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes [CONACULTA], 2004) se afirma
que el número de libros leídos depende directamente del nivel
de ingreso y el grado de educación; además, son los jóvenes
el segmento demográfico que lee más libros por año en nuestro
país, en promedio 5 libros per cápita, dos más
que el promedio general. Por su parte, en la Encuesta Nacional de Lectura (2012)
se menciona una disminución del 10% en el índice de lectores respecto
a la del 2006, aunque el grupo de 12 a 17 años sigue leyendo igual o
más (61%), en comparación con el resto de los grupos de edad,
y se concluye que la lectura es un asunto estrictamente educativo (Fundación
Mexicana para el Fomento de la Lectura [FunLectura], 2012).
Sin embargo, en Jalisco, como en el resto del país, es una cuestión
generalizada el deficiente nivel de lectura que se presenta en los estudiantes
de todos los niveles educativos (ENLACE, 2012). Considerando
esos resultados, esta investigación se interesa por una población
adolescente, que teniendo el mismo nivel de escolaridad, sea variable el género,
el nivel sociocultural familiar y el tamaño de la localidad donde reside
la familia al conformar los patrones de consumo cultural del libro y la lectura.
Con este fundamento se planteó la pregunta: ¿Cuál es el
peso de las variables de nivel sociocultural familiar, tamaño de la localidad
de residencia y género, en la conformación de los patrones de
consumo cultural del libro y la lectura en estudiantes de secundaria? Los supuestos
que guían la indagación del estudio son dos; el primero se sustenta
en los resultados que señalan a la escolaridad como el factor socio-demográfico
de mayor peso en la conformación de las prácticas culturales de
los mexicanos (CONACULTA, 2004).
Por otra parte, Bourdieu (2000) considera a la escolaridad como indicador del
capital escolar, producto del resultado acumulado de la transmisión cultural
asegurada por la escuela y por la familia. Por tanto, al tener escolaridad equivalente
en la población objeto del presente estudio (educación secundaria),
se considera que la eficacia de la transmisión cultural depende del capital
cultural heredado de la familia. Este concepto se define operacionalmente en
el nivel sociocultural familiar. Por tanto, el planteamiento del primer supuesto
es: A escolaridad igual, los factores que conforman el perfil del consumo cultural
de los adolescentes son: el nivel sociocultural familiar (medido a través
del acceso a bienes culturales en el hogar y el nivel de escolaridad del jefe
de familia), y el género.
El segundo supuesto se deriva de los resultados de la Encuesta Nacional sobre
prácticas y consumo culturales (2004), que afirma la existencia de una
relación entre el tamaño de la población (número
de residentes) en las localidades y los patrones de consumo cultural existentes.
Por tanto, el planteamiento es el siguiente: Existen patrones similares de consumo
cultural de los adolescentes que habitan en localidades con el mismo tamaño
de población, independientemente de la región geográfica
a la que pertenecen.
II. Método
El estudio realizado es descriptivo, mediante encuesta ofrece información
sustentada en la distribución porcentual de frecuencias respecto a la
relación entre las variables señaladas y el consumo cultural del
libro y la lectura de los adolescentes en Jalisco. Al elaborar la encuesta se
hizo la selección de los ítems que se consideraron pertinentes
de la Encuesta Nacional sobre prácticas y consumo culturales (2004),
adecuándolos a las características y formas de interacción
propias de los adolescentes de 12 a 17 años de edad en situación
de escolarización formal de nivel secundario. Asimismo, se agregó
una selección de ítems de la Encuesta Nacional de Lectura (CONACULTA,
2006) para el rubro específico de la lectura y se consideraron libros,
revistas y periódico para el rubro de las preferencias por género.
La ficha metodológica quedó estructurada de la siguiente forma:
Tipo de estudio: Encuesta de consumo cultural diseñada y aplicada con
estudiantes de secundaria en Jalisco en los ciclos escolares 2008-2009 y 2009-2010
con representatividad estatal.
Fechas de levantamiento: Junio y Julio de 2009. Octubre y Noviembre de 2009.
Febrero a Mayo de 2010.
