Revista Electrónica
de Investigación Educativa
Vol. 16, Núm. 3, 2014
Motivación y disposiciones: enfoques alternativos
para explicar el desempeño de habilidades
de pensamiento crítico
Jorge Valenzuela (1)
jorge.valenzuela@upla.cl
Ana María Nieto
(2)
acarracedo@usal.es
Carla Muñoz
(3)
cvmunoz@gmail.com
(1) Centro de estudios
Avanzados, Universidad de Playa Ancha
(2) Facultad de Psicología, Universidad de Salamanca
(3) Escuela de Pedagogía, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Av. Playa Ancha 850
Valparaíso, Chile
(Recibido: 7 de noviembre
de 2013; Aceptado para su publicación: 21 de agosto de 2014)
Resumen
El pensamiento crítico depende del grado de dominio de ciertas habilidades
y de la voluntad de ponerlas en juego cuando se razona. Este segundo aspecto
ha sido abordado tradicionalmente desde la perspectiva de las disposiciones
(Facione, 1990); sin embargo, este enfoque manifiesta problemas, a nivel teórico
y práctico, para explicar y desarrollar el pensamiento crítico.
Ante ello, proponemos abordar el problema desde la perspectiva de la Motivación
(Eccles y Wigfield, 2002). La presente investigación evalúa la
conveniencia de optar por uno u otro para explicar el desempeño del pensamiento
crítico tanto a nivel teórico como en su capacidad predictiva.
Se analizaron teóricamente las fortalezas y debilidades de ambas perspectivas
y se contrastaron medidas de disposiciones (CCTDI), motivación
(EMPC) y pensamiento crítico (CCTST)
en una muestra de universitarios españoles. Los resultados muestran que
la variabilidad en el desempeño del pensamiento crítico es explicada
de mejor manera por la motivación que por las disposiciones. Por último,
se discuten la conveniencia teórica y práctica (intervención
educacional) de estas aproximaciones.
Palabras clave: Motivación, Disposiciones, Pensamiento crítico.
I. Introducción
Existe consenso en los teóricos del pensamiento crítico de que
esta manera de pensar está constituida por dos componentes. El primero
señala relación con las habilidades, es decir, con el dominio
de ciertos conocimientos procedimentales para alcanzar un “razonamiento
correcto” (Saiz, 2002). Pese a que existen diversas clasificaciones de
estas habilidades, hay acuerdo entre los autores de que este componente “cognitivo”
no es suficiente para un buen desempeño en el pensamiento crítico.
Dicho de otra manera, no bastaría con poseer un determinado dominio en
ciertas habilidades de pensamiento, es necesario un segundo componente tipo
volitivo, esto es, querer utilizar dichas habilidades.
La decisión de utilizar el pensamiento crítico para evaluar una
situación, para decidir qué creer o qué decisión
tomar (Ennis, 1996) es, claramente, un camino más costoso cognitivamente
(Evans, 2003; Noveck, Mercier, Rossi y Van der Henst, 2007), no sólo
en la práctica, sino también en la percepción que las personas
tienen en referencia al “costo” de utilizar este tipo de pensamiento,
específicamente en cuanto a esfuerzo, concentración, tiempo y
energía (Valenzuela, Nieto y Saiz, 2010). Entonces, ¿qué
nos impulsa a activar estas habilidades intelectuales? ¿Qué nos
impulsa a optar por el camino del pensamiento crítico?
Esta pregunta ha sido abordada tradicionalmente a partir del paradigma de las
disposiciones. Para los autores de esta línea (Facione, Facione y Giancarlo,
2000; Perkins, Jay y Tishman, 1993; Tishman y Andrade, 2004; Tishman, Perkins
y Tishman, 2012, entre otros) en el pensamiento crítico participa, junto
con el componente cognitivo, una aspecto disposicional que se evidencia por
una serie de rasgos actitudinales que suelen estar presentes en los buenos pensadores
críticos. Esta perspectiva disposicional como veremos más adelante,
tiene ventajas, pero también importantes problemas teóricos y
prácticos que hacen aconsejable una mirada crítica antes de asumirla
como “la perspectiva teórica” que da cuenta de la activación
de estas habilidades intelectuales. Existe otra alternativa posible para abordar
este componente que actuaría en la activación de las habilidades
de pensamiento: la motivación (Valenzuela y Nieto, 2008).
