Revista Electrónica
de Investigación Educativa
Vol. 15, Núm. 1, 2013
Del análisis institucional a la etnografía institucionalista:
experiencias y conceptos franceses.1
Entrevista a Patrick Boumard
José Jaime Vázquez López (*)
correo@buap.edu
Gloria Angélica Valenzuela Ojeda (*)
angelica.valenzuela@correo.buap.mx
(*) Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
4 sur 104, Centro Histórico C.P. 72000
Puebla, Puebla, México
La presente entrevista tiene el objetivo
de acercarnos al campo de estudio del Doctor Patrick Boumard, especialista y
líder de la etnografía a nivel internacional. El Doctor Boumard
ha trabajado arduamente para dar a conocer los aportes de un método de
investigación cualitativa, que requiere ser más aplicada en el
ámbito educativo en México: la Etnografía.
Mucho se ha hablado de las contribuciones de la investigación cualitativa
en la educación, así como del conocimiento más cercano
y vivencial que propician herramientas como la entrevista y la observación,
en las cuales se apoya la etnografía; sin embargo, el desarrollo de ésta
tiene fundamentos y características que la hacen diferente a otros métodos
de investigación, que requieren un conocimiento particular. Esta entrevista
pretende ampliar nuestra visión de la etnografía como herramienta
de investigación en el campo educativo para utilizarla con mayor seguridad
y confianza.
El Doctor Boumard, profesor del Centre de Recherche Bretonne et Celtique, en
Francia, visitó recientemente la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM) y la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla (BUAP), para compartir sus experiencias
y conocimiento en el campo de la Etnografía. Durante su visita a Puebla,
específicamente durante su estancia en el Complejo Cultural Universitario
de la BUAP, el doctor Boumard ofreció el curso:
“Del análisis institucional a la etnografía institucionalista:
experiencias y conceptos franceses” a un grupo de académicos universitarios.
Patrick Boumard comenzó su carrera como docente de Filosofía;
ha sido profesor de Psicopedagogía en la Universidad Pedagógica
de Formación Docente, actualmente es profesor emérito de Antropología
de la Educación en la Universidad Europea de Bretaña, en Brest
(oeste de Francia).
–¿Cuál es el contexto de la “Etnografía
de la escuela y el Análisis Institucional (AI)” en Francia?
A diferencia de la corriente británica,
la “Etnografía escolar” apareció en los años
setenta sobre “la nueva sociología de la educación”.
Dicha etnografía surge mucho más tarde en Francia y en un contexto
muy diferente.
No se trata de un conflicto interno en la sociología y menos en la etnología,
sino de una reflexión relacionada con el cambio paradigmático
del pensamiento. Nacido alrededor de 1968, se le conoció con el nombre
de “Análisis Institucional”, fue organizado conjuntamente
con la creación de la Universidad Experimental de Vincennes; sus fundadores
tenían diferentes puntos de vista académicos, como Lapassade en
ciencias políticas, Lourau en sociología, Lobrot en ciencias de
la educación, pero todos eran críticos pedagogos.
A finales de los setenta se suscitó un cambio en la educación,
en su momento se le denominó “malestar de los maestros”,
relacionado con las consecuencias sociales de mayo de 1968, en el campo educativo.
Por su parte, el Análisis Institucional pasaba por una crisis sin precedentes
que había surgido después del 68, como “sociología
de la intervención”, en controversia con Bourdieu, pero sobre todo
con Crozier y Touraine. La victoria de la izquierda en el 81 había hecho
esperar una gran demanda de intervenciones por parte de las instituciones, sin
embargo, no pasó nada y el análisis institucional llamado “psicoanálisis”
no encontró seguidores. La cultura del cambio consubstancial a los institucionalistas
no tenía cabida en el gobierno de François Mitterrand.
La respuesta más coherente a esta situación fue la de George Lapassade,
quien buscó fuera de la visión institucionalista nuevas ideas.
De esta forma podemos entender por qué la introducción de la etnografía
escolar en Francia surge del encuentro de Lapassade con la etnometodología.
Más tarde, Lapassade es seducido por la radicalidad del concepto “sociólogo
profano” (carente de conocimientos), que permite dar una nueva dimensión
a la noción de actor y de renovar el rol de investigador.
–¿Cuál fue la causa del cambio en el paradigma del
Análisis Institucional, que lo condujo a la etnografía de la escuela?
Existen dos nuevos elementos esenciales que permiten responder al cambio del
paradigma de Análisis lnstitucional.
La realidad se construye a nivel cotidiano y local, en los comportamientos de
la gente “para todos los propósitos prácticos”. La
indexicalidad, venida del lingüista israelí Bar-Hillel, que se aplica
a la escuela, es considerada como un pequeño mundo en el que surgen los
sentidos de la realidad autosuficientes.
Esta realidad es el resultado del encuentro entre un sinfín de puntos
de vista, incompatibles entre sí, pero coherentes dentro de su propia
lógica. Apoyándose en la definición de la situación
extraída del interaccionismo simbólico, la construcción
de la realidad social escolar puede comprenderse en términos de tribus,
ya sea tribus de estudiantes, de maestros o tribus de jóvenes zoulous,
originarios del hip-hop y el rap.
Surgieron dos consecuencias de estas nuevas direcciones, en relación
al Análisis Institucional Clásico. La primera: Lapassade impartió
en dos universidades de París un curso titulado “Antropología
psicológica”. La segunda consecuencia, de orden teórico,
fue la respuesta más adecuada en el dominio escolar proporcionada por
la corriente interaccionista británica dirigida por Peter Woods, quien
acaba de publicar dos libros relacionados con el tema: Sociología
y la escuela, y Dentro de las escuelas.