Población: 1,789 escuelas y 374,763 estudiantes.
Procedimiento de muestreo: La muestra consistió en 328 escuelas distribuidas
por modalidad escolar. Se estableció una cuota fija de estudiantes por
escuela.
Tamaño de la muestra: 2,172 estudiantes.
Método de selección de escuelas: Aleatorio simple y juicio de
experto.
Método de selección de encuestados: de manera sistemática
y aleatoria.
Características de la Muestra: Sexo: Hombres: 974 (44.8%), Mujeres: 1,198
(55.2%). Edad: 12 años: 239; 13 años: 663; 14 años: 728;
15 años: 457; 16 años: 66; 17 años: 19 estudiantes. Grados:
primero: 699; segundo: 714 y tercero: 759.
Modalidad escolar: General: 955; Técnica: 473; Telesecundaria: 681; Comunitaria:
63. Localidad: Rural: 838; Urbana: 747; Metropolitana: 587.
Procedimiento de recolección de datos: Aplicación de encuestas
por grado en cada escuela. El 85% de la aplicación se hizo mediante cuestionarios
impresos y el 15% restante se encuestó en línea.
Procedimiento de análisis de datos: Se conformó una base de datos
y se utilizó el programa SPSS para su procesamiento. Se obtuvieron descripciones
con medidas de tendencia central, distribuciones porcentuales de frecuencias
y gráficas de comparación sin prueba estadística.
III. Resultados
Este apartado expone los resultados del análisis de la información
recabada a través de la encuesta. En la primera parte se presenta la
caracterización de la muestra a través de dos perfiles: 1) El
territorial describe los datos con base en seis estratos de localidades
y, 2) El sociocultural que se integra por el nivel de instrucción
del jefe de familia y el equipamiento cultural en la vivienda; en la segunda
parte se muestran los patrones de consumo cultural del libro y la lectura con
relación a las variables mencionadas.
El perfil territorial muestra la distribución de los datos de acuerdo
a la variable de tamaño de la localidad de residencia, clasificada en
seis estratos de localidades (ver Tabla I); para los primeros cinco grupos se
toma como base la estratificación presentada en la Encuesta nacional
sobre prácticas y consumos culturales (CONACULTA,
2004) a la que se agregó un sexto grupo, que incluye a las localidades
de población rural (Instituti Nacional de Estadística y Geografía
[INEGI], 2005).
Tabla I. Distribución territorial de la muestra por localidades
y estratos
Asimismo, se consideró la modalidad escolar a la que asisten los estudiantes, por estar asociada al tamaño de la localidad de residencia (ver Tabla II). Del total de 2,172 estudiantes encuestados, un poco más de la tercera parte, 38.6% habita en localidades rurales (grupo VI); un 27% son estudiantes de la Zona Metropolitana de Guadalajara y Puerto Vallarta (grupos I y II), mientras que el 34.4% restante corresponde a los que viven en localidades urbanas de la Entidad (grupos III, IV y V).
Tabla II. Distribución de la muestra por modalidad escolar
y grupos de tamaño de población
Como se puede observar, los encuestados que habitan en localidades rurales
(grupo VI), corresponden en su gran mayoría (76.5%) a estudiantes que
asisten a la modalidad de telesecundaria; también se incluyen en este
grupo todos los alumnos de las escuelas comunitarias atendidas por el programa
Consejo Nacional de Fomento Educativo [CONAFE], los cuales
representan un 7.5% de ese grupo. El resto de estudiantes de localidades rurales,
un 16%, asiste a escuelas técnicas federales y secundarias generales
de sostenimiento federal, estatal y particular.
En las localidades urbanas (grupos III, IV y V), la mayoría de los estudiantes
(66%) se encuentran atendidos por las secundarias generales, tanto de financiamiento
público (50%) como privado (16%); en un 27% por secundarias técnicas
federales y sólo un 4% por técnicas estatales.
En el caso de los estudiantes que habitan en metrópolis (grupos I y II),
son atendidos en su mayor parte (68%) por secundarias generales, de financiamiento
público (52.5%) y particular (16%). Las escuelas secundarias técnicas
federales representan un 23% en estos grupos.
