Revista Electrónica de Investigación Educativa
Vol. 13, Núm. 2, 2011
Técnica y representación
Ignacio Rosales Encina * aire1357@gmail.com |
Claudia Torres González * claudiatog@gmail.com |
Rubén de Jesús Ibarra Reyes * ribarra_reyes@hotmail.com |
* Universidad Autónoma de Zacatecas |
Jardín Juárez 147
Centro Histórico, C.P. 98000 Zacatecas, Zacatecas, México |
Obra reseñada:
Mendiola, G. I. (2009). Rastros y rostros de la biopolítica.
Barcelona: Anthropos Editorial, 350 pp.
La mentalidad contemporánea, que se sustenta de una manera muy importante en los avances de la ciencia y la tecnología, va de la mano con la aplicación progresiva de un pensamiento técnico a las relaciones que se dan entre los distintos sectores de la sociedad, pero especialmente con las que se dan entre la población y los órganos de poder. La biopolítica, como ciencia, se ha avocado a definir esta multiplicidad de relaciones, y pensadores profundos como Michel Foucault se han encargado de desentrañar los procesos dinámicos resultantes. En este breve ensayo intentaremos exponer algunos de los estudios de Foucault con relación al uso de la disciplina y a la función de las sociedades de control del Estado, así como expresar nuestro punto de vista respecto al tema. Además, abordaremos la relación que existe entre dichas formas de control con el arte contemporáneo.
En la antigüedad, la enfermedad no era un asunto social sino un asunto moral. Quien tenía lepra o quien estaba loco, era visto como el portador de un resultado o una reacción ante una vida de desapego o rebeldía ante las normas morales de su contexto social. Era visto más bien como un castigo de carácter divino, pero de acuerdo a su nivel de entendimiento del mundo, estaban en lo correcto; así eran las reglas. Esto, en su tiempo era la aplicación de las normas sociales, y la adhesión a esas normas implicaba un determinado grado de control y estabilidad social.
Desde los ss. XVI y XVII la extensión progresiva de los dispositivos de disciplina ha venido trasladándose desde el ámbito de las instituciones particulares hasta el de las instituciones del Estado que, para sostenerse en sus relaciones de poder, en la actualidad toman el control de la disciplina, y lo que antes era un ejercicio normal de aquellas instituciones se convierte progresivamente en un mecanismo de control estatal. Este mecanismo parte desde lo normal en las relaciones sociales cotidianas que, por medio de un artificio, pasa a ser una normatividad, hasta convertirse en una imposición.
Cuando se tiene la idea de lo que es un cuerpo social, jurídico, etcétera, dicha idea define el tipo de normas que se deben aplicar, de la misma manera en que se aplicarían a un determinado cuerpo humano. Tomando eso como base, la vida social se concibe a partir de nociones de cuerpo y disciplina. Foucault escribe desde un aspecto más profundo acerca de las formas de control que tienen que ver con lo que subyace a la política inmediata; va más adentro y se enfoca en el aspecto sexual para tomarlo como forma esencial de análisis para el dominio del Estado sobre los ciudadanos. El cuerpo individual se convierte en un cuerpo social. El modelo carcelario sirve de modelo disciplinario para aplicar el control al cuerpo social. Este modelo, al aplicarse en diferentes ámbitos hace que cada quien vaya interiorizando inconscientemente esas formas de control.
Al hacer un análisis de las nuevas formas de “producción de la subjetividad”, nos damos cuenta que una de las formas de control social más fuertes y efectivas es la que tiene que ver con los roles de carácter sexual que juegan los individuos dentro de los grupos sociales. Como ejemplo de los roles que imponen las formas disciplinarias de control enfocadas a este aspecto están los simples juegos de los niños:
Los juegos de los niños se dan principalmente en espacios abiertos, con objetos activos (pistolas, espadas, soldaditos, carritos, herramientas, etc.), que llevan a percibirlo como hombre-público.
Los juegos de las niñas se desarrollan en espacios cerrados, con objetos pasivos (trastecitos, casitas, muñecas, maquillajes, etc.), y que las definen como mujer-privada.
Por otro lado, sabemos que cada época impone sus cánones estéticos que se basan, más que nada, en un estilo de vida. Por ejemplo: Existe una notable diferencia entre las mujeres pintadas por Rubens y las bellas mujeres estilizadas de hoy. Otro ejemplo es que en la época de Homero un hombre de treinta años ya era un hombre viejo, a diferencia de hoy donde hay países en que la juventud se extiende hasta los cuarenta años.