En la Universidad de París 8 se desarrolló un movimiento importante
hacia esta tendencia, integrando de forma explícita el interaccionismo
simbólico que se refiere a la fenomenología social de Schultz,
principalmente a su trabajo, el cual acababa de ser traducido al francés,
El investigador y lo cotidiano. En 1991 Lapassade publica La etnosociología,
y en 1996 La microsociología, con esto inicia el debate en el
terreno francés.
–¿Desde qué enfoques podemos considerar a la etnografía?
En un primer acercamiento, podemos distinguir la etnografía como método
y la etnografía como enfoque. Me gustaría tomar esta reflexión
desde una perspectiva más explícita entre metodología y
epistemología.
La etnografía puede ser vista como un método, centrada en la noción
de observación participante, que insiste en las técnicas de trabajo
de campo, las prácticas de conversación, la entrevista etnográfica
como dispositivo, métodos de investigación en general, resultado
de la superposición de historias de vida y algunas formas de investigación.
Con estos antecedentes, mi propuesta es mostrar esta idea de la etnografía
como un enfoque, basándome en la obra de Woods, para quien la etnografía
tiene sentido en referencia a los conceptos del interaccionismo simbólico.
El etnógrafo de la escuela trabaja en los conceptos, situaciones, perspectivas,
culturas, estrategias, carreras, etc.
Hice la distinción entre método etnográfico, basado principalmente
en el trabajo de campo y la teoría del interaccionismo simbólico,
que le da a este trabajo su dimensión teórica necesaria. La glorificación
excesiva del campo valora de forma metrificada la realidad pura de la cual olvidamos
que no es nada más que portadora de barbarie. La etnografía no
sorprenderá a nadie, pero se ocupa de las cuestiones relativas a la noción
de método.
Observar el territorio, como aspecto del trabajo de campo, refleja la especificidad
de la etnografía. De hecho, la actitud de asombro e impresión
que a menudo demuestran los etnólogos (como señal de dicha disciplina
en oposición a la sociología) confunde el método y la actitud.
El asombro busca sus fuentes en el origen de la filosofía, en primera
instancia socrática, sobre la conducta humana.
La idea de ir más sobre el terreno no es hacerlo elemento de prueba,
sino material indispensable para que el discurso tenga sentido; esto es lo que
fundó el enfoque etnográfico.
En este momento no haremos un análisis detallado de los experimentos
pioneros aunque estos sean conocidos. Pensamos, evidentemente, en Malinowski,
en su estancia en Islas Trobriand entre 1914 y 1918, y su obra de referencia.
–¿Cuál es la tarea que desempeña un etnógrafo?
El etnógrafo es el que observa cómo viven los pueblos extranjeros
y analiza su “rareza”. No olvidemos que las personas que mencioné
(etnia) son los bárbaros, en contraposición a las personas citadinas
atenienses (demos). Entonces lo extraño atraviesa el terreno, como lo
revelaron en primera instancia los sociólogos de la Escuela de Chicago,
especialmente R. E. Park, quien establece, a principio de los años veinte,
que “los métodos de observación aplicados a estudiar la
vida y costumbres de los indios de América del Norte pueden destacar
en el estudio de las costumbres, creencias, prácticas sociales y concepciones
de vida en general que prevalece en el barrio de Little Italy o en el vecindario,
que se localiza en la parte inferior del norte de Chicago”.
Este cambio en la sociología de Chicago hacia una antropología
de sociedades modernas (en realidad, en el sentido francés, una etnología
más que una antropología) no sucede. Debemos hacer hincapié
en la dimensión metafórica de la etnología. Nos encontramos
frente a un cambio de postura donde la distancia entre el investigador y el
grupo de estudio se apoya en una exterioridad metodológica, como lo he
mencionado en el análisis interno de la conferencia celebrada en el AFIRSE
(congreso de la Association Francophone Internationale de Recherche Scientifique)
en mayo de 1995, en Angers.
–¿Cuál es el objeto del trabajo de campo en la etnografía?
El trabajo de campo se centrará en la investigación, la estancia
prolongada en la población estudiada, empaparse de las costumbres y prácticas
de los grupos, señalando lo extraño o sin sentido. Para entender
las opiniones de los demás, se trata de compartir su realidad, su descripción
del mundo y sus señales simbólicas. Aquí la noción
de la escuela supone una nueva escuela, ya que se trata de considerar a las
prácticas institucionales como el desarrollo de una sociedad. El etnógrafo
decide ver a la escuela como una sociedad, como lo ha expresado claramente Woods,
en su obra Dentro de las escuelas, “¿Qué está
pasando aquí?”; así pues, es el etnógrafo el que
debe plantearse esta interrogante, después de observar la vida de este
pequeño mundo llamado escuela.
Está claro que las técnicas de campo no tienen sentido sino a
partir de la descripción que se pueda hacer, y esta noción de
la descripción extiende a la etnografía una metodología
global.
–¿Qué papel tiene la situación etnográfica
en el trabajo de campo de la etnografía?
La restricción de la realidad alimentada por la noción de campo
podría sugerir que la división en la definición del objeto
se opone entre el pensamiento científico (refleja lo abstracto) y el
contacto con la realidad (favorece lo visto).
Se trata de recibir imágenes, es decir, observar, como se indica en la
etimología: poner atención e interés. En una palabra, para
que el etnógrafo tome del vocabulario institucionalista un término
que la defina como tal, es de emblema implicado.