La elección de un marco teórico que dé cuenta de la adquisición,
mantenimiento y desempeño global de habilidades de pensamiento crítico
debiera estar fundada en ciertos criterios teóricos y prácticos
que fundamenten dicha opción. En este sentido, la aproximación
teórica escogida debiera cumplir con los dos primeros requisitos del
constructo científico, como propone Kimble (1995). En primer lugar, la
operacionalización del constructo, y en segundo la unicidad. El primero
tiene que ver con una definición clara y precisa de qué abarca
el constructo y, eventualmente, un modelo que permita una operacionalización
de éste para poder ser medido. El segundo criterio tiene que ver con
el aporte teórico del constructo. Un constructo científico debiera
modelizar y dar cuenta de una parte del fenómeno que no es cubierto por
otros constructos, no basta con inventar un nombre nuevo para describir lo que
ya se describe bajo otro nombre.
A nivel práctico, un criterio importante para validar un constructo científico
es, junto con los anteriores, su capacidad predictiva (Frensch, 1998; Kimble,
1995). En este sentido, mientras mayor sea su valor predictivo, mayor será
la solidez del constructo dentro del marco teórico respectivo.
La opción por estos criterios no es antojadiza. Se realiza desde un dominio
disciplinar específico (la psicología educacional) y tiene como
horizonte comprender cómo se adquieren y desarrollan habilidades de pensamiento.
En este sentido, los modelos teóricos a los cuales podríamos recurrir
debieran proporcionarnos un modelo teórico y empírico sólido,
que nos ayude a explicar estos fenómenos, pero a la vez nos den pistas
para intervenir en una mejor adquisición de estas habilidades, por ejemplo
en un marco instruccional. Dicho de otro modo, necesitamos un instrumental teórico
que no sólo nos permita predecir el desempeño en el pensamiento
crítico, sino que además nos aporte pistas para un mejor aprendizaje
y desarrollo de estas habilidades intelectuales.
II. Disposiciones y Motivación: ventajas y desventajas
Ambos constructos parecieran dar cuenta del mismo fenómeno, y en parte
esto es cierto (Nieto y Valenzuela, 2012). Pero existen diferencias importantes
entre estas dos formas de mirar el fenómeno de la activación de
las habilidades que pueden ser significativas a la hora de buscar caminos instruccionales
para su mejora.
Las distintas definiciones de disposiciones del pensamiento tienen en común
que se les considerar como tendencias hacia patrones particulares de comportamiento
intelectual (Tishman y Andrade, 1999). Quizás la concepción más
difundida es la que ha elaborado Peter Facione y su equipo en una investigación
realizada a través del método Delphi (Linstone y Turoff, 1975,
2011) en la cual se busca un consenso de los expertos en pensamiento crítico
sobre qué elementos forman parte de este tipo de pensamiento y cuáles
serían las características (disposiciones) que evidencian los
buenos pensadores críticos (Facione, 1990). Entre los acuerdos alcanzados
destaca la idea de que el pensamiento crítico involucra no sólo
habilidades sino que existirían ciertas disposiciones para utilizar esas
habilidades (Facione, 2007), entre las que se encuentran ser inquisitivo, sistemático,
juicioso, buscador de la verdad, analítico, de mente abierta, y que confía
en el razonamiento. Estas siete disposiciones han sido operacionalizadas a través
de un instrumento que permite medirlas, se trata del California Critical Thinking
Disposicional Inventory o CCTDI (Facione y Facione, 1992;
Facione, Facione y Giancarlo, 2000). Se trata de uno de los pocos tests que
se abocan a la medida de las disposiciones, y que contaría con al menos
un nivel de fiabilidad adecuado (González, 2006); sin embargo, no cuenta
con un estudio de validación publicado que dé cuenta de su estructura
factorial.