Foucault toma como modelo disciplinario a la prisión y a partir de ello elabora todo un estudio de las implicaciones disciplinarias aplicadas al cuerpo social, así como los resultados de tales aplicaciones. Un elemento significativo de las medidas de control es el modelo de inclusión/exclusión, y un ejemplo evidente de ello son los aeropuertos. Le dicen al usuario “si traes esto no pasas, si traes esto otro sí pasas”. Esto se aplica en todos y cada uno de los asuntos en los que la persona y lo que trae lo puedan ubicar en determinadas zonas de inclusión/exclusión del mismo aeropuerto; y todo esto se realiza conforme a la reglamentación aplicada en tales lugares (normatividad).
Al respecto hay que mencionar que con base en esta visión disciplinaria se van creando círculos de influencia y de poder en donde cada círculo es un nuevo disciplinamiento con características de inclusión/exclusión y eso, por supuesto, en una sociedad capitalista se convierte en parte del consumo, ya que al estar cambiando a estos círculos cerrados es más difícil escapar. Vivimos en una sociedad individualista donde no hay individuos. Estamos llegando a la masificación, a la despersonalización. El individuo se convierte en una matrícula, en una clave.
La visión del capital que desarrolló Marx, en su momento se definía a través de los factores de la producción, pero en la visión del Estado actual, el capital se define por medio de los factores del consumo. Hoy en día el capitalismo que va en torno a la modalidad del consumo se basa en el desarrollo de la economía terciaria consistente el sector de los bienes y servicios, de los que no depende la supervivencia. A partir de eso el consumismo generalizado da como resultado el diseño de nuevas “necesidades”, de las cuales no depende la supervivencia del individuo. Por lo que son meramente innecesarias.
La sociedad de control es una entidad posindustrial que ha pasado de la producción al consumo. La nueva deidad es el capital y los nuevos ministros del culto te dan su mensaje “consumista”. Antes, el consumo sólo estaba al alcance de las clases altas.
El Estado-nación es el encargado del disciplinamiento e interviene en todos los aspectos esenciales de la sociedad como: Educación, salud, jubilación, etcétera. Aunque en algunos países la transición a un régimen biopolítico moderno ha propiciado que se pierda el derecho de control social de grandes sectores. Por lo que el Estado, a partir de ello, ya no interviene en la toma de decisiones de gran importancia como en lo relativo a los aspectos económicos y educativos. Resultando que el post-Estado moderno ya no se encarga de “aceitar” la maquinaria biopolítica; la privatización de las instituciones encargadas de hacerlo desvía esa responsabilidad. La venta de los derechos para aplicar la disciplina y utilizar sus resultados en el propio beneficio cambia el estatus político y a partir de ahí ya no se le permite al Estado intervenir en las decisiones sobre su aplicación. El Estado benefactor ya no existe en la mayoría de los países, la salud se privatiza, la educación, el mercado, etc. En nuestro país El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) son algunos de los últimos reductos del Estado.
La privatización de las formas biopolíticas de control está en manos de la sociedad de control y como consecuencia lógica el capital del no-Estado es el que se encarga de la disciplina y la salud. La población ante la aplicación disciplinaria se asemeja a un cuerpo colectivo sin rostro. La masa heterogénea se convierte en una masa homogénea en la cual han sido borradas sus diferencias. Esto, lógicamente, es una técnica del gobierno para controlar. La población como objeto de la biopolítica se convierte en el público y la sociedad disciplinaria se convierte en la sociedad de control a través de la tecnología aplicada y esta sociedad de control puede ser cerrada o abierta. De tal manera que el poder se vuelve casi invisible.
Por otra parte, el Estado-nación al transformarse en Estado post-estatal crea formas múltiples de cooptar al sujeto para controlarlo y manipularlo a través del consumo. Un ejemplo evidente de control donde la movilidad en el individuo existe pero no la libertad es el extendido uso de celulares, GPS, etcétera. Con la proliferación y el uso de estas nuevas tecnologías existen también múltiples formas “a distancia” de producción de la nueva política y del nuevo consumo.
El nuevo turista, por lo regular es un “caníbal” del consumo. Se introduce en los esquemas de movilidad turística de manera segura, no se arriesga. Además, es un individuo que se asoma a los conglomerados de información que ya circulan en la actualidad por Internet, y cuando decide viajar ya sabe a dónde va a llegar. Pero este turista tiene un defecto, es un autómata del consumo. Lleva todos los accesorios posibles que le hagan más cómoda la vida y la visita: la cámara foto-filmadora, el celular, el Ipod, una lap-top, etcétera. Los espacios que visitan este tipo de turistas, generalmente son todos iguales. Ya no hacen contacto real con la gente auténtica del lugar que visitan. Por lo regular son comerciantes o empresarios advenedizos. Normalmente, las empresas turísticas le presentan las ciudades de oropel que él quiere visitar, y estos por lo regular son espacios de evasión. Los llamados no-lugares que se pueden encontrar casi en cualquier parte.