Laplantine nos da un excelente ejemplo de esta construcción compleja
de la situación etnográfica, recordando una frase de Niels Bohr,
da cuenta de una experiencia llamada “palo suelto” y “palo
rígido”. Si usted explora un objeto con la ayuda de un palo, mientras
lo sostiene con firmeza o suavidad; la delimitación del objeto será
vista totalmente diferente si es tomado de una forma firme, el palo puede ser
visto como una extensión de la mano, el lugar de la delimitación
se encuentra al otro extremo de la vara. Por el contrario, sostenido de forma
suelta, el palo no es parte del observador, pues el límite de la percepción
se encuentra entre la mano y el palo. Los modos de conocimiento inducidos por
las dos tomas del palo serán diferentes. El “palo rígido”
lleva al conocimiento de una dimensión objetiva, mientras que el “palo
suelto” proporciona información que incluye una especie de familiaridad
con el objeto, un conocimiento de orden más subjetivo.
Por lo tanto, a diferencia de la investigación policial que tiene como
objetivo recoger toda la información posible, la investigación
etnográfica da el debido lugar al objeto, alrededor de una actitud de
atención flotante, jamás neutra, atenta a la eventual producción
de sentido. A. Coulon propone la exitosa fórmula de “seguidor etnográfico”,
la cual consiste en atender sus propias implicaciones en la estrategia de investigación.
Se trata, evidentemente, de captar las opiniones de los miembros no solamente
observando sino pidiendo que expliquen sus acciones.
En el seguidor etnográfico, el investigador coloca las descripciones
en su contexto y es obligado a considerar las producciones de los miembros del
grupo estudiado como verdaderas instrucciones de búsqueda.
–¿Cuáles fueron los orígenes de la investigación
etnográfica?
La etnografía está fundada en raíces lejanas. Sin problema
volvería a mirar hacia Tiresias Thébes, el adivino ciego, convocado
por Edipo y después por Cerón, como se puede leer en las obras
de Sófocles, Antígona y Edipo Rey. Por lo general,
conservamos en Tiresias aquello que revela a Edipo sobre su doble crimen, que
ha impulsado el famoso complejo freudiano. Pero podemos leer la intervención,
el papel de Tiresias y todo lo demás. Lo que se pide a Tiresias es una
encuesta social para entender de dónde vienen las desgracias de Tebas.
Es precisamente la práctica de Tiresias, la obtención de pruebas
y la interpretación en cuestión. “Escuche los índices
que ha recogido mi arte”, dice a Creonte en Antígona.
Edipo, explícitamente, lo había designado como investigador social
de las primeras escenas del rey Edipo, se puede leer lo siguiente:
Tú que buscas en todo, tanto en lo que se enseña como lo que aún está prohibido en los labios humanos (...) sólo te vemos a ti, Señor, que nos proteges y salvas (...) Un solo medio nos es ofrecido para librarnos del mal: se trata de encontrar a los asesinos de Layo (...). No nos niegues ni los consejos inspirados en las aves, ni ningún paso de la ciencia profética (Sófocles, 1982).
De esto se trata, más que
el complejo impuesto por Freud, en relación a la intelectualidad occidental
ingenua y poco escrupulosa: Tiresias inventó la observación participante,
que puede ser llamada también investigación social. Lo que nos
importa ahora es de conocimiento público; el parricidio y el incesto
no son más que el veredicto (lo que se dice verdadero) del investigador
social. El monopolio freudiano de este episodio se centra, exclusivamente, en
las consecuencias psicológicas del trabajo que dio a conocer Tiresias
con los resultados de su investigación.
Con este ejemplo se puede apreciar, un poco más, la investigación
etnográfica y el origen de ésta, pero el aspecto más interesante
para nosotros es el vínculo entre el proceso, el propósito y la
concepción del mundo que los sostienen, que diseñan la práctica,
como el paradigma del etnógrafo involucrado (Tiresias).
–¿Cómo se construye la realidad durante la investigación
etnográfica?
La mirada etnográfica define una posición y no sólo una
técnica. Pero esta misma postura presupone una concepción de la
realidad, ya que la presenta el interaccionismo simbólico. Lo real no
está predefinido. A través de la definición de la situación
se impone la idea de que ellos mismos son los actores, quienes definen el escenario
en que se encuentran y, al hacerlo, lo construyen. Los roles de los actores
que parecen ser prescritos por la sociedad (esto es evidente en el caso de la
escuela) son en realidad construidos en relación al sentido que le dan
a las diferentes situaciones a desarrollar.
Un grupo de trabajo integrado por estudiantes e investigadores de París
8, dirigido por Lapassade y por un servidor, permitió ilustrar de forma
clara la conexión entre el etnógrafo como postura metodológica
y la concepción interaccionista de la construcción de la realidad
con el trabajo, durante dos años trabajando en la desviación del
medio escolar, un tema que poco se ha estudiado en Francia, donde los trabajos
más mediáticos son los relacionados con la violencia juvenil,
que llama la atención a través de una dimensión psicológica
en relación con la crisis de autoridad parental o de la causalidad sociológica
de los problemas de desempleo, además de las condiciones que se viven
en los suburbios.
Al centrarse en la desviación, se percibe muy rápido la interpretación
que se le da a este fenómeno, ligado a la concepción que tenemos
en producción de la norma. En otras palabras, dependiendo de si la desviación
es vista como una apertura de la norma o como una producción solidaria
conjunta del sentido social, vamos a ver diferentes realidades, de las cuales
al menos una implica un enfoque etnográfico basado en una visión
fenomenológica de la sociedad o, por decirlo de otra forma, de una realidad
constructivista.
En efecto, si la desviación, como se ha mostrado, es considerada al margen
de la delincuencia, la norma es preexistente y, por lo tanto, objetiva, y si
la desviación es reactiva, se plantea como una operación de escoria
social normal, es decir, estándar.
