Revista Electrónica
de Investigación Educativa
Vol. 15, Núm. 2, 2013
La desigualdad de la educación en México, 1990-2010:
el caso de las entidades federativas
Educational
Inequality in Mexico, 1990-2010:
The Case of the Country’s States
José César Lenin Navarro Chávez (*)
cesar126@hotmail.com
Antonio Favila Tello
(*)
antonio_favila@hotmail.com
(*) Instituto de Investigaciones
Económicas y Empresariales
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Ciudad Universitaria
C.P. 58030
Morelia, Michoacán, México
(Recibido: 24 de enero de 2012; aceptado para su publicación: 6 de febrero
de 2013)
Resumen
El presente trabajo aborda el estudio de la desigualdad educativa en México,
en el caso de sus entidades federativas. Para abordar dicho análisis
se utilizó una adaptación de la técnica estadística
conocida como el Coeficiente de Gini. Los resultados muestran la existencia
de marcadas asimetrías en materia educativa. Al interior de México
existen profundas brechas de desigualdad entre las entidades federativas, brechas
que han permanecido a través del tiempo a pesar de que los datos indican
que la educación se ha vuelto más igualitaria en todos los estados
del país.
Palabras clave: Desigualdad educativa, Estratificación social,
México.
Abstract
This paper studies educational inequality in Mexico, examining educational differences
between the country’s states. To carry out this analysis, an adaptation
of the statistical measure known as the Gini coefficient was used. The results
show marked differences between Mexican states with regard to education. There
are large inequality gaps between the states in Mexico that have persisted over
time despite the fact that the data indicate that education has become more
equal in all of the country’s states.
Keywords: Educational inequality, Social stratification, Mexico.
I. Introducción
La desigualdad ha sido un tema ampliamente abordado por distintos pensadores
a lo largo de la historia. De forma recurrente, los seres humanos han tratado
de explicar por qué algunos grupos humanos viven en condiciones más
favorables que las que experimentan otros. Entre los distintos tipos de desigualdad,
la educativa ocupa un lugar particularmente importante en este debate.
El poder transformador de la educación y su influencia en el desarrollo
es una idea generalizada en la literatura del tema, tanto en el ámbito
sociológico como económico; por lo tanto, resulta de interés
dimensionar la desigualdad educativa y conocer su comportamiento a través
del tiempo, así como su distribución en el territorio.
El presente estudio aborda el problema de la desigualdad educativa desde una
perspectiva descriptiva, cuantitativa y comparativa. Es descriptiva porque se
busca dimensionar la presencia de la desigualdad educativa a través de
la distribución de la escolaridad; es cuantitativa porque la situación
se aborda a través de métodos estadísticos, y comparativa
porque se pretende conocer el comportamiento de la desigualdad en distintos
territorios y en distintos momentos.
Se aborda primeramente una breve revisión de la literatura sobre el tema.
Luego se comentan los instrumentos estadísticos seleccionados para este
ejercicio, y posteriormente se describen los resultados obtenidos para los casos
de México, sus entidades federativas, y se plantean algunas reflexiones
finales.
II. Revisión literaria
Es posible encontrar en la literatura diferentes definiciones alrededor del
concepto de desigualdad educativa; sin embargo, destaca lo planteado por Sussman
(1967) y Coleman (1968), citados en Muñoz Izquierdo (2003). Esta conceptualización
indica lo que se entiende por igualdad educativa, es decir, el ideal a seguir,
e implica la siguiente serie de cinco definiciones:
1. Igualar las oportunidades de ingresar al sistema educativo que tengan los individuos que posean las mismas habilidades.
2. Igualar las oportunidades de ingresar al sistema educativo que estén al alcance de los miembros de todos los estratos sociales independientemente de sus características demográficas y de sus habilidades intelectuales.
3. Igualar los resultados educativos que obtengan en el sistema escolar todos los individuos que cuenten con determinados niveles de habilidades académicas y que dediquen a su aprendizaje igual cantidad de tiempo y esfuerzo.
4. Igualar los resultados educativos que obtengan en el sistema escolar todos los individuos que dediquen a su aprendizaje igual cantidad de tiempo y esfuerzo independientemente de las habilidades académicas que posean y del estrato social al que pertenezcan.