Con respecto al perfil sociocultural, se presenta en primer término la
relación de la escolaridad máxima del jefe de familia con la residencia
por localidades según los seis estratos del tamaño de población
ya considerados (ver Tabla III). A la suma de los porcentajes por localidad
se le agrega el monto correspondiente a los que no saben o no contestaron para
dar el 100%.
Tabla III. Distribución
porcentual de niveles de escolaridad del jefe de familia por localidades
Asimismo, el nivel sociocultural familiar se integra a través del equipamiento cultural en la vivienda (ver Tabla IV) con los bienes que se caracterizan principalmente por un valor de mediación con las expresiones de la cultura en la sociedad actual. El listado de bienes se retomó de la Encuesta Nacional sobre prácticas y consumo culturales (CONACULTA, 2004).
Tabla IV. Nivel de
escolaridad jefe familia/Distribución porcentual de equipamiento cultural
La tendencia que se presenta en el
nivel de escolaridad de educación superior es al aumento generalizado
de bienes en el hogar, aunque permanece constante la televisión y se
mantiene bajo el equipamiento de bienes artísticos, si bien éstos
se duplican con respecto al grupo cuya escolaridad es básica.
Los datos evidencian las desigualdades entre los estudiantes de secundaria encuestados,
debidas a la relación entre el grado de escolaridad del jefe de familia
y el equipamiento de bienes culturales en la vivienda.
Esta desigual distribución del nivel sociocultural familiar obliga a
la escuela, particularmente en la modalidad de telesecundaria, a considerar
los bienes culturales que requieren los estudiantes y si está en posibilidad
de ofertarlos ya que juega un papel compensatorio, particularmente en las poblaciones
pequeñas y rurales, brindando las condiciones indispensables para la
incorporación de los bienes culturales a las familias que no cuentan
con ellos.
Patrones de consumo cultural en libros y lectura
Acorde con la distribución territorial en seis grupos por tamaño
de localidad de residencia y modalidad escolar, en seguida se presenta información
acerca de la edad en que los estudiantes aprendieron a leer, los patrones del
gusto y la valoración que se tiene por la lectura y las razones para
hacerla.
Los resultados muestran que la edad en que se aprende a leer tiene relación
con el lugar en que viven los estudiantes; quienes habitan en localidades rurales
y poblaciones urbanas pequeñas (grupos V y VI) aprenden mayoritariamente,
en un 70%, con 6 y 7 años de edad, mientras que los alumnos de zona metropolitana
(grupos I y II) inician la lectura a los 4 y 5 años.
La edad en que los adolescentes aprendieron a leer también está
relacionada con el nivel sociocultural familiar, ya que la mayoría de
quienes tienen padres universitarios aprendieron a leer entre los 4 y 5 años,
mientras que los hijos de papás con educación básica lo
hicieron entre los 6 y 7 años. Al analizar el grupo de estudiantes de
localidades rurales por el tipo de escuela que los atiende, la diferencia se
refleja hasta en un 30% de quienes asisten a escuela comunitaria (CONAFE),
ya que aprenden a leer entre los 7 y 10 años de edad.
En cambio, en el gusto por la lectura hay pequeñas diferencias debidas
al lugar de residencia; alrededor del 50% de los estudiantes de secundaria manifiestan
que les gusta leer, a un 30% le gusta poco, y al 20% restante le gusta mucho.
Sólo en la zona metropolitana los encuestados manifiestan en igual proporción
(42%) que la lectura les gusta o les gusta poco.
La casa es el lugar preferido de lectura (alrededor del 60%) siendo el puntaje
más alto (71%) para los estudiantes que viven en ciudades (pertenecen
al grupo II) y el puntaje menor (52%) para los que viven en localidades rurales
(grupo VI); en preferencia de lugar para leer le sigue la escuela (entre el
30% y el 40%), excepto para los estudiantes de localidades rurales atendidos
por escuelas comunitarias, quienes declaran en un 60% que la escuela es el sitio
donde les gusta leer. Finalmente, otros sitios públicos, como la biblioteca
o el parque, son mínimamente elegidos para leer, independientemente de
la localidad de residencia.