Por el contrario, el trabajo descriptivo sobre el terreno demuestra que las
producciones de normas y desviaciones son en parte contemporáneas (de
igual forma podríamos sostener, siguiendo las perspectivas epistemológicas
de Canguilhem, la brecha que precede a la normalidad), pero sobre todo solidarias,
ya que se apoyan recíprocamente para encontrar el significado en la producción
de las mismas interacciones.
Todo comienzo es desadaptado, en el sentido que un desconocido choca con la
lógica establecida, como lo dije en un libro reciente sobre el concepto
de autogestión educativa, que desarrollé con G. Cohn-Bendit, en
él mencionamos que “la cuestión más importante es
pensar en cómo la institución vive con su desviación o
desadaptación interior, y luego comprender su propia desviación
como una fuerza impulsora en su propia complejidad”.
–En la metodología de la etnografía, ¿qué
técnicas son las más importantes?
Podemos ver claramente cómo la concepción del ser social, en vía
de desarrollarse, es solidaria con la metodología apropiada para su propio
análisis. Hay que tener cuidado al reducir esta afirmación a una
clasificación sencilla dimensional o subjetiva. Por ejemplo, vemos mejor
con una lupa que a simple vista, o mejor aún: no vemos más que
aquello que queremos ver. Lo que se discute aquí –y menciona Bachelard–
es que se tiene el conocimiento de su instrumento de medición, por lo
que no puede, en sentido estricto, marcar las interacciones entre la norma y
la desviación, que son fundamentales para la producción de cualquier
forma social, a través de una concepción microsociológica
que supone y legitima a la etnografía, entendida como proceso y no como
técnica.
Esto nos lleva a priorizar la intuición como forma de aprehensión
de la realidad que se está construyendo sin poder ser analizada más
que de forma intersubjetiva (este término se entiende en su sentido epistemológico
y no sólo psicológico). Desde esta perspectiva, una técnica
convencional, como el mantenimiento, se llevará a una nueva dimensión.
De hecho, la entrevista nos lleva a romper con las certezas que compartimos
en un mundo común, con idénticos puntos de vista sobre una realidad
innegable. Por el contrario, el trabajo de campo requiere aprender de la cultura
del grupo observado. De ahí la importancia de la observación,
que permite, en un movimiento metodológico que va y viene desde el punto
de vista del investigador, pero sobre todo de aquellos que intervienen para
reconocer una multivectorialidad en el análisis, pues durante el proceso
tanto los puntos de vista de los investigadores como de los involucrados han
sido cuestionados.
Sin embargo, la observación que implementamos no puede reducirse a una
nueva terminología para nombrar la investigación-acción,
como he oído en este taller. Debería buscar sus referencias en
el lado de la participación, como se define en el Análisis Institucional,
especialmente en la dicotomía que a menudo es remarcada en esos mismos
lugares, como en las conferencias anteriores de J. Ardoino, distinguiendo entre
involucrarse y estar involucrados.
La observación etnográfica es un trabajo en todo el sentido de
la palabra, un método de trabajo, si así queremos llamarlo, que
se aprende (y se establece) de profesionales, como estamos tratando actualmente
de formar en Rennes 2, generaciones que establecerán un punto de vista
etnográfico. Es importante no olvidar que la gente siempre se comporta
como “sociólogos laicos” –según la famosa frase
de Garfinkel.
Como seguimiento a nuestros trabajos del análisis institucional del interaccionismo
simbólico y la etnometodología, prefiero hablar de “etnógrafos
laicos”, precisamente en el sentido que he hablado anteriormente del enfoque
etnográfico (desde la perspectiva del interaccionismo simbólico
y en relación con esta visión del mundo, este enfoque de la realidad
se ve como un fenómeno que se construye constantemente bajo la influencia
de las descripciones de diversas regiones del mundo producida por los diferentes
actores de la situación).
La metodología de la observación participante en el que se encuentra
el proceso etnográfico está interesada en ciertos objetos que
la legitiman. No es casualidad que los sociólogos de la Escuela de Chicago
estén interesados de una forma muy especial en las prácticas sociales
marginadas, o en la periferia de la ciudad. Del mismo modo, el grupo de investigación
mencionado anteriormente, y que se identifica hoy con el nombre de Movimiento
de Análisis Institucional y de la Nueva Etnografía (MAINE), se
desarrolló en la construcción del objeto desviado, como si hubiera
una especie de limitaciones epistemológicas del objeto en el proceso
del investigador. Para entender el sentido complejo de la situación tenemos
que penetrar en ella y comprender las interacciones entre los diferentes aspectos
involucrados, sin perjuicio de las consecuencias para el investigador, como
Tiresias había mostrado.
Podríamos darle más importancia al objeto sobre la situación
de análisis hecha por la búsqueda, independientemente de los procesos
y criterios.
Preferimos hablar del marcador o del descriptor para tomar la terminología
etnometodológica. Cada grupo social utiliza marcadores espontáneos
de descripción de la realidad para la producción de verdades locales,
en la modalidad de etnométodos, por lo que conviene distinguir las técnicas.
La técnica es la ciencia aplicada a situaciones concretas, de acuerdo
con un vector que va del científico a la ingeniería y enseguida
a lo técnico. Esta es la descripción social de poder de los sabios.
Por el contrario, el etnométodo es un invento para todos los propósitos
prácticos, socialmente eficaz, y producido por los involucrados laicos.
–¿Cuál es la diferencia entre etnografía
y etnología?
