Revista Electrónica
de Investigación Educativa
Vol. 15, Núm. 2
Beneficios de la educación sobre el bienestar en salud
de la población adulta en México, 2006
Benefits of Health and Wellness Education
in the Adult Population in México, 2006
Juan Manuel Hernández Vázquez
manuel.hernandez@inee.edu.mx
Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación
Dirección de Indicadores Educativos
José María
Velasco 101, 4° piso
Col. San José Insurgentes, Del. Benito Juárez, CP 03900,
Distrito Federal, México
(Recibido: 15 de marzo de 2012; aceptado para su publicación: 6 de febrero
de 2013).
Resumen
Este artículo presenta los avances en la comprensión de la influencia
que tiene la educación mexicana sobre las percepciones de la población
adulta referidas a sus condiciones de salud. El análisis se enmarca en
el modelo conceptual de la OCDE para entender las conexiones
entre la educación y los resultados sociales, no económicos. Se
aprovechan los datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006
para construir un modelo logístico. Se comprobó la idea de que
las personas tienden a sentirse más saludables a medida que tienen mayor
escolaridad, independientemente de sus condiciones económicas, étnicas,
y de ruralidad, edad y género. Asimismo, los resultados mostraron que
la escolaridad es el factor con mayor influencia positiva sobre la percepción
de sentirse saludable; por encima incluso de la situación económica
de las personas.
Palabras clave: Percepción, educación y salud, estadísticas
de salud pública.
Abstract
This paper presents advances in understanding the influence of Mexican education
on the perceptions of the adult population regarding their health. The analysis
forms part of the oecd conceptual model for understanding the connections between
education and social—but not economic—outcomes. Data from the 2006
National Survey on Health and Nutrition is employed to build a logistic model.
The study confirmed the idea that people tend to feel healthier as their educational
level rises, regardless of their economic condition, ethnicity, age, gender
or whether they reside in a rural or urban area. The findings also showed that
education is the single most positive influence on the perception of feeling
healthy, more so even than economic situation.
Keywords: Perception, health and education, health statistics.
I. Introducción
Este trabajo dimensiona el efecto que tiene en México la escolaridad,
y lo compara con el efecto de las condiciones económicas, de edad, género
y ruralidad sobre la percepción de bienestar en salud. Este aspecto del
bienestar social se considera que es uno de los resultados sociales de la educación
(OCDE, 2010). El reporte inicia enmarcando el estudio
en el modelo conceptual desarrollado por la OCDE para
entender las influencias de la educación en los resultados sociales.
Posteriormente muestra la manera como se construyó el indicador Porcentaje
de población adulta que se percibe saludable, según nivel de escolaridad,
y el modelo de regresión logística en el que sentirse saludable
opera como variable dependiente. La información utilizada provino de
la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2006 levantada por
el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP, 2007),
y todos los cálculos fueron realizados con el paquete estadístico
SAS 9.0.
Vale comentar que en los inicios del estudio se exploró la posibilidad de construir indicadores que ofrecen aproximaciones objetivas a la salud de las personas, derivados de la información sobre su talla y peso, pero no resultaron suficientemente representativos debido a la importante pérdida de información producida durante el levantamiento de la información.
Es posible que las cargas de subjetividad implicadas en la autovaloración de la salud despierten suspicacias respecto de las verdaderas condiciones de salud de los informantes, porque no existe un consenso entre los investigadores acerca de la validez de las percepciones como aproximaciones al estado real de salud; no obstante, estudios recientes han encontrado cierta relación positiva entre la salud autoreportada y la mortalidad de las personas (Quesnel-Vallée, 2007).
Los resultados muestran, en un primer momento la asociación positiva entre la escolaridad y el bienestar en salud. A medida que las personas tienen mayor escolaridad, tienden a percibirse más saludables, independientemente de su situación económica, lugar de residencia, edad y sexo. Esta relación positiva también ha sido resaltada por el National Center for Education Statistics de Estados Unidos de América (Wirt et al., 2004) y por la OCDE en su publicación Education at a Glance (OCDE, 2009 y 2010).
Sobresale también que la escolaridad
de las personas resultó ser el aspecto, entre los considerados, de mayor
influencia en la percepción de sentirse saludable.
Existe un creciente interés en las sociedades modernas por entender cuáles
son los beneficios de la educación, no sólo relacionados con la
participación laboral, sino también con resultados sociales que
redundan en aspectos monetarios y no monetarios del bienestar individual y social.