La razón principal para leer es aprender (con un 50% en promedio) y le
siguen los motivos de diversión y hacer mejor los trabajos escolares,
20% y 15%, respectivamente; sólo en el caso de los estudiantes de localidades
rurales la proporción es inversa: 20% para mejorar los trabajos y 12%
para divertirse. En este mismo grupo se presenta el mínimo porcentaje
(2%) asignado a la lectura para ser culto, frente a un 12% asignado a este rubro
en estudiantes que viven en zona metropolitana. Es de resaltar el caso de los
estudiantes de escuelas comunitarias, quienes leen para aprender en 55%, para
hacer mejor los trabajos en 30% y ninguno para ser culto, lo cual coincide con
la apreciación que tienen de la lectura, como una actividad que generalmente
se realiza en la escuela.
De las razones para no leer que seleccionan los estudiantes de secundaria se
encuentran en primer término la falta de tiempo (28%) y la preferencia
por realizar otras actividades (25% en promedio). Se señala el no tener
un lugar apropiado para leer (16%) en proporción similar a no saber qué
leer (14% en promedio) y la falta de interés por leer lo que se tiene
cerca, el 10% en promedio.
En cuanto al patrón de acceso a los libros (ver Tabla V) entre los estudiantes
que habitan en zonas metropolitanas y localidades urbanas (grupos I a V), tiene
las siguientes características: Alrededor de un 75% manifiesta que han
ido al menos una vez a la librería y que la mayor parte de los libros
que han leído son comprados (55%). La cantidad de libros que compraron
en un año es de 2 a 6 en un 42%, y un 30% compró un libro. Un
tercio de los encuestados dice que tiene de 1 a 20 libros en su hogar, seguido
del 30% que afirma tener de 21 a 60.
Tabla V. Modalidades
de acceso a los libros
El patrón de acceso a los
libros del grupo de estudiantes que habita en localidades rurales presenta cifras
más bajas en comparación a los grupos de localidades urbanas y
metropolitanas. Esta desigualdad de oportunidades se observa en el acceso a
las librerías, la compra de libros y el número de éstos
disponibles en casa. En consecuencia, la procedencia de los libros que han leído
es mayoritariamente de la biblioteca o sala de lectura y, en menor proporción,
provienen del préstamo de un amigo.
Al analizar estos resultados por el tipo de escuela en las localidades rurales,
para los estudiantes de escuelas comunitarias, en el 60% los libros provienen
del préstamo (30% de un amigo y 30% de biblioteca), mientras que entre
los que asisten a telesecundarias, un 55% de los libros proviene de la biblioteca
o sala de lectura, y un 20% de un amigo.
Estos resultados confirman los de la Encuesta Nacional de Lectura (CONACULTA,
2006) entre los que se afirma que una parte importante de los materiales que
leen los mexicanos se consiguen a través de vías como las redes
familiares y de amigos, así como las bibliotecas y las salas de lectura;
estas últimas sobre todo en los estratos socioeconómicos medio
bajo y bajo, y en las localidades con un menor número de habitantes.
El promedio de libros leídos al año es de 2 a 6 en la mayoría
de los estudiantes en la entidad, aunque es de resaltar que un 35% de los encuestados
que habitan en localidades rurales menciona que ha leído 7 o más
libros en ese período.
Con respecto a las preferencias de tipo de lectura se presenta la siguiente
distribución porcentual: los estudiantes coinciden en señalar
en primer lugar el cuento y la novela, casi en la misma proporción; le
siguen los libros de historia, poesía y superación personal. El
tipo de lectura menos favorecido es el de la política, así como
las guías o manuales.
En cuanto a las personas que animan a leer a los estudiantes de secundaria aparecen,
en los primeros cinco grupos, mayoritariamente los papás con un porcentaje
superior (44%) en el grupo de la zona metropolitana. En seguida con una frecuencia
porcentual semejante (26% y 22%), los maestros y lo que se considera la lectura
por iniciativa propia.