En la etnosociología, Lapassade (1991), nos recuerda que el término
“etnografía” fue utilizado por primera vez por los antropólogos
para describir el trabajo de campo. Vimos formarse lo que se convertiría
en el pensamiento oficial de la sociología de Lévi-Strauss. En
primer lugar existe la observación etnográfica; luego el momento
de elaboración teórica, conocimiento de la etnología y,
finalmente, la generalización, que se distingue bajo el vocablo de antropología.
Tradicionalmente, la etnografía se distingue en el campo en la observación
de las tribus extranjeras, de lo extraño, particularmente; la etnología,
por su parte, tomaría el lugar de la teoría, el análisis
de las prácticas de estos pueblos, con acceso basado en lo general. La
antropología, por último, como la ciencia del hombre, mientras
que el hombre, a través de su cultura, podría simbolizar el universo.
Por el contrario, proponemos la etnografía, no como un proceso ni como
un método, sino como una postura donde el sujeto es constituido el objeto
de conocimiento.
La observación, a menudo presentada como método natural de la
etnografía, da paso a la descripción (el procedimiento de todo
mundo que funciona como un sistema lógico de descriptor independiente)
y la interpretación, una perspectiva hermenéutica.
Obviamente, nosotros preferimos el trabajo de campo, en referencia a la Escuela
de Chicago. Sin embargo, el interaccionismo simbólico se enriquece por
nosotros gracias a una dependencia, al análisis institucional, en particular
con la intervención como metodología de la etnografía (Boumard,
2000).
–¿Cómo puede ser analizada la etnografía
dentro del campo de la educación?
Hoy en día, debido principalmente a la labor del interaccionismo británico
durante los debates de los años setenta, de la conocida “nueva
sociología de la educación”. El término “etnografía”
se utilizó en el campo de la educación para señalar la
oposición estándar con la sociología y la cuantitativa,
en referencia a la Escuela de Chicago, como se puede constatar en las conferencias
de la European Educational Research Association (Lisboa 2002, Hamburgo 2003,
Creta 2004, Dublín 2005), un grupo de investigadores europeos en torno
a Bob Jeffrey, Milton Keynes y Dennis Beach (Suecia), se dedicaron durante varios
años al trabajo etnográfico en el ámbito de la educación.
El iniciador de esta corriente británica, Peter Woods, también
hace hincapié en la dimensión micro, necesaria para ver cómo
cada uno de estos grupos construye sus propias realidades culturales.
La etnografía entendida en este sentido asume una escala social (micro);
la epistemología (constructivismo), un método (observación
participante) y un sitio de aplicación que funciona como una prueba crucial,
el campo.
Es por eso que la distinción tripolaria mencionada anteriormente, en
términos jerárquicos (etnografía, etnología, antropología),
también fue analizada y criticada por la Estrategia Europea de Empleo,
en particular en el simposio internacional de AFIRSE, celebrado en el año
2000 en la ciudad de Rennes.
Como sucede habitualmente en este tipo de situación, la resolución
de la división que bloqueaba el debate en París 8, entre el Análisis
Institucional y la Etnografía de la Escuela, fue posible gracias a la
aparición de otro grupo que también necesitó de la etnografía
de la escuela, pero con una lógica diferente, donde el significado apareciera
de forma gradual, en relación a la evolución de la etnografía
de la escuela a la etnografía de la educación.
–¿Por qué hablar de la etnografía como una metodología?
En el curso de París 8 (Lapassade y Boumard), lo importante es la mirada
etnológica como alternativa a los análisis sociológicos
y no a una escala micro dentro de la sociología.
En el primer caso, no es la etnografía la que está reivindicada
como nueva, sino los objetos: la escuela y la comunidad, la clase, el establecimiento.
La etnografía aparece como metodología apropiada para el estudio
de objetos micro-sociales, se trata de una “Sociología cercana
a la Educación”, utilizando el método etnográfico
como un enfoque apropiado para la escuela.
Se han escrito varios libros que ayudaron a establecer la etnografía
como metodología de una nueva sociología cualitativa aplicada
en la escuela. Citaremos a Régine Sirota, Paul Payet, así como
a Ana Vázquez e Isabel Martínez.
En 1999, estas dos últimas publicaron la obra colectiva Investigaciones
etnográficas en Europa y en América del Norte, que presenta
una visión general de la investigación cualitativa de tal forma
que los investigadores pretendían que la etnografía y la educación
pudieran preverse en 1993: La práctica y el campo, el final de los macro-modelos
y la posmodernidad, las historias de vida, la sociología clínica,
los problemas éticos, la relación entre el investigador y su objeto.
Vemos convertirse, de igual manera, dos temas principales del enfoque cualitativo,
es decir, lo cotidiano como el nivel adecuado de análisis y la complejidad
como elemento de referencia epistemológico.
–¿Cómo surge el Análisis Institucional?
Para comprender mejor cómo la etnografía de la escuela, lejos
de ser un objeto misterioso o una moda, surge en el panorama de las ciencias
en la educación en los años noventa, es necesario revisar brevemente
la historia del Análisis Institucional.
A finales de los años cuarenta, inmediatamente después de la Segunda
Guerra Mundial, una corriente crítica de la psiquiatría aparece
en Francia. La idea principal en los hospitales no se enfocaba tanto en sanar
a los enfermos, sino en reforzar las patologías; sin embargo, uno de
los fundadores de la psicoterapia institucional, F. Daumezon, enunció
“es necesario curar a la institución de cuidados”. El movimiento
creció teniendo como principales figuras a Félix Guattari y Jean
Oury.
Inspirado por la teoría de Lacan, instructor y miembro docente del movimiento
Freinet; Fernand Oury inventó la Pedagogía Institucional imitando
Psicoterapia Institucional.