Se estima que la educación beneficia tanto a las personas como a la sociedad
en su conjunto. A las personas porque contribuye a mejorar su bienestar físico
y mental, lo cual propicia vidas más largas y con mayor funcionalidad
en la sociedad actual. Estos beneficios no monetarios redundan en beneficios
económicos como la mayor productividad, menos días de trabajo
perdido por enfermedad y menores desembolsos por servicios médicos. Los
beneficios individuales de la salud constituyen a la vez beneficios sociales
porque reducen los accidentes, la violencia y las enfermedades; porque mejoran
en general la salud pública. Todo ello beneficia a su vez la economía
de la sociedad, dada la mayor recaudación de impuestos y los menores
gastos gubernamentales destinados a cuidar la salud pública (OCDE,
2007).
Desde la perspectiva en la que la idea de estar sano no se restringe a la ausencia de afecciones o enfermedades (OMS, 1946, p.2), la autopercepción de buena salud puede ser un buen indicador de bienestar en salud. Un enfoque predominante sobre la relación educación-bienestar en salud sostiene que la educación impacta positivamente en esta clase de bienestar porque potencia las elecciones saludables que realizan los individuos en casa situación contextual, lo cual redunda en mejores estados de salud individual (ver figura 1).
Figura 1. Modelo de influencias educativas en la salud
En este modelo, la escuela viene a ser el espacio donde se adquieren conocimientos, hábitos y valores que ayudan a las personas a mejorar la interacción con el medio circundante. El sólo desarrollo de la habilidad para procesar nuevas informaciones propicia elecciones más saludables, como a la hora de decidir qué alimentos consumir para una dieta balanceada, o al optar por mejorar la motricidad y fortaleza corporal mediante la realización de actividad física, en lugar de llevar una vida sedentaria. Se cree que una buena educación infunde conductas saludables (prevención de riesgos, adecuada nutrición, cuidado físico y seguridad personal) y ofrece preparación para enfrentar más eficazmente problemas asociados con el dolor, estados emocionales (depresión e ira) y físicos (obesidad y traumatismos).
No existe investigación concluyente sobre la validez de las percepciones como aproximaciones al estado real de salud; sin embargo, estudios recientes han encontrado cierta relación positiva entre la salud auto-reportada e indicadores de salud objetiva como la mortalidad de las personas (Quesnel-Vallée, 2007). Asimismo, hay evidencias empíricas que corroboran la idea de los buenos efectos de la educación sobre el estado objetivo de salud de los individuos:
El riesgo de morir por cualquier causa antes de los 65 años también aumenta a menor cantidad de años de instrucción. En varios estudios se ha demostrado que las personas con menos de 7 años de escolaridad tienen casi dos veces más riesgo de morir entre los 45 y los 64 años de edad por cualquier causa que aquellos con 8 o más años de escolaridad formal. La mortalidad luego de los 25 años de edad disminuye sensiblemente a medida que aumenta el número de años de instrucción recibida (Cenzon y Regazzoni, 2004, p. 9).
II. Metodología del
análisis
La hipótesis central de este estudio es que la educación se asocia
positivamente con que las personas se sientan saludables y que constituye el
aspecto de mayor influencia, por encima de otros aspectos como el sexo, estatus
económico y la ruralidad del medio en el que se vive.
Para probar estas hipótesis se siguieron dos rutas de análisis. La primera se basó en el cálculo del indicador “Porcentaje de población adulta que se percibe saludable” para cada nivel educativo en cruce con otras variables importantes (estrato socioeconómico, sexo, grupo de edad, y tipo de localidad) y la segunda en el diseño de un modelo de regresión logística en el que sentirse saludable se expresó como variable dicotómica dependiente.
Se consideró a la población que se percibe saludable como aquella que en la Ensanut 2006 (INSP, 2007) dijo sentirse con buena o muy buena salud. Los niveles de escolaridad se construyeron, de acuerdo con el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, cuidando que hubiera suficientes casos en la muestra. Quedaron como sigue: sin básica (sin escolaridad, preescolar, primaria, secundaria incompleta); con básica (secundaria completa, carrera técnica o comercial después de secundaria y estudios incompletos de normal básica, preparatoria o vocacional y bachillerato técnico); media superior (carrera técnica o comercial después de preparatoria, estudios completos de normal básica, preparatoria o vocacional y bachillerato técnico, y estudios incompletos de normal superior y licenciatura); superior (licenciatura completa, maestría y doctorado).