Es interesante que los amigos se mencionan como un factor que favorece la lectura
en una menor proporción (8%).
En cambio, la mitad del grupo de estudiantes que habita en localidades rurales
y asiste a la telesecundaria o escuelas comunitarias, declara que los maestros
son actualmente quienes animan más a leer, seguido por un tercio que
afirma ser apoyado por los papás.
Al relacionar estos resultados con una de las condiciones que apoyan la lectura
como es el nivel de escolaridad del jefe de familia es clara la diferencia entre
las localidades, pues mientras en las familias rurales el nivel es, como máximo,
la educación básica (84%), en zonas metropolitanas la mayoría
de los jefes de familia cuenta con educación media o superior.
Estos resultados contrastan con los obtenidos en la Encuesta Nacional de Lectura
(CONACULTA, 2006), en donde se afirma que los papás
son el factor decisivo en la promoción de la lectura para los estudiantes
de primaria mas no para los de secundaria, ya que en la adolescencia los maestros
y compañeros de estudio resultan fundamentales para estimular la lectura.
Es de resaltar la influencia de los padres en la animación a la lectura
independiente durante la niñez y para mantener el hábito siendo
adulto (Encuesta Nacional de Lectura, 2012).
Por otra parte, para buscar información de tipo escolar la preferencia
está en la Internet, muy por encima del uso de los libros o las enciclopedias
digitales. Resulta un tanto paradójico que esta utilización prevalezca
aun cuando la conexión a Internet en la escuela se da en la menor proporción
que en el hogar o el cibercafé.
Con respecto a las actividades recreativas que se realizan en casa durante el
tiempo libre, los patrones son similares entre las localidades; en primer lugar,
escuchar música y ver la televisión; en segundo lugar, hacer tarea,
leer un libro y platicar por chat; en seguida, platicar con padres y hermanos,
jugar videojuegos y ver películas en VHS o DVD.
En lo concerniente a las preferencias de otros tipos de lectura, se incluyen
las revistas, historietas y periódicos; los patrones de frecuencia son
bajos y la variedad es similar entre los seis grupos por localidad, aunque se
enfatiza la poca lectura en los estudiantes de localidades rurales, quienes
en su mayoría (50% en promedio) declaran que casi nunca leen estos medios
de comunicación. El abanico de revistas seleccionadas también
resultó constante: las deportivas en un 20%, de espectáculos en
18%, las revistas femeninas, al igual que las de arte y cultura en 13%, y las
historietas con 12%.
Asimismo, se confirma la tendencia que presentan los resultados de la Encuesta
Nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales (CONACULTA,
2010) en el apartado de Jalisco, en los cuales aparece el 48% y el 60% respectivamente,
de quienes nunca leen el periódico ni las revistas.
A continuación, se describen los datos de acuerdo a la variable de género,
expresada en porcentajes en cuanto al gusto, valoración y uso de los
bienes culturales especificados en la encuesta. La distribución de la
muestra por género fue en total de 974 hombres y 1198 mujeres, lo cual
representa el 44.8% y el 55.2% respectivamente, del total de estudiantes de
secundaria encuestados.
En los resultados se puede apreciar, que si bien, los modelos tradicionales
que delimitan ambos sexos, siguen estando presentes cuando se trata de preferir
leer una revista de “ciencia, tecnología y computación”
(35.7% hombres y 13.5% mujeres) u otra de “salud, belleza y cocina”
(4.2% hombres y 49% mujeres); estos modelos no desempeñan un papel relevante
en el caso de los indicadores relacionados con las formas de uso y consumo a
través de los medios electrónicos.
En cuanto a la lectura, se presenta de igual manera, una diferencia en las razones
que eligieron para no leer, pues mientras los hombres admiten que no les gusta
esta actividad (25.7%) el porcentaje de mujeres es menor para la misma opción
(13.9%). Se advierte también un mayor porcentaje de mujeres (34%) que
leen por propia iniciativa que hombres (24.3%).
En el apartado de preferencias de lectura (ver Tabla VI), se presentan diferencias
de género en las temáticas seleccionadas: la novela, el cuento
y la superación personal son lo más gustado en el caso de las
adolescentes mientras que para ellos lo son el cuento, la historia y en tercer
lugar, libros científicos y técnicos.