Hay tres fuentes para lo que sería el Análisis Institucional:
1) inspirado en la Psicoterapéutica, 2) inspirado en la Pedagógica,
y 3) apoyada en la Psicología y la dinámica de grupo lewinienne.
En lo que respecta a la escuela, la premisa básica consiste en poner
lo institucional como alternativa a la pedagogía (actitud que encontraremos
en las experiencias educativas actuales, como en la Escuela Experimental de
Saint-Nazaire o el Bachillerato Autogéré de París).
El término institución es visto en su dimensión
política y dialéctica, entre el instituto y el instruido, explícitamente
tomado de la dialéctica de Hegel, muy parecido a una crítica de
la burocracia de toda organización social (institución).
Esta es la razón por la que apareció la teoría clásica
del Análisis Institucional que se basa en la crítica de la sociología
de las organizaciones. La institución de la que hablan los institucionalistas
no es un lugar, un objeto material o real, se trata de un “objeto virtual
en el desarrollo de un trabajo”. Se sitúa en una perspectiva epistemológica
claramente constructivista.
Gérard Mendel ha mantenido la visión tradicional de la institución.
Él reclama el Análisis Institucional, para quien ve la Institución
claramente identificada con el establecimiento (escuela, hospital, fábrica,
etc.), como el nivel de análisis de la realidad social.
Contrario a la creencia popular, esto no es el organismo al que el Análisis
institucional critica, sino a esa dimensión negativa de la dialéctica,
nombrándola como el instituido. El trabajo de desarrollo de la realidad
institucional será, con la institucionalización, el material de
la producción de la institución como un fenómeno, es decir,
un proceso con énfasis en la noción de temporalidad.
Es por eso que desde el principio, los fundadores del Análisis Institucional
intentaban salir de la escuela. Cada uno a su manera: Lapassade se interesaba
en la ansiedad; Lobrot en la terapia y la sexología; Lourau en las empresas
(con el dispositivo de psicoanálisis y el Estado). La escuela les parecía
un área demasiado restringida y no muy propicia para los surgimientos,
a diferencia de aquellos que, como Fernand Oury, se quedaron como pedagogos
alternativos y no como alternativos para la pedagogía. La generalización
del Análisis institucional es una preocupación que aparece en
los primeros textos publicados.
–¿El Análisis
Institucional ante la Institución tuvo algunas implicaciones?
A finales de los años setenta nos encontrábamos ante una situación
paradójica: los fundadores del Análisis institucional querían
dejar la escuela, mientras que la gran mayoría de sus estudiantes y los
temas de investigación giraban alrededor de la institución escolar,
de donde surgió un malentendido que tomó un nuevo giro con la
aparición de la etnografía.
Las siguientes generaciones no tuvieron este tipo de malestares frente a la
escuela; la idea de hacer el análisis de la institución a la que
estaban afiliados, les parecía, por el contrario, pertinente.
La institución escolar fue el instrumento privilegiado de trabajo de
estos jóvenes institucionalistas (Boumard, Un consejo de clase común
y corriente; Hess, El bachillerato del día a día; Rueffy,
Moreau, La democracia en la escuela), sin mencionar la enorme cantidad
de literatura gris (tesis, maestrías, etc.) producida en ese momento
en la Universidad de París 8. Sin embargo, en el dominio de la escuela
fue donde el Análisis institucional encontró sus dificultades
más evidentes; de hecho, la concepción del lugar del investigador
en el modelo institucionalista (sociología de la intervención)
tenía el papel de resolver una crisis en las instituciones. Por lo tanto,
está implicado en la realidad social como un consultor. El dispositivo
global de intervención fue desarrollado, sobre todo, por René
Lourau bajo el nombre de psocioanálisis. Incluye el análisis del
orden, poniendo a todos los actores de la asamblea general, la participación
de los implicados, el papel analizador del dinero, etc.
A principios de los años ochenta, la contradicción entre el modelo
teórico del psocioanálisis y su incapacidad para resolver los
desafíos planteados por los actores de la institución escolar
(profesores que llegaron a formarse en París 8 para desarrollar y ofrecer
una aportación más reflexiva a la crítica espontánea
de su afiliación institucional, escuela o universidad) produjo, en primera
instancia, la reflexión sobre el análisis interno y que fueron
visibles en una conferencia celebrada en Vincennes a principios de 1980.
Los textos de Peter Woods dieron una perspectiva diferente en el debate.
–¿Cuál
es el objeto de estudio de la etnografía?
La etnografía, en su acepción general, ahora clásica, trata
de entender cómo vive la gente y qué la motiva; sus relaciones
con los demás, las reglas (en gran parte implícitas) que dirigen
su comportamiento, el significado de las formas simbólicas tales como
el lenguaje, la apariencia, y la conducta de las personas. Los socio-etnógrafos
reconocen también un interés especial en los factores sociales
relacionados con las diferencias entre los grupos como la clase social, etnia,
género, generaciones, el medio ambiente, y los medios de comunicación.
Las personas involucradas en la escuela se mostraron especialmente interesadas
en las “culturas” de los distintos grupos protagonistas, incluyendo
las subculturas de los profesores y estudiantes. También estudiaron la
distribución de alumnos en grupos sociales (grupos étnicos y grupos
económicos), grupos medianos y pequeños.
La etnografía de la escuela también está interesada en
los métodos de enseñanza, en el control de los profesores y las
habilidades de los estudiantes para responder a las estrategias de los docentes,
persiguiendo sus propios fines, de igual forma que en la gestión de las
escuelas, en las decisiones educativas, en las relaciones internas del personal,
etc.