Se aprovecharon los cuatro estratos socioeconómicos de la Ensanut 2006, los cuales son construidos en correspondencia con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) según las posesiones materiales en los hogares. Al estrato I corresponden los deciles 1 y 2 de ingresos; al II, los 3 y 4; al III, los 5, 6 y 7; y al IV, los 8, 9 y 10. En términos de ingreso mensual promedio per cápita de los hogares manifestados en la ENIGH 2006, en el estrato I recibieron 726 pesos; en el II 1,265; en el III 2,118; y en el IV 6,156 pesos (INEGI, 2007). La Ensanut 2006 considera tres tipos de localidades según el número de habitantes: rural (menos de 2,500), urbana (2,500 a 99,999) y ciudad o área metropolitana (ciudades, áreas metropolitanas, capitales de los estados y resto de ciudades con 100,000 o más habitantes).
El modelo de regresión logística que se siguió fue el siguiente:
IV. Resultados empíricos
Percepción de la salud y escolaridad. La tabla I y la
figura 2 muestran los porcentajes de personas adultas (25-64 años) que
en cada estrato socioeconómico y nivel de escolaridad dijeron sentirse
saludables. Con 95% de confianza, las cifras no son significativamente diferentes
de un estrato a otro para la misma escolaridad y consistentemente revelan que
en todos los estratos socioeconómicos, las personas más escolarizadas
se sienten más saludables en comparación con sus pares menos escolarizados
(los límites de confianza correspondientes se encuentran en la tabla
A1.1 del Anexo).
Tabla I. Población
de 25 a 64 años que se perciben saludables1 por
nivel
de escolaridad según estrato socioeconómico (2006)
Figura 2. Porcentaje
de población entre 25 y 64 años que se percibe saludable
según nivel de escolaridad y estrato socioeconómico1
(2006)
Ello apoya la idea de que la sensación
de salud guarda relación con la escolaridad de las personas, independientemente
de cuál sea su condición económica. Así, respecto
a la población total, la proporción de quienes se sienten saludables
fue 55.5% entre los sin educación básica; cifra que aumenta a
67.7, 74.7 y 82.2% a medida que completan el nivel básico, medio superior
y superior, respectivamente. En otras palabras, quienes no logran la básica
habrían aumentado sus probabilidades de sentirse saludables en 12 puntos
porcentuales si hubieran completado dicho nivel educativo, en 19 si hubieran
completado la media superior, y en cerca de 27 puntos si hubieran completado
licenciatura o posgrado.
La tabla II presenta las proporciones de personas adultas que se perciben saludables
según sexo, grupo de edad y tipo de localidad (los límites de
confianza correspondientes se encuentran en la tabla A2.1 del Anexo). Las conclusiones
son similares a las antes descritas para las poblaciones totales. Consistentemente,
las personas más escolarizadas registran mayores probabilidades de sentirse
saludables que sus contrapartes menos escolarizadas.
Tabla II. Población
de 25 a 64 años que se percibe saludable1 según
nivel
de escolaridad y características seleccionadas (2006)
Lo mismo ocurre ya sean hombres o mujeres; ya sea que pertenezcan al grupo de 25 a 44 o de 45 a 64 años (ver figura 3); y que vivan en el ámbito rural, urbano o zona metropolitana.
Figura 3. Porcentaje de población que se percibe saludable
según nivel de escolaridad y grupo de edad (2006)
Complementariamente, de la misma información se desprende que si bien el conjunto de los hombres tiende a sentirse ligeramente más saludable que el conjunto de las mujeres, no hay evidencia estadística de que tal diferenciación se mantenga cuando se afina el análisis por nivel de escolaridad y estrato socioeconómico. Tampoco hay evidencia con este análisis de diferencias asociadas a la ubicación geográfica ya que, para un mismo nivel de escolaridad, las proporciones de personas que dicen sentirse saludables son parecidas, independientemente que se encuentren en localidades rurales, urbanas o zonas metropolitanas, excepto entre las personas sin educación básica; en este caso quienes viven en el medio rural, proporcionalmente se sienten ligeramente más saludables que los de áreas metropolitanas. Finalmente, los datos también revelan, que la edad marca claras diferencias entre personas con la misma escolaridad, pero al mismo tiempo, también indican que la educación modula tales diferencias. En concordancia con el consabido deterioro orgánico que acompaña al paso del tiempo, las personas en el grupo de 25 a 44 años tienen mayores probabilidades de sentirse saludables que sus similares en el grupo de 45 a 64 años con la misma escolaridad; sin embargo, estas diferencias debidas a la edad, de 14 puntos porcentuales, en promedio, entre quienes no tiene básica, se reduce a 11 y 7 puntos entre los de básica y media superior, respectivamente.