La forma de hacer de los espacios de ocio lugares que no estén mediados por el consumo es la de no relacionarlos con el utilitarismo comercial o el interés económico. Esto los transforma en zonas temporalmente autónomas. Pero como escapan al control utilitarista empresarial y del Estado tienen un carácter de subversión, por lo que inesperadamente pueden dejar de ser las zonas temporalmente autónomas que escapen al consumo.
Para las nuevas generaciones la noción de futuro se va diluyendo; los avances que las nuevas tecnologías están incluyendo en las relaciones y los procesos de la vida cotidiana nos acercan paulatinamente. Si para nosotros casi ha desaparecido, para ellos se verá casi nula. En este sentido, para la integración social el control se da a través de procesos muy fuertes de individualización (ipod, iphone, etc). El ejemplo que se expuso en clase de la gran cantidad de personas con computadoras portátiles y aparatos de telefonía móvil que en un lugar público estaban todos ensimismados con sus conversaciones, incluso entre ellos mismos, llevadas a cabo en los espacios virtuales derivados de ese tipo de tecnologías, es muy significativa. Surgen nuevas paradojas: lo más próximo se vuelve lo más lejano y viceversa. Las nuevas tecnologías crean también nuevas formas de inclusión y exclusión. Es decir, hay una transformación encaminada hacia las mentalidades y espíritus digitales.
En este cibermundo que se ha expandido a niveles masivos hay una reconversión de la realidad objetiva que termina transformándose en una realidad inmaterial o virtual. La noción de público tiene que ver con lo humano múltiple, a partir de una noción o de lo que se demanda, pero que se diluye en esa masa actuante. Aunque hay que agregar que para el Estado biopolítico no hay una diferencia entre humanidad y animalidad.
La biopolítica es una forma de gobierno a través del control de la vida y del cuerpo. Como reacción natural surgen ideas de emancipación o liberación del cuerpo y de la vida, a partir de elementos clave como son la civilización y la cultura, que en esencia se contraponen. Aquí surge el concepto de “estética de la existencia” o “cuidado de sí”.
La civilización, en este contexto, se basa en una estrategia universal de “domesticación” del cuerpo con la finalidad de conquistar la naturaleza salvaje. La cultura, por el contrario, se centra en el “cultivo” de la animalidad y el placer del sujeto. Aquí también hay control pero éste se enfoca al servicio del placer del sujeto. No se niega la animalidad sino que hay que cultivarla.
Biopolítica Afirmativa: Cómo crear formas de oponerse a las formas de poder que operan en tu tiempo, tu espacio y tu conciencia. Alienta el surgimiento de nuevas formas creativas cuyo objetivo principal es oponer resistencia al biopoder. Aquí surge una pregunta: ¿Qué tan lejos está el ser humano del animal? El deseo, el placer y los afectos, que son lo que no está mediado por la conciencia es la animalidad en el individuo. Pero la civilización y la cultura acceden a esa animalidad desde dos perspectivas distintas, aunque con una sola finalidad: controlar esa animalidad. La biopolítica negativa se enfoca en el aspecto civilizador y la biopolítica positiva en la afirmación del sujeto a través de la cultura. La diferencia entre el cultivo y la domesticación de la animalidad es la clave.
La voluntad de poder es una pulsión que es difícil de hacer a un lado cuando nos referimos a la necesidad de control de la población que tiene el Estado moderno. De tal manera que el poder en sí mismo es otro tema de vital importancia para la sociedad de control. A este respecto se necesitará hacer referencia a su genealogía específica. La genealogía del poder es la historia que fundamenta y legitima el poder; y la genealogía es la que muestra que los cimientos están en el vacío. Están totalmente expuestos a la demolición y a la crítica. La genealogía misma muestra que los valores más grandes de la humanidad y que se imponen como verdaderos no son más que una impostura realizada desde el poder, sea eclesiástico, estatal, etc. Para Nietzsche la historia es el documento del poder. Foucault considera que la historia no es un todo monolítico. Hay una historia subversiva, compuesta por varias historias. La historia de la sexualidad es una de ellas. Hay una crítica hacia la genealogía.