La etnografía de la escuela puede tener un interés inmediatamente
práctico para los profesores. Se ocupa de sus problemas como individuos
y no sólo como miembros de una profesión; con especial énfasis
en la importancia de la noción de estrategia para organizar su trabajo,
sus relaciones e incluso su supervivencia en contextos difíciles. Podrían
mejorar sus estrategias si toman conciencia de que la situación no es
desesperada, como lo muestran los estudios etnográficos, todavía
limitados al mundo universitario, la vida en la escuela y en particular la relación
estudiante-maestro.
Otros aspectos del proceso etnográfico pueden ser benéficos para
el educador, por lo tanto, hay una dimensión terapéutica a través
de las historias de vida, como una dimensión democrática relacionada
con algún tipo de investigación-acción que marca la etnografía
en este enfoque específico, que es la observación participativa.
–¿El profesor puede llegar a ser etnógrafo en la institución?
Los profesores están preparados para ver la escuela como: una dimensión
de la realidad social, un mundo con sus códigos y normas, un lugar donde
los alumnos aprenden y, sobre todo, cómo se adquieren y se imponen los
conocimientos.
Sin embargo, no basta con ser un maestro para ser un etnógrafo de su
propia actividad. También es necesario vivir como un ser humano frente
a otros seres humanos, desde luego un poco más jóvenes, pero no
menos humano; se necesita salir de la enseñanza rutinaria adquirida en
los institutos de formación para colocarse en el lugar del descubrimiento,
de la exploración, y en breve posicionarse en relación con los
estudiantes, como investigador. Por lo tanto, en esta nueva postura, el profesor
podrá ver su clase como el etnólogo que aprende a conocer una
tribu exótica y descubre un nuevo mundo.
De hecho, como menciona Schutz, científico poco conocido de la fenomenología
social: “Llevar a cabo una investigación requiere curiosidad, el
deseo de aprender cosas nuevas, espíritu de aventura, reconocimiento
de que lo que hago es imperfecto, sin embargo, la enseñanza consiste
en tomar decisiones, eliminar la duda y la incertidumbre”. Schutz no ha
trabajado en la escuela, pero da una orientación valiosa para cualquier
persona que quiera tener los medios para transformar al profesor en alto mando
de la instrucción o de su disciplina en citadino reflexivo, incluso “intelectual
orgánico”, como ha dicho Gramsci.
La postura etnográfica permite lanzarse a lo práctico y a la práctica
que, según Sartre, no es más que la expresión negativa
de lo práctico-inerte (el rechazo deliberado de tomar la libertad).
Si quiere adoptar, dentro de su práctica profesional, la actitud de un
investigador, el profesor debe reanudar las referencias de Schutz:
La tradición pedagógica
francesa en los pasos de Celestin Freinet, a menudo se descarta de la dificultad
para articular la enseñanza en la dimensión política.
Los británicos tienen una historia diferente. Ellos fueron capaces de
notar, con mayor facilidad, que ante estas obligaciones contradictorias, el
maestro transita por un “compromiso estratégico”, estrategias
de supervivencia que le permiten desarrollarse. El maestro debe enseñar,
pero también se encuentra en la necesidad de vivir en situaciones institucionales
difíciles y de posicionarse en ellas.
La etnografía ofrece una visión totalmente diferente al diseño
convencional, donde la escuela es conocida ya sea como un lugar donde se transmite
el conocimiento (versión didáctica) o como un lugar de educación
(versión educativa).
Por el contrario, para el etnógrafo la escuela es esencialmente un pequeño
mundo que se desarrolla continuamente a través de la interacción
de sus protagonistas.
Este enfoque, todavía poco conocido en Francia, es probable que interese
a todos aquellos involucrados en el mundo de la escuela (profesores, padres,
administrativos, agentes de servicio y, por supuesto, a los estudiantes), como
a los profesionales que trabajan en el campo de la educación en sentido
amplio, es decir, todos los involucrados de una u otra manera, en el fenómeno
educativo: todo el mundo.
La etnografía permite ver con mayor claridad a través de cortinas
de humo que hace incomprensible el mundo de la educación en diferentes
sentidos.
–¿Cuáles fueron las causas que dieron lugar a la etnografía?
Históricamente se ha tenido
una ideología sobre el niño, como un pequeño ser humano
para formar; desde esta perspectiva se puede ver a la educación como
una modalidad de esta formación y, por ende, se ve a la escuela como
una forma social de lo anterior, son ideologías que tenían que
resolver las fantasías que se han asumido desde hace un siglo y medio,
sin embargo, no se han tomado en cuenta las generaciones de profesores desde
finales del siglo XIX.
La primera época, fundadora del mito de las escuelas laicas, es aquella
de los maestros, famosos “húsares negros de la República”.
La pedagogía es un arte, apoyando el sentido de una misión de
liberación. Los maestros son los héroes de la historia.
En la siguiente época, la cual surge en el segundo tercio del siglo XX,
se vivió el triunfo de una psicología científica, con Jean
Piaget y su teoría de las etapas de la inteligencia (la inteligencia
sensora-motriz, de la inteligencia preoperatoria, etapa de las operaciones concretas
de la inteligencia formal).
A finales de los años sesenta la psicología científica
empezó a detenerse un poco ante la falta de etiquetas sociales en los
suburbios de las ciudades, fue el turno de una ciencia que quería humanizarse,
ya que era totalmente social. Pierre Bourdieu y sus seguidores, (que pronto
se convirtieron en sus discípulos), defendían la hagiografía
de la reproducción.