Relación entre escolaridad y percepción de la salud. Hasta aquí, el análisis revela que la escolaridad de las personas guarda una relación directa con la autopercepción de sentirse saludables. Ahora avanzaremos a saber qué tan importante es está variable en comparación con las demás analizadas. Para tal efecto es útil el modelo logístico especificado en la tabla 4. La tabla siguiente muestra que dicho modelo se aplicó a una población expandida de poco más de 45 millones de mexicanos de 25 a 64 años, 63.3% de los cuales manifestó sentirse saludable. De quienes dijeron sentirse saludables, 53.8% son mujeres y 46.2% hombres; 46.6% no tiene educación básica y sólo 11.3% tiene estudios superiores completos; en mayor proporción pertenecen al estrato socioeconómico más bajo, 33.6%, y sólo 14.1% al más alto; 69.2% son adultos de 24 a 44 años y el restante 30.8% tiene de 45 a 64 años; 6.8% son hablantes de lengua indígena; y la gran mayoría viven en ambientes urbanos o metropolitanos, 80.9%.
Tabla III. Distribuciones
de frecuencias de la población de 25 a 64 años que se percibe
saludable o no saludable por característica seleccionada (2006)
Característica seleccionada No saludable Saludable
La tabla III muestra los resultados de la regresión logística sobre la variable sentirse saludable. Obsérvese que todas las variables seleccionadas resultaron con significación (Pr) considerablemente menor a 0.01. En la sexta columna se exhiben los coeficientes exponenciados del modelo, o razones de momios, llamados estimadores de punto por el programa SAS.
Tabla IV. Modelo logístico
sobre la percepción de sentirse o no saludable, 2006
El modelo refuerza la idea de que
entre las personas de 25 a 64 años la probabilidad de sentirse saludable
aumenta con la escolaridad. La propensión a sentirse saludable de quienes
tienen educación básica es 1.36 veces la de quienes no tienen
dicha escolaridad. Asimismo, la de quienes tienen media superior y superior
equivale a 1.88 y 2.94 veces, respectivamente, la propensión de quienes
no tienen escolaridad básica, considerando todas las demás variables
constantes.
Los datos sugieren que la escolaridad es el aspecto más influyente en
la probabilidad de sentirse saludable, incluso por encima de la edad y el estatus
económico. Como se mencionó, tener educación superior conlleva
una propensión a sentirse saludable equivalente a 2.94 veces la de quienes
no tiene escolaridad básica. Después de la escolaridad, la edad
y el ingreso monetario elevado son los factores más influyentes. Tener
entre 25 y 44 años implica una propensión a sentirse saludable
equivalente a 1.81 veces la de quienes tienen entre 45 y 64 años. Y pertenecer
al estrato IV de ingresos significa tener 1.45 veces la propensión de
quienes se encuentran en el estrato más bajo.
El análisis de las demás
variables sugiere que ser hablante de lengua indígena conlleva una propensión
a sentirse saludable igual a 1.18 veces la de quienes no son hablantes, y que
el sólo hecho de ser hombre ofrece apenas 1.1 veces la propensión
a sentirse saludable de las mujeres, considerando todas las demás variables
constantes. Asimismo, el vivir en una localidad urbana significa en promedio,
una propensión ligeramente menor (de apenas 0.96 veces) a la de quienes
se encuentran en medios rurales.
V. Conclusiones
Este estudio muestra claramente que la escolarización tiene influencias
benéficas en la población porque contribuye a elevar las sensaciones
de bienestar referidas a sus condiciones de salud. Esta conclusión para
México coincide con lo descubierto en otros países como los Estados
Unidos y demás naciones de la OCDE sobre las que
se ha publicado información recientemente (OCDE,
2009 y 2010). La escolarización eleva las probabilidades de que las personas
se sientan con buena o muy buena salud, independientemente de variables estructurales
como el sexo, el estatus económico, la edad y la ruralidad del lugar
de residencia. De hecho los datos sugieren que la escolaridad es el aspecto
más influyente en la probabilidad de sentirse saludable, incluso por
encima del grupo de edad al que se pertenezca y la situación económica.