5. Lograr que quienes pertenecen a los diferentes estratos sociales adquieran las mismas habilidades para el aprendizaje, mediante el acceso a insumos educativos de calidad inversamente proporcional a las habilidades con que ingresen a cada curso, y así puedan obtener los mismos resultados al final del mismo (Muñoz Izquierdo, 2003).
De tal forma, la desigualdad educativa se da cuando no se cumplen en una sociedad
las condiciones definidas anteriormente, es decir, cuando existe la exclusión
de algunos, sean individuos o colectivos, del acceso a las oportunidades educativas
así como de la permanencia y el éxito en el sistema escolar (Subirats
et al., 2005).
La desigualdad educativa ha sido estudiada desde diferentes enfoques (en ocasiones
controversiales) a través del tiempo. A mediados del siglo XX, la perspectiva
dominante entre los estudios relativos a este tema era la perspectiva funcionalista.
En ella, “los trabajos sobre movilidad social tendían a ver a la
educación como una variable con una importante influencia en dirección
de una creciente igualdad social”, (Martínez, 2002).
Durante los años sesenta y setenta surgieron corrientes críticas
que enfatizaron el papel subordinado de la educación respecto de las
estructuras sociales o incluso le atribuían un papel activo en el mantenimiento
de la desigualdad (Martínez, 2002). Dentro de esta perspectiva autores
como Collins (1989, citado por Márquez, 2005) se cuestionan si el sistema
educativo busca efectivamente la igualdad educativa o si ciertos grupos poderosos
de la sociedad se valen de la desigualdad educativa para perpetuar su posición.
Otros autores, como Bowles y Gintis (1976), señalan que el sistema educativo
tendría por objetivo el proveer de mano de obra calificada y disciplinada
a los empleadores lo que a su vez contribuiría al control social y a
la estabilidad política.
Siguiendo en esta línea de pensamiento, Carnoy (1974) se cuestiona si
efectivamente las sociedades, desde el punto de vista histórico, han
estado siempre preocupadas por la educación de sus jóvenes o si
esta idea ha sido constantemente utilizada como un instrumento de manipulación.
Posteriormente los trabajos sobre la materia integraron perspectivas etnográficas
para aproximarse a la desigualdad educativa desde lo que sucedía en las
aulas. Para Mehan (1992), por ejemplo, la escuela debe dejar de ser vista como
un paso en la vida de los alumnos en su camino a ocupar un lugar en el sistema
de producción; Subirats et al. (2005) señala que la desigualdad
educativa no sólo genera en los individuos una serie de desventajas de
carácter productivo o laboral, sino que también merma su capacidad
de desarrollarse en el ámbito personal y social, por lo que deben integrarse
al análisis los problemas de tipo personal y sociocultural.
Desde el punto de vista de la economía, el componente educativo del desarrollo
ha sido ampliamente estudiado. Uno de los autores más destacados en este
ámbito es Gary Becker, a través de la teoría del capital
humano, concepto que incluye características que van desde los conocimientos
adquiridos en las instituciones educativas hasta las capacidades obtenidas mediante
el trabajo y las habilidades innatas o adquiridas del individuo. De tal forma,
los individuos mejor preparados, tendrán una mayor productividad, contribuirán
más eficientemente al desarrollo de la economía y recibirán
mejores remuneraciones por su trabajo (Destinobles, 2006).
Leyva y Cárdenas (2005) señalan al respecto:
Esta idea, aportada por Becker (1964), llevó al desarrollo de la teoría del capital humano en el campo de la educación. Una inversión en educación equivale a una inversión en una “máquina” adaptada al cuerpo humano que mejora los resultados en el puesto laboral; los rendimientos futuros de esa “máquina” probablemente superarán el gasto de tiempo y dinero que supone su compra.
En concordancia con esto, es posible mencionar las ideas de Amatya Sen. Para
Sen (Escribano, 2004), el desarrollo se alcanza cuando los individuos tienen
la libertad o capacidad de elegir la vida que quieren llevar. Libertad para
no padecer privaciones ni enfermedades fácilmente curables, para poseer
una vivienda digna, para participar en la toma de decisiones colectivas, para
disfrutar del nivel educativo deseado, para profesar, expresar y difundir libremente
las propias ideas.