Tabla VI. Preferencias
de lectura por género
De acuerdo con los resultados de
la Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales
(CONACULTA, 2010), los títulos más señalados
por quienes adquirieron libros en el último año son, Crepúsculo
y Eclipse, famosas sagas dirigidas a los jóvenes, y varias obras de superación
personal.
En el caso de las revistas también aparece esta temática entre
las más leídas por los varones aunque le dobla en proporción
el gusto por los deportes, que coindice tanto en revistas como en el periódico.
En el caso de las mujeres, prefieren las revistas y la sección de espectáculos,
así como las publicaciones que abordan los temas de salud, belleza y
cocina, lo cual responde al patrón ofertado al sector femenino del mercado.
IV. Discusión
La pregunta de investigación planteada permite guiar la interpretación
de los resultados acerca del peso de las variables de nivel sociocultural familiar,
tamaño de la localidad de residencia y género en el consumo cultural
de los adolescentes.
Las desigualdades socioculturales que se han evidenciado en los datos presentados,
se relacionan con el acceso a los bienes simbólicos del libro y la lectura
en el marco de la relación estructural del capital cultural familiar
y el capital escolar. La edad en la que se inicia la lectura, así como,
las personas que se consideran con mayor influencia en la animación para
leer, son resultado de esta relación. A mayor nivel sociocultural familiar
se tiene un acceso más temprano a la lectura y su práctica se
mantiene por animación de los padres. Esta condición se da en
un espacio social y geográfico ya que el nivel sociocultural familiar
alto corresponde con una residencia en localidades urbanas y metropolitanas.
La teoría estructural de Bourdieu permite entender esta situación
al considerar que el consumo de bienes simbólicos está en función
de las oportunidades que ofrece el mercado, la infraestructura y equipamiento
de bienes y la densidad del capital cultural acumulado por la familia.
En el caso de los estudiantes del ámbito rural, de nivel sociocultural
más bajo, la función de la intervención familiar con respecto
a la lectura es muy débil debido al escaso capital cultural con el que
cuenta. El peso de la escuela es fundamental en preparar al adolescente para
elegir lecturas más acordes con los intereses de su grupo de edad y su
clase social. Sin embargo, la eficacia en la transmisión de los bienes
simbólicos como la lectura depende del capital cultural familiar, y cuando
éste es escaso lo que ocurre es que el papel de la escuela se limita
a la certificación.
En el acceso a los libros también resalta una situación de desventaja
para los adolescentes de localidades rurales; la distribución desigual
de la infraestructura y la densidad del capital cultural que se traduce en menores
oportunidades objetivas ofrecidas a la población rural para el acceso
a los bienes simbólicos. Asimismo, refleja las bajas condiciones en cuanto
al capital cultural objetivado en el hogar, esto es, una menor cantidad de bienes
culturales de uso doméstico.
Con respecto a esta desigualdad estructural en la distribución del capital
cultural en México, Achar (2006) afirma que en nuestro país hay
solamente mil librerías, una cantidad insuficiente para la población,
a esto se agrega que se concentran en las grandes ciudades. Asimismo, la industria
editorial nacional gira alrededor de las ventas de libros de texto, puesto que
la mayoría de libros vendidos se encuentran en ese sector.
El mercado de consumidores de libros, independientemente que sean lectores o
no, se enmarca en la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro aprobada en 2006,
así como en las recomendaciones de la UNESCO de
considerar el libro como elemento de un sector cultural estratégico desde
el punto de vista económico (Schulz, 2006).
A pesar de que se considera que la relación cercana con los libros y
la asistencia a las bibliotecas son equivalentes a “ser lector”,
el impacto de la biblioteca es muy reducido en los escenarios rurales debido
a la percepción de una lectura “institucionalizada” que se
tiene de las visitas realizadas a la biblioteca en el contexto escolar. La mayor
asistencia a bibliotecas está asociada a niveles de escolaridad e ingreso
más altos (CONACULTA, 2010).