Tener educación superior aumenta 2.94 veces la propensión a sentirse
saludable en comparación con no tener educación básica,
mientras que tener entre 25 y 44 años la aumenta 1.81 veces respecto
de quienes tienen mayor edad (entre 45 y 64 años), y pertenecer al estrato
de ingresos más elevado sólo la aumenta 1.45 veces respecto de
pertenecer al estrato más bajo.
En términos de política pública, estas certezas sobre la relación directa de la escolarización con el bienestar en salud de la población sugieren la importancia de que el Estado mexicano redoble sus esfuerzos para propiciar que toda la población ejerza plenamente su derecho a la educación básica y media superior. Al parecer, el ámbito educativo constituye un campo privilegiado para aquellas acciones del Estado que buscan mejorar los niveles de bienestar de la población, independientemente de lo que ocurra en la esfera de la economía nacional.
A pesar de los avances con este indicador
en cuanto a la comprensión de los resultados de la educación en
la salud de la población aún quedan varias tareas pendientes.
Una tiene que ver con la necesidad de desarrollar indicadores con menor carga
de subjetividad sobre las condiciones de salud de las personas, se espera que
en operativos de campo próximos, las encuestas sobre salud tengan menores
pérdidas de información en las variables de talla y peso. Por
lo pronto estamos desarrollando un indicador sobre el tiempo dedicado a realizar
actividad física, el cual se basa en la
Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT), levantada
por el Inegi. También queda pendiente el análisis para ver si
la relación escolarización-salud se mantiene o cambia con el tiempo.
Esta tarea será posible a medida que sean tenga información actualizada
a partir de levantamientos futuros de las encuestas de salud.
Agradecimiento
El autor agradece al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación
las facilidades concedidas para la realización de este trabajo; a Fernando
Alarid sus valiosas sugerencias que ayudaron a mejorar la interpretación
de los resultados de la regresión logística; a Roberto Rodríguez
y Alejandro Márquez sus importantes comentarios en el XI Congreso Nacional
de Investigación Educativa, por aportar ideas que enriquecieron el análisis;
y a Guadalupe Torres su apoyo en la exploración inicial de la base de
datos.
Referencias
Cenzon, E. y Regazzoni, C. (2004). Relaciones entre educación, salud
y crecimiento: Un repaso a la situación en Argentina. Instituto
para el estudio del Desarrollo Humano. Documento de trabajo, 18. Recuperado
de http://www.paraelcambio.org.ar/contenido/dtrabajo/2004-11-dt18-educacion-salud-crecimiento.pdf
Instituto Nacional de Salud Pública (2007). Encuesta Nacional de
Salud y Nutrición, 2006 (Ensanut 2006, base de datos). Cuernavaca,
México. Recuperado de http://www.insp.mx/ensanut/
Organización Mundial de la Salud (1946). Constitución de la
Organización Mundial de la Salud. Ginebra: Autor. Recuperado de
http://whqlibdoc.who.int/hist/official_records/constitution.pdf
Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos
(2010). Education at a Glance 2010. OECD Indicators.
París: Autor.
Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos
(2009). Education at a Glance 2009. OECD
Indicators. París: Autor.
Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos
(2007). Understanding the social outcomes of learning. París:
Autor.
Quesnel-Vallée, A. (2007). Self-rated health: caught in the crossfire
of the quest for ‘true’ health? [Editorial]. International Journal
of Epidemiology, 36(6), 1161-1164. Recuperado de http://ije.oxfordjournals.org/cgi/content/full/36/6/1161
Wirt, J.; Choy, S.; Rooney, P.; Provasnik, S.; Sen, A. y Tobin, R. (2004). Education
and healt. En NCES: The Condition of Education 2004.
Washington, DC: U. S. Department of Education, National
Center for Education Statistics. Recuperado de http://nces.ed.gov/programs/coe/2004/pdf/12_2004.pdf
Anexo
Tabla A1.1 Límites
de confianza1 del porcentaje de población de 25
a 64 años que se perciben
saludables2 por nivel de escolaridad según estrato
socioeconómico (2006)
Tabla A2.1 Límites
de confianza1 del porcentaje de población de 25
a 64 años que se percibe
saludable2 según nivel de escolaridad y característica
seleccionada (2006)
Para citar este artículo,
le recomendamos el siguiente formato:
Hernández, J. M. (2013). Beneficios de la educación sobre el bienestar
en salud de la población adulta en México, 2006. Revista Electrónica
de Investigación Educativa, 15(2), 69-81. Recuperado de
http://redie.uabc.mx/vol15no2/contenido-hdezvazquez.html