En el mismo orden de ideas, Thomas, Wang y Fan (2000) afirman que la distribución
de las oportunidades dentro de una sociedad es incluso más valiosa que
la distribución de los bienes o las rentas. En consecuencia, asegurar
el acceso a la educación es una política ganar-ganar para cualquier
sociedad ya que, si las habilidades de los seres humanos se distribuyen normalmente,
el hecho de que algunos grupos queden rezagados, representa una pérdida
importante del bienestar; consecuentemente se ven afectados no sólo los
individuos sino todas las diferentes áreas del aparato productivo. Así
como sucede con los bienes, una distribución equitativa del bienestar,
constituye una precondición necesaria para elevar la productividad individual
y en consecuencia para superar la pobreza.
El caso concreto de la desigualdad educativa en México también
ha sido abordado en numerosas ocasiones. Pablo Latapí reconocía,
a principios de los años noventa que, desde los años setenta las
desigualdades educativas entre los Estados de la República se habían
mantenido prácticamente sin cambios (Rojas, 2012).
Asimismo, Latapí (1964) señalaba:
Aun en el supuesto de que haya escuelas suficientes, la desigualdad económica de la sociedad seguirá influyendo en la desigualdad educativa, la cual, a su vez, cerrará el círculo vicioso determinando una ulterior desigualdad en la capacidad de ingresos de la siguiente generación. A una sociedad de fuertes desigualdades económicas, corresponde un sistema escolar de fuertes desigualdades educativas.
Martínez Rizo (2002) encuentra que los indicadores de desigualdad educativa
de los estados mexicanos tienden a bajar a través del tiempo; en su opinión,
esta situación se debe primordialmente al crecimiento de los sistemas
escolares estatales, lo que refleja el nivel de desarrollo relativo de cada
uno, y no a la implementación de políticas compensatorias destinadas
al combate de la desigualdad. Es decir, el progreso en esta materia sería
más inercial que proactivo. El autor plantea también, con datos
hasta el año 2000, una clasificación en la cual las entidades
más desiguales en materia educativa fueron Chiapas, Oaxaca, Guerrero
y Veracruz.
Para Schmelkes (2007), México es un país altamente desigual en
materia educativa; en su opinión, el imponer modelos uniformes de educación
que no consideran las diferentes realidades de México, reproduce y acrecienta
dichas desigualdades. Considera, además, a la pobreza como una variable
fundamental que afecta el acceso a la escuela, la permanencia, la transición,
el aprendizaje y la utilidad de dichos aprendizajes. Apunta también que
en México se ha dado prioridad a incrementar la cobertura educativa y
se ha dejado en un segundo plano el incrementar su calidad.
III. La desigualdad de la educación medida a través del
coeficiente de Gini
Una forma de aproximarse a la medición de la desigualdad educativa es
a través de la medición de la distribución de la escolaridad.
El instrumento estadístico propuesto para llevar a cabo este análisis
es el Coeficiente de Gini. Este instrumento es usualmente utilizado para medir
la desigualdad en la distribución del ingreso aunque es aplicable al
estudio de cualquier distribución desigual.
En el año 2000, Thomas, Wang y Fan propusieron una adaptación
de este instrumento para medir la desigualdad educativa para un conjunto de
85 países utilizando datos que abarcaron desde 1960 hasta 1990. Es esta
versión adaptada la que se retoma para realizar este análisis
del caso mexicano.
El coeficiente de Gini puede alcanzar valores entre 0 y 1, donde 0 representa
la perfecta igualdad y 1 representa la perfecta desigualdad. Thomas, Wang y
Fan (2000) proponen la siguiente fórmula para adaptar el coeficiente
de Gini para ser utilizado en el estudio de la desigualdad en la educación:
Para realizar la medición, se tomó en cuenta sólo a la
población de 25 años y más, de ambos géneros, atendiendo
a su nivel de escolaridad más alto alcanzado. Los niveles de escolaridad
se resumieron de la siguiente forma: Sin escolaridad, Primaria Incompleta, Primaria
Completa, Secundaria Incompleta, Secundaria Completa, Media y Superior.