¿Cómo opera la biopolítica en las sociedades modernas? Una de las formas como opera es por medio del anacronismo controlado. Éste es un sistema de control que hace uso de elementos del pasado evidentes para inducir en el individuo la necesidad de remontar su mente y sus expectativas hacia situaciones no solamente de tiempos pasados sino a esquemas que en la actualidad ya son inoperantes. Está cargado de un ingrediente nostálgico. El anacronismo es una manera eficaz para establecer resonancias entre el pasado y el presente. Se podría decir que se observa el presente a la luz de los anacronismos.
En otro sentido, desde el punto de vista sociológico hay que tener en cuenta que las distintas corrientes de pensamiento o estilos de vida coexisten: modernidad, premodernidad y posmodernidad. No podemos dar una respuesta generalizada que abarque pasado, presente y futuro. Las sociedades y las corrientes de pensamiento se adaptan a su contexto temporal e histórico particular.
Por otra parte, a través de la biopolítica la ciudad moderna proporciona seguridad por medio de la privatización del espacio público. La ciudad es el espacio de la modernidad. Los “negativos” de las ciudades modernas están en la imaginación y son las ciudades que todos quisiéramos habitar.
Aunque los avances tecnológicos tienen, como todas las cosas creadas por el hombre, su lado positivo y su lado negativo, no se deben satanizar las nuevas tecnologías; más bien se deberá entender en qué medida establecemos dicha relación y qué tanto se pueden modificar para adaptarlas a nuestra manera de ver el mundo y sostener una relación saludable desde el punto de vista ético.
De lo anterior se deduce que en el futuro habrá nuevas formas de control a causa de las nuevas tecnologías. Y recordemos que éstas no solo están para el control social sino que también propician espacios de resistencia, de libertad y de diálogo.
El hombre hipoteca su presente en aras de un futuro mejor por medio del ahorro y la prevención. Pero el trabajo hoy se vuelve inmaterial y se privatiza. En este contexto surge la cultura crítica y el arte contemporáneo. Éste, dentro de su bagaje lleva inmersa una crítica a la sociedad de consumo. Aquí el arte juega un carácter ambiguo. A partir del creador actual el arte se centra en el culto a su persona y en la posibilidad de creación de una gran obra.
Como sabemos, históricamente, el muralismo surge como una crítica a un arte de evasión y extranjerizante (finalidad). La presentación a gran escala de la idea esencial y la propensión a temas de carácter nacionalista (reacción) aportaron, en su momento, la legitimación del movimiento mismo, que no era la finalidad.
Desde el punto de vista crítico el arte se debe ver como una producción histórico-social. Situándolo objetivamente a partir de una disciplina sabiamente manejada. Debe ser un reflejo de su tiempo. Para Hegel, el arte es la materialización del espíritu. Es la religión laica. Es la adoración del propio ser (espejo). Por otra parte, surge la pregunta: ¿quién fija el aspecto estético de una obra? Se supone que el juicio estético está dado por la condición humana y existen diversas categorías del entendimiento humano. Aunque no podemos negar que el arte tiene una lógica de poder y de reconocimiento social que indudablemente pondrán su mano en el asunto para llevar a la obra de arte y a su finalidad primaria hacia el lado utilitario y mercantilista, lo que resultaría en la desvirtuación de la misma.
Finalmente, es necesario agregar que frente a la biopolítica de la sociedad de control existe una biopolítica afirmativa, que busca conectarnos con el cuerpo/placer y deseo, que se contrapone a un cuerpo-mercancía o cuerpo-máquina sujeto a las formas de control y dominación. Y precisamente como parte de esa biopolítica afirmativa está el arte que se sitúa entre la crítica y el reconocimiento. No tiene interés por complacer a ninguno. Pues perdería su esencia. Más bien el arte, para cumplir su cometido, debe ir acompañado mínimamente de tres elementos: Singularidad de la obra. Interactividad de la obra con el espectador y crear expectativas de transición.
El arte contemporáneo (ir con el tiempo). Su finalidad debe estar centrada en la creación de nuevas subjetividades, en la experiencia más que en la obra misma, acercarse a lo sublime y acceder a lo irrepresentable. Lo que se está jugando aquí es la relación que se establece entre arte y biopolítica.
Para citar este artículo, le recomendamos el siguiente formato:
Rosales, I., Torres, C. e Ibarra, R. (2011). Técnica y representación. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 13(2). Consultado el día de mes de año en: http://redie.uabc.mx/vol13no2/contenido-rosalestorres.html