Tras el fracaso, que se extendió por más de un siglo y medio,
después de la psicología y a finales de la sociología,
el mundo escolar se detuvo ante las nuevas modas sociales de los noventa: el
declive de la política y el aumento de las neurociencias, donde hubo
una interrupción a la casi hegemonía actual de la enseñanza
en la formación del profesorado y del sistema escolar.
Como era de esperarse, este nuevo ídolo, peligrosamente generalizado,
al igual que las tres profecías anteriores, pero carente de una visión
escatológica, tiene como principal efecto el de culpar a los jóvenes
profesores y desalentar hasta al más lúcido de ellos, a menos
que éste no alimente la rebelión de algunos irreductibles, los
que no se resignan a la idea de que la política no tiene cabida en este
mundo tecnológico, donde la competencia ha remplazado a la vocación,
y la ingeniería a la participación. Es precisamente aquí
donde interviene y se legitima el enfoque etnográfico.
Por un lado, trabajando en las interacciones y partiendo del punto de vista
de los involucrados, permite la aparición de las diferentes legitimidades
lo cual hace posible la elaboración concreta y práctica de una
realidad democrática probada y experimentada por todos los protagonistas.
Aquí hay un concepto de la política imprevista de ufanías,
adulteradas de lo efímero, de donde podemos considerar a la axiología
como extracto esencial de la educación.
Por otro lado, mostrando que la realidad social se desarrolla en interacciones;
la ilusión de las grandes historias que en el mundo escolar, en la historia
política o la epistemología, pierde aquella realidad a finales
del siglo XX.
Lo pequeño y cotidiano, productores de sentido concreto correspondiente
a la escala de la escuela, son especialmente adecuados para poner a prueba este
concepto utilizado por la ciudadanía.
Finalmente, a condición, se deja en claro la salida de las ambigüedades
históricas de la etnología exótica, la etnografía
de la educación abre el papel del educador y no sólo a la transmisión
de conocimientos sino también a no dejarse engañar por las ilusiones
pedagógicas.
Quien quiere ser formador en general y docente en particular haría bien
de ahora en adelante actuar y pensar en el antropólogo interactivo.
–¿Cuáles son los principales puntos que ha trabajado como etnógrafo?
Del lado de Análisis Institucional
buscamos la participación, no como simple técnica de trabajo sino
desde las perspectivas desarrolladas por R. Lourau, como un componente en el
proceso del conocimiento, donde se entiende que la metodología y la epistemología
hacen una sola en las ciencias antropo-sociales.
Del lado de la etnometodología cruzamos la indexicalidad con la rendición
de cuentas garfinkelienne, para trabajar en este punto de encuentro entre la
producción profana de las verdades locales y el reconocimiento siempre
en riesgo a los puntos de vista de los miembros.
Del lado de la etnografía interaccionista, estamos trabajando para penetrar
en los puntos centrales de la institución elaborando, con los actores
mismos, las definiciones contradictorias de las situaciones, hasta una especie
de entendimiento mutuo cerca de las historias de vida según P. Woods,
a una dimensión de amistad, o incluso en términos intersubjetivos
de connivencia. Por consiguiente, no hay división entre sujeto y objeto,
sino otro punto de vista de la realidad, lo que llamamos ojo etnográfico,
señalando la mirada siempre en una interacción permanente con
esta situación, que a su vez la define en términos de construcción
sin fin.
En esta prospectiva se desarrollan, hoy en día, nuestros trabajos sobre
la escuela considerada un mundo en construcción, con esta mirada es que
volví a citar, recordando el centenario de su nacimiento, la obra de
Freinet.
Lejos del clásico debate entre la pedagogía y militarismo, que
ubica a Freinet en un simple inventor de técnicas y revolucionario sobre
el terreno de la educación; el enfoque etnográfico permite situarlo
en el debate epistemológico actual. Uno puede entender a Freinet como
muestra de los actores en proceso de producción de sí mismos,
el significado de su socialización, negociando la interpretación
de esta elaboración interna con el exterior. Esta concepción activa
del conocimiento, centrándose en la elaboración del proyecto epistémico,
muestra la práctica educativa como parte de un contrato social basado
en una ética de la viabilidad de proyección, donde la parte interactiva
de los participantes recuerda con claridad el enredo profundo entre las perspectivas.
Referencias
Boumard, P. (Junio, 2000). L’approche ethnographique face à
la dialectique universel/singulier [enfoque etnográfico para hacer
frente a la dialéctica universal/singular], conferencia presentada en
el 10 Congreso Internacional de la Association Francophone Internationale de
Recherche Scientifique en Education. Rennes, Fracnia.
Boumard, P. (1996). Célestin Freinet. París: PUF.
Lapassade, G. (1991). L’ethnosociologie [La etnosociología].
París: Méridiens-Klincksieck.
Measor, L. y Woods, P. (1986). Changing schools: pupils perspectives on
transfer to a comprehensive school [Cambio en las escuelas: perspectivas
de los alumnos en la transferencia a una escuela integral]. Milton Keynes, Inglaterra:
Oxford University Press.
Schutz, A. (1988). Le chercheur et le quotidien [El investigador y
lo cotidiano]. París: Métaillé.
1Traducción:
Natalia Cortés Herrera y Vianey García Vázquez; Revisión
Técnica: Esther Chávez Maldonado; Adaptación: María
Nely Vázquez Genis y María Matilde López Serrano.
Para citar este artículo, le recomendamos el siguiente formato:
Vázquez, J. J. y Valenzuela, G. A. (2013). Del análisis institucional
a la etnografía institucionalista. Entrevista a Patrick Boumard. Revista
Electrónica de Investigación Educativa, 15(1). Recuperado
de http://redie.uabc.mx/vol15no1/contenido-vazquezval.html