Se midieron coeficientes de Gini para México y sus 32 entidades federativas
con base en información de los censos y conteos de población y
vivienda del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática
(INEGI) correspondientes a los años 1990, 2000,
2005 y 2010.
IV. La desigualdad de la educación en México medida a
través del coeficiente de Gini, 1990-2010
En esta sección se observa la evolución del Coeficiente de Gini
para la Educación para el caso de México, con datos a nivel nacional.
La Tabla I contiene los datos que sirvieron como base para calcular los coeficientes
de Gini para el caso mexicano:
Tabla I. Población de 25 años y más de
acuerdo a su máximo nivel de escolaridad alcanzado
y coeficientes de Gini para la educación en México, 1990-2010
En el año 1990, se obtuvo para México un coeficiente de Gini
para la educación de 0.4580. Esta cifra puede considerarse alta si se
le compara con los resultados obtenidos en economías desarrolladas como
Estados Unidos, que obtuvo en el mismo año un coeficiente de Gini para
la educación de 0.13 o Canadá que obtuvo en 1990 un coeficiente
de 0.16 (cálculos propios con datos de Barro y Lee, 2010).
El coeficiente obtenido para México en 1990 se explica por la gran cantidad
de personas mayores de 25 años que no poseían escolaridad alguna
(alrededor del 19%), a la concentración de casi un 28% de esta población
en el rubro de Primaria incompleta y a que sólo un 10% de ellos poseía
educación superior.
Diez años más tarde, la situación había mejorado;
el coeficiente de Gini obtenido para el caso mexicano en el año 2000
fue de .3891, lo que implicó una disminución de .0689 puntos.
Esta disminución se debió principalmente al avance registrado
en el renglón de secundaria completa y la disminución registrada
en el renglón de Sin escolaridad.
En el año 2010 el coeficiente de Gini obtenido para México fue
de .3372. Este dato indica que la disminución acumulada para el periodo
de 20 años es de .1208 puntos de los cuales .0689 puntos se dieron durante
el período 1990-2000 y .0519 puntos se registraron durante el período
2000-2010.
En 2010, el renglón de secundaria completa concentró a la mayor
proporción de la población con un 20%. En cuanto a la educación
superior se refiere, en 2010 la proporción de la población mayor
de 25 años que se ubicó en este renglón alcanzó
el 18%, mientras en 1990 esta proporción era de sólo el 10%; destaca
que de este avance la mayor parte se registró durante la década
del 2000 al 2010.
V. La desigualdad de la educación en las entidades federativas
mexicanas
Como se comentó en la revisión literaria, México es un
país de profundos contrastes en materia educativa. Estos contrastes se
ponen de manifiesto cuando se observan los coeficientes de Gini obtenidos para
cada entidad federativa.
Otro aspecto que merece atención es el hecho de que estas brechas de
desigualdad permanecen a través del tiempo; si bien en todos los estados
se han registrado disminuciones en los coeficientes de Gini obtenidos, los estados
más igualitarios fueron los mismos durante todo el período estudiado.
También destaca que la distancia existente entre los coeficientes de
Gini obtenidos para los diferentes estados también ha permanecido prácticamente
constante a través del período. La Tabla II muestra los resultados
obtenidos; los estados están ordenados de acuerdo a su resultado en 2010
comenzando por los más igualitarios:
Tabla II. Coeficientes
de Gini para la educación en México por entidad federativa,
1990-2010 para la población de 25 años y más
Los datos de la tabla anterior fueron
llevados al siguiente mapa (ver figura 1) para intentar dar una imagen gráfica
sobre el patrón geográfico de la desigualdad educativa en México.
Se clasificaron como en situación “Favorable” las entidades
que obtuvieron en 2010 un coeficiente de Gini inferior a .3. Se clasificaron
en situación “Media” las entidades que obtuvieron coeficientes
inferiores a la media nacional pero superiores a .3.