Por otra parte, la lectura se percibe por los estudiantes de secundaria, primero,
como un medio para aprender o mejorar los trabajos escolares, y en segundo término
como una actividad de entretenimiento. El sentido de obligación escolar
sustituye a la naturaleza lúdica de la lectura que en su primera experiencia
representa para los niños pequeños la narración de historias
infantiles por los adultos. “Si la actividad no se goza es poco factible
que se convierta en un hábito” (Achar, 2006, p. 28).
En la Encuesta Nacional de Lectura (ENL, 2012) se afirma
que en México la lectura es un asunto estrictamente educativo, ya que
está en función de la edad y la escolaridad. La formación
pedagógica de lectores a través de los programas educativos continúa
enfatizando el papel del estudiante como la clave de desarrollo de la actividad
lectora, sin considerar la lectura en contexto, esto es, una actividad que se
realiza y tiene sentido en la relación cotidiana con los otros. Los textos
escritos en diversos formatos pueden convertirse en los medios idóneos
para que el adolescente explore nuevos mundos, siempre y cuando la selección
de lecturas despierte el interés de los adolescentes y conserven el gusto
por la lectura.
Si bien se aprecia en la Encuesta Nacional de Lectura una correlación
entre la escolaridad y la práctica de la lectura, es importante señalar
que la salida del sistema educativo al concluir la secundaria representa el
término de las lecturas de uso escolar para una gran cantidad de adolescentes
(ENL, 2012). Por tanto, las rupturas en las prácticas
de lectura asociadas a la trayectoria escolar son, generalmente, efecto de la
deserción escolar que reinserta a los jóvenes en los sectores
del trabajo informal, acorde con el nivel socioeconómico familiar.
En cuanto a los patrones de consumo cultural por distribución de género,
están relacionados con las preferencias y el gusto en el tipo de bienes
simbólicos que se asocian culturalmente con los prototipos femenino y
masculino. Es de resaltar la mínima importancia que otorgan los estudiantes
a la lectura en cuanto a las cuestiones de interés público que
no vinculan con su cotidianidad; esta situación de desconexión
se observa también en el poco interés que mantienen hacia la política,
expresado en el mínimo porcentaje que presenta la selección de
libros en ese ámbito. Esta es una situación similar a la que presenta
la Encuesta Nacional de Juventud 2005, en la que los jóvenes de 12 a
29 años expresan desinterés por leer, ver o escuchar programas
que tienen como eje central las cuestiones sociales de naturaleza pública,
como son la economía o la política (Valdez, 2010).
V. Conclusiones
El peso del nivel sociocultural familiar y el tamaño de la localidad
de residencia se reflejan en las diferencias en el acceso a los libros, la edad
en que se inicia la lectura y las personas que animan a leer a los adolescentes.
No así en la manifestación de preferencias y valoraciones, ya
que los patrones son similares, tanto en los rubros del gusto por leer, lugar
elegido para hacerlo, así como el sentido que se otorga a la lectura.
Las variaciones en las preferencias de lectura de los adolescentes están
en función del género, ya que los gustos masculinos son diferentes
a los femeninos en cuanto al tipo de libros y revistas que consumen.
Referencias
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R. Reguillo (Coord.) Los jóvenes en México. México:
FCE- CONACULTA.
1El
presente artículo es resultado del estudio denominado “Consumo
y cambio cultural en estudiantes de secundaria en Jalisco”, realizado
por un equipo de investigadores del Centro de Investigaciones Pedagógicas
y Sociales con el respaldo de la Coordinación de Formación y Actualización
de Docentes de la Secretaría de Educación Jalisco y financiado
por la Subsecretaría de Educación Básica y el Consejo Nacional
de Ciencia y Tecnología (SEB-CONACYT).
Para citar este artículo,
le recomendamos el siguiente formato:
Villalpando, M. E. (2014). Consumo cultural del libro y la lectura en estudiantes
de secundaria en Jalisco. Revista Electrónica de Investigación
Educativa, 16(3), 54-70. Recuperado de http://redie.uabc.mx/vol16no3/contenido-villalpandoa.html