A lo anterior, se suma la dificultad de que esta operacionalización de
las disposiciones hacia el pensamiento crítico no cuentan con un marco
teórico que dé cuenta de su naturaleza, de cómo surgen,
evolucionan o qué las hace cambiar. Más aún, no da cuenta
de la relación entre sus distintos componentes. Esto nos parece una desventaja
importante, ya que si bien con esta matriz conceptual operacionalizada en el
CCTDI se puede obtener una asociación significativa
con habilidades de pensamiento, no nos aporta sustantivamente en la comprensión
del fenómeno y tampoco en la perspectiva de poder intervenir para mejorar
la adquisición y desempeño de las habilidades de pensamiento.
Por último, se añade el hecho de que el CCTDI
es una prueba comercial, por la cual hay que pagar y por tanto no se tiene acceso
a las claves de corrección. En este contexto, no se tiene la posibilidad
de verificar las características psicométricas para la muestra
concreta.
2.1 La motivación
Son variadas las teorías y modelos desarrollados en torno a la motivación
que, en la mayoría de los casos, cuentan con el aval de trabajos empíricos
y solidez teórica que las validan. La opción, entre ellas, es
nuevamente un problema de objetivos y de utilidad; es decir, debemos optar por
la manera de formalizar la realidad que nos permita avanzar de mejor manera
en los objetivos de comprensión del fenómeno y dé pistas
para intervenir a nivel pedagógico en el pensamiento crítico.
Nuestra opción, como lo hemos discutido en un trabajo anterior (Valenzuela
y Nieto, 2008) es considerar la motivación desde la perspectiva del modelo
Expectancy y Value (EyV) (Eccles et al., 1983; Eccles y Wigfield, 2002; A Wigfield
y Eccles, 1992; Allan Wigfield y Eccles, 2002; A Wigfield, Eccles y Roeser,
1998), un enfoque de carácter socio-cognitivo que centra su atención
en la motivación de logro de una tarea. La motivación, desde esta
perspectiva, dependería de las expectativas que tiene la persona de realizar
la tarea de manera satisfactoria y, por otra parte, del valor asignado a la
tarea de pensar críticamente.
El primer componente, la expectativa, correspondería al sentimiento de
competencia que una persona tiene de poder realizar adecuadamente una tarea.
Esta noción de expectativas (expectancy) se distingue conceptualmente
de las creencias de autoeficacia (Bandura, 1977, 1986, 1997; Pajares, 1996)
en un aspecto temporal. La expectativa se centra en competencias futuras mientras
que el constructo –ya clásico de Bandura– se focaliza en
el presente. Sin embargo, y dada la íntima correlación entre ellas
(Bandura, Barbaranelli, Caprara y Pastorelli, 1996; Eccles et al., 1983; Pajares,
1996; A Wigfield et al., 1998), en la práctica serían equivalentes.
Así, este modelo integra también los aportes que Bandura ha realizado
a la motivación.
El componente del valor de la tarea, por su parte, se estructura a partir de
la utilidad, importancia e interés por la tarea para el individuo y el
costo que está dispuesto a asumir para llevarla a cabo (Eccles y Wigfield,
2002; Neuville, 2004; Neuville, Frenay y Bourgeois, 2007).
El interés (intrinsic value) corresponde al disfrute/gusto (enjoyment)
por hacer la tarea. Este componente retoma los aportes de Deci y Ryan (1985,
1999); Deci, Vallerand, Pelletier y Ryan (1991), y Vansteenkiste, Lens, y Deci
(2006), entre otros, que señalan que cuando la tarea es valorada intrínsecamente
existen importantes consecuencias psicológicas que repercuten positivamente
en el desempeño. Expresado de otro modo, este componente de la motivación
corresponde al Interés que se suscita en el sujeto (Schiefele, 1991;
Silvia, 2006; Wigfield y Cambria, 2010). Por su parte, la utilidad percibida
de la tarea (utility value) refiere a en qué medida una tarea se adecua
a los planes futuros de la persona. La importancia (attainment value) corresponde
a cuán importante es para el sujeto realizar bien determinada tarea.
Este componente tiene que ver con la relación que se establece entre
la tarea y la identidad de la persona. Y finalmente el costo (cost) refiere
a cómo la decisión de comprometerse en una actividad limita el
acceso o la posibilidad de hacer otras. Esta dimensión da cuenta de cuánto
esfuerzo demandará realizar esta actividad y su costo emocional (Anderson,
2000). Esta última dimensión, pese a que no formaba parte del
modelo original, fue rápidamente incorporada y estudios recientes proporcionan
evidencia empírica a través de análisis factoriales confirmatorios
para demostrar su pertenencia al constructo “valor”, confirmando
así el modelo (Neuville, 2004; Neuville, Bourgeois y Frenay, 2004; Neuville
et al., 2007).
Las ventajas de esta aproximación se focalizan en la solidez teórica
refrendada en múltiples investigaciones empíricas y, por otra
parte, en la capacidad de proveer de pistas que iluminan una posible intervención
motivacional que tenga por objeto el mejoramiento de las competencias en pensamiento
crítico, pero sobre todo el aprendizaje de estas habilidades.
2.2 Motivación y disposiciones: puntos en común, convergencias
En principio, se dice que las disposiciones serían motivaciones consolidadas
(Facione et al., 2000), es decir, que estas motivaciones se trasformarían
en una suerte de “hábitos volitivos” que predispondrían
a las personas a pensar de manera crítica. Esta idea, un tanto general,
carece de precisión al no dar cuenta de qué se está entendiendo
por “motivación”. Con todo, es muy posible que de haber vínculo
entre estos dos constructos, la varianza compartida esté fundamentalmente
asociada al interés, es decir, al gusto o agrado de pensar críticamente,
y en segundo lugar asociada al costo, es decir, al grado en el cual una persona
está dispuesta a invertir esfuerzo para dicha tarea. Sin embargo, hasta
el momento no existen datos que den sustento empírico a una hipótesis
más específica al respecto.
2.3 La mirada desde la educación
Dada nuestra mirada educacional, consideramos importante incorporar como criterio
adicional a la solidez teórica el aporte que estos marcos teóricos
dan a la intervención educativa. Esto es, en qué medida estas
aproximaciones constituyen un modelo que nos ayuda a comprender el fenómeno
y a la vez nos dan pistas para intervenir pedagógicamente. En este sentido,
la opción por una u otra perspectiva teórica debería evaluar
su capacidad de incidir en la adquisición y desarrollo de este tipo de
habilidades, claves para un aprendizaje profundo (Beas, Santa Cruz, Thomsen,
y Utreras, 2001).
En esta línea, pareciera que la opción por la perspectiva de la
motivación es más prometedora que la mirada que obtenemos a partir
del marco teórico de las disposiciones. El desarrollo teórico
y empírico de los estudios en motivación proporciona un conocimiento
bastante consolidado para poder iniciar la exploración práctica,
orientado a incrementar la motivación por el pensamiento crítico.
El sentimiento de competencia (expectancy) para pensar de manera rigurosa podría
ser realizado a partir de las fuentes de la autoeficacia (Bandura, 1977, 1990;
Bandura y Locke, 2003; Bandura y Ramachaudran, 1994), mientras que el fomento
del valor de la tarea (utilidad, importancia costo e interés) puede apelar
a vincular dicho valor con aspectos prácticos e identitarios del sujeto;
fomentando atribuciones internas, inestables y controlables, concretamente el
esfuerzo, como clave articuladora del factor costo (Weiner, 1985, 2008) y sacar
partido a los aportes de la teoría de autodeterminación (Deci
y Ryan, 1985; Deci et al., 1991; Radel, Sarrazin, Legrain, y Wild, 2010; Ryan
y Deci, 2000) para fomentar el interés.
Estos esquemas teóricos asociados a la motivación parecieran responder
más claramente a los requisitos de operacionalización de unicidad
y predictibilidad que el ser “inquisitivo, sistemático, juicioso,
buscador de la verdad, analítico, de mente abierta, y que confía
en el razonamiento” como propone Facione y Facione (1992). No se trata
aquí de desconocer su eventual aporte, sino de constatar que no cuentan,
a nuestro juicio, con el desarrollo suficiente para ser considerados como la
opción teórica para pensar estrategias efectivas para estimular
la adquisición y desarrollo de habilidades de pensamiento crítico.
2.4 Criterios para una opción
A nuestro juicio, los criterios mínimos que deberían cumplirse
para optar por una u otra perspectiva teórica son los siguientes:
Como se planteó en párrafos anteriores, el constructo de motivación
según el modelo EyV da cuenta adecuadamente del primer requisito, incluso
en mejor medida que la perspectiva de las disposiciones. Cumple con los requisitos
generales exigidos a un constructo científico (Frensch, 1998; Kimble,
1995) y, además, a partir del modelo de EyV proporciona pistas para la
intervención. En concreto, parece mucho más factible intervenir
educativamente incrementando el valor de la actividad –ya sea mostrando
su utilidad, su importancia o suscitando el interés– o fomentando
el sentimiento de competencia frente a la tarea, cuestión ampliamente
trabajada por Bandura y su equipo (Bandura, 1977; Bong, 2001; Gibbs, 2003; Long,
Monoi, Harper, Knoblauch, y Murphy, 2007; Pajares, 1996; Schunk, 1991; Thoonen,
Sleegers, Peetsma, y Oort, 2011; Zimmerman, 1995, 2000), que una intervención
basada en los constructos propuestos por Facione, como el carácter inquisitivo,
juicioso, analítico, de mente abierta y que confía en el razonamiento.
Resta siempre la inquietud sobre la operacionalización de dichos elementos:
¿Cómo se logra operacionalizar la “mente abierta”?,
¿cómo intervenimos para que, por ejemplo, un estudiante se vuelva
“juicioso” o “inquisitivo”?
Sin embargo, ante la carencia de antecedentes empíricos sobre la capacidad
predictiva del constructo en relación al desempeño en pensamiento
crítico, nos propusimos indagar en torno al grado de determinación
que ambos constructos tienen con relación al desempeño en pensamiento
crítico y testear, en este sentido, si la motivación, junto con
las ventajas que presenta a nivel teórico, tiene ventajas comparativas
respecto de la perspectiva de las disposiciones y puede erigirse como la alternativa
más conveniente para explicar el desempeño del pensamiento crítico.
III. Método
En el estudio participó un total de 162 estudiantes universitarios (88%
mujeres), de cuarto año de la carrera de Psicología de dos universidades
españolas, quienes fueron invitados a participar de manera voluntaria
a cambio de una recompensa académica consistente en puntos adicionales
en la asignatura de Psicología del pensamiento.
Para evaluar la motivación hacia el pensamiento crítico se utilizó
la Escala Motivacional de Pensamiento Crítico (EMPC)
(Valenzuela, 2007; Valenzuela, Saiz, y Nieto, 2011). La escala está compuesta
por 20 ítems tipo Lickert con puntuaciones de 1 a 6 y que distingue factorialmente
5 subescalas en 1er. y 2o. orden (KMO=.887 y .902) correspondiente
a los constructos propuestos en el modelo EyV de Eccles y Wigfield (2002) con
altos niveles de confiabilidad: Expectación (σ =.774), Importancia
(σ=.770), Costo (σ=.775), Utilidad (σ=.790) e Interés (σ=.724)
y buenos índices de discriminación (Valenzuela et al., 2011).
Para evaluar las disposiciones hacia el pensamiento crítico se utilizó
el California Critical Thinking Dispositional Inventory (CCTDI)
(Facione y Facione, 1992; Facione et al., 2000; Facione, Sanchez, Facione, y
Gainen, 1995). Esta prueba se compone de 75 ítems tipo Lickert y tiene
una confiabilidad reportada para el puntaje global de σ=.91 y para las subescalas,
un rango de a=.710 a .800 (González, 2006). Para nuestro caso se utilizó
la puntuación general, cuyo nivel de confiabilidad de la muestra fue
de σ=.789.
Para evaluar pensamiento crítico utilizamos el California Critical Thinking
Skills Test (CCTST) (Facione, 1995a, 1995b) esta prueba
consta de 34 preguntas de selección múltiple que evalúan
deducción, inducción, inferencias, evaluación y análisis,
con una confiabilidad reportada de a= .68-.71 (Facione, 1995a). Cabe señalar
que los autores de este instrumento son los mismos autores del CCTDI.
Las pruebas de habilidades (CCTST) y las de disposiciones
(CCTDI) fueron tomadas de manera colectiva en una sola
sesión de 90 minutos, en soporte de papel. Por su parte, la medida de
motivación (EMPC) fue aplicada en soporte computacional
de manera individual a través de un software de survey on-line, los alumnos
podían ingresar al servidor con una identificación. La duración
de la prueba no excedió en ninguno de los casos los 15 minutos. En todos
los casos se insistió en la estricta confidencialidad de los datos y
de su uso agregado.
IV. Resultados
Los resultados muestran que la capacidad predictiva de la motivación
es siempre levemente superior a la de las disposiciones (ver Figura. 1).
Figura. 1. Varianza explicada de Pensamiento Crítico (CCTST)
en %
Esto es así, tanto si se considera el puntaje global en motivación (r2=.078) y disposiciones (r2=.060), como si se integran dentro de la ecuación de regresión los componentes de la motivación, es decir, expectativas, utilidad, importancia costo e interés (r2=.119) o las siete disposiciones propuestas por Facione (r2=.107) como se ve en la Tabla I.
Tabla I. Regresiones entre motivación, disposiciones
y pensamiento crítico
Por otra parte, a pesar de que ambos constructos están significativamente
correlacionados (r=.643) no necesariamente explican la misma parte de la varianza.
Por lo anterior, nos propusimos testear cuánto aporta cada constructo
a la variabilidad observada en el desempeño de habilidades de pensamiento
crítico y conjuntamente, poder determinar cuál de los dos constructos
predice de mejor manera dicho desempeño, para ello se realizó
el análisis de regresión.
Los resultados (ver Tabla II) muestran que cuando introducimos en la ecuación
de regresión en primera instancia los componentes de la motivación
y luego las disposiciones, estas últimas no aportan significativamente
más a la explicación total de la varianza.
Tabla II. Regresiones entre motivación, disposiciones
y pensamiento crítico
De hecho, la incorporación de las disposiciones reduce la potencia estadística haciendo al conjunto de elementos no significativos (p<.250). A la inversa, al incorporar a la ecuación en primer lugar las disposiciones y luego los componentes de la motivación, nuevamente el aporte de las disposiciones continúa siendo menor al de la motivación (ver Figura. 2).
Figura. 2. Aporte a la varianza explicada de Pensamiento crítico
si se suman Motivacion y Disposiciones (en %)
Al desagregar el desempeño en habilidades de pensamiento crítico por habilidades específicas, observamos que existe un grado relativamente homogéneo de relación entre estos constructos y las habilidades específicas que evaluamos. En todos los casos, encontramos correlaciones que se sitúan en un rango de r=.259 y r=.353. No obstante, en la mayoría de los casos esta correlación no aparece como significativa dado que la incorporación de más variables quita grados de libertad y potencia estadística. Al comparar la varianza explicada por estos dos constructos, constatamos que en todos los casos, salvo en la subescala de inducción, la motivación tiene una mayor capacidad de explicar la varianza del desempeño en estas habilidades específicas (ver Figura. 3).
Figura. 3: Varianza explicada en habilides específicas de Pensamiento
Crítico (CCTST)
Este mayor aporte en la explicación
del desempeño en habilidades específicas de pensamiento es observable
en las habilidades de Análisis (+2.54%), evaluación (+0.59%),
inferencia (+1.28%) y deducción (+5.21%). La sola excepción la
constituye la escala de inducción, donde el poder explicativo de las
disposiciones supera al de la motivación (-5.21%).
No obstante, y pese a los niveles de correlación en torno a r=.300, observamos
que no todas las habilidades son predichas de manera significativa. En este
sentido, el análisis y la deducción son predichas de manera significativa
por la motivación, mientras que la inducción lo es por las disposiciones.
Sin embargo, cuando analizamos más específicamente si existe uno
o más componentes de estos constructos que expliquen el desempeño
en estas habilidades específicas, encontramos que son los componentes
de la motivación los que en todos y cada uno de los casos aparecen como
relevantes para explicar el desempeño específico de estas habilidades
(ver Tabla III).
Tabla III. Regresión
entre motivación, disposiciones, Mejor Modelo Predictor (MMP)
y Habilidades específicas de pensamiento crítico (CCSTS)
En concreto, las expectativas explican
de manera significativa el análisis (r2=.096, p<.001), la inferencia
(r2=.043, p<.027) y la deducción (r2=.105, p<.001), mientras que
el interés explicaría la inducción (r2=.057, p<.011),
y el interés más el costo, la evaluación (r2=.104, p<.002).
Como podemos observar, en ninguno de los casos aparecen las disposiciones como
elementos que permitan atribuirles un valor explicativo puntual frente a estas
habilidades de pensamiento.
V. Conclusiones y discusión
El objetivo de este estudio era contrastar dos perspectivas teóricas
(disposiciones y motivación) como marco explicativo de habilidades de
pensamiento crítico y evaluar la conveniencia de optar por uno de ellos
como el marco más adecuado tanto en su fortaleza teórica como
en su capacidad predictiva para dar cuenta de este tipo de habilidades de pensamiento.
La discusión de los aspectos teóricos han sido abordados en la
introducción de este artículo, sin embargo, la cuestión
sobre la predictibilidad necesariamente requería de un contraste empírico.
De los datos se desprende, en primer lugar, que aunque la motivación
alcance niveles estadísticamente similares a los de las disposiciones,
siempre aparece como un mejor predictor del desempeño en pensamiento
crítico. Ello es consistente con un estudio piloto realizado por nuestro
equipo en el que se medían estas mismas variables, pero en el caso del
pensamiento crítico se utilizaba el Pencrisal (Rivas y Saiz, 2012). Dichos
resultados mostraban que la Motivación (EMPC) lograba
explicar un 19% de la varianza de las habilidades del pensamiento crítico
(r2=.190; p<.001), mientras que las disposiciones (CCTDI)
no predecían significativamente estas habilidades (r2 =-.008; p< .572).
Evidentemente, el tipo de instrumento utilizado para medir el pensamiento crítico
puede influir en estas diferencias. Sin embargo, constatamos que en cualquier
caso la motivación aparece como un factor estadísticamente significativo
en la predicción del desempeño de pensamiento crítico en
estudiantes sin instrucción previa en habilidades de pensamiento. Por
otra parte, al desagregar el pensamiento crítico en las habilidades específicas
vemos nuevamente que la motivación aparece como factor significativo
y más explicativo que las disposiciones en cuatro de las cinco habilidades
evaluadas.
Ahora bien, si se considera que ambos constructos tienen un margen de independencia,
se constata que en el caso de las personas que conformaban nuestra muestra,
pensadores novatos (sin formación explícita en habilidades de
pensamiento crítico) las disposiciones no aportan significativamente
más a explicar el desempeño en Pensamiento Crítico una
vez que se consideran las variables motivacionales como predictor (M+D), aunque
sí pudiera serlo, eventualmente, en personas con alto grado de desempeño
en PC. Esto evidentemente, debiera ser contrastado empíricamente en un
futuro estudio.
En síntesis, analizar la activación de las habilidades de pensamiento
desde el marco teórico de la motivación no sólo ofrece
las ventajas teóricas y prácticas que hemos expuesto, sino que
además existe evidencia empírica que apoya la idea de que la motivación
sería un marco teórico más adecuado para el análisis
del “factor motivacional” del pensamiento crítico, sobre
la perspectiva tradicional de las disposiciones.
Finalmente, quisiéramos insistir en las consecuencias pedagógicas
de estas constataciones. Si queremos intervenir para favorecer el pensamiento
crítico no basta con el aspecto cognitivo, es necesario que los estudiantes
quieran utilizar esta potente herramienta mental. A partir de lo expuesto, pareciera
que es mucho más prometedor intervenir educativamente, por ejemplo desde
el valor de la tarea y el sentimiento de competencia frente a ella, como componentes
claves de la motivación, que hacerlo desde conceptualizaciones más
descriptivas o menos operativas, como ser “juicioso” o “inquisitivo”
sin que exista una teoría que dé cuenta sobre cómo se llega
a ese estado.
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Para citar este artículo,
le recomendamos el siguiente formato:
Valenzuela, J., Nieto, A. M. y Muñoz, C. (2014). Motivación y
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de pensamiento crítico. Revista Electrónica de Investigación
Educativa, 16(3), 16-32. Recuperado de http://redie.uabc.mx/vol16no3/contenido-valnieto.html