La clasificación “Desfavorable” se asignó a las entidades
que obtuvieron coeficientes superiores a la media nacional pero inferiores a
.4. Por último, se calificaron como en situación “Muy desfavorable”
a aquellas entidades con coeficientes de Gini superiores a .4. De acuerdo con
los resultados obtenidos, se encontraron en situación “Favorable”
y “Media” las entidades ubicadas tanto en la frontera norte como
en una parte importante del centro del país; la condición “Desfavorable”
caracterizó a otra fracción del centro del país, a la zona
del Golfo de México y una parte considerable de la península de
Yucatán. Así mismo la condición “Muy desfavorable”
caracterizó a los Estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
Figura 1. Patrón geográfico de la desigualdad educativa en México
Durante el período de estudio,
la entidad con el coeficiente de Gini más pequeño (es decir, la
entidad más igualitaria) fue el Distrito Federal, permaneciendo durante
toda la serie alrededor de 10 puntos por debajo del coeficiente de Gini nacional.
Le siguió el estado de Nuevo León; Baja California se encontró
en el tercer lugar hasta el 2005 y para el año 2010 el tercer lugar fue
ocupado por Coahuila, aunque por una diferencia mínima.
Destaca el caso del Estado de Jalisco que, aun siendo una entidad con una intensa
actividad económica, se ubicó en el lugar número 15 de
esta lista. Sobresale también el caso de Querétaro que, aunque
se ubicó en el lugar 17, fue el estado que logró avances más
significativos en este indicador, reduciendo su coeficiente en 18 puntos porcentuales
durante el período 1990- 2010.
Los últimos lugares fueron ocupados por Michoacán, Oaxaca, Guerrero
y Chiapas respectivamente con avances discretos de entre 11 y 14 puntos. De
entre ellos Guerrero fue el que registró el avance más significativo,
sin embargo, fue insuficiente para salir del penúltimo lugar nacional
en cuanto a los coeficientes de Gini se refiere.
Destaca también que, entre el líder nacional (Distrito Federal)
y el estado peor posicionado (Chiapas) existió una diferencia considerable
de alrededor de 25 puntos porcentuales.
Si se revisan los índices de Marginación publicados por el Consejo
Nacional de Población (CONAPO) para el año
2010, se encontrará que existe coincidencia entre las entidades con mayor
marginación y las más desiguales de acuerdo a los coeficientes
de Gini calculados.
De acuerdo a CONAPO (2010) la entidad con mayor marginación
fue Guerrero, seguida por Chiapas y Oaxaca. Las entidades que presentaron menor
marginación fueron el Distrito Federal, Nuevo León y Baja California,
entidades que también resultaron bien posicionadas en la tabla II.
VI. Conclusiones
Los resultados encontrados abonan a favor de lo expresado por diferentes autores
acerca de la desigualdad educativa en México. Si bien este modesto ejercicio
sólo explora la desigualdad educativa a través de la distribución
de la escolaridad, los resultados son congruentes con diferentes pronunciamientos
hechos en torno a la problemática.
Los datos observados sugieren que hubo durante el período estudiado avances
considerables en las proporciones de la población mexicana de 25 años
y más que logró alcanzar los niveles educativos medio superior
y superior. Sin embargo, los coeficientes de Gini para la educación encontrados
para México continúan siendo altos cuando se les compara con los
obtenidos en países desarrollados.
Se confirma la vigencia de lo expresado por Martínez Rizo en su estudio
publicado en 2002. Si bien los indicadores de desigualdad educativa tienden
a disminuir a través del tiempo, estos progresos parecen continuar siendo
inerciales, ya que las brechas existentes entre los diferentes estados han permanecido
prácticamente constantes. Destaca también que, las entidades que
Martínez Rizo (2002) encontró como las más desiguales en
educación, continúan siendo las mismas que se identificaron en
el presente trabajo.
El hecho de que las entidades con mayores índices de marginación
y las entidades con los coeficientes de Gini para la educación más
elevados sean prácticamente las mismas abona a favor de lo dicho por
diferentes expertos, entre ellos Sylvia Schmelkes y Pablo Latapí, sobre
la importancia de la pobreza como una de las variables fundamentales que explican
y reproducen la desigualdad educativa y su ubicación en el territorio.
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Para citar este artículo,
le recomendamos el siguiente formato:
Navarro, J. C. y Favila, A. (2013). La desigualdad de la educación en
México, 1990-2010: el caso de las entidades federativas. Revista
Electrónica de Investigación Educativa, 15(2), 21-33.
Recuperado de http://redie.uabc.mx/vol15no2/contenido-navarro